viernes, 26 de agosto de 2011


Lectio Divina viernes 26 de agosto 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: 1Tesalonicenses 4, 1-8; Salmo 96; Mateo 25, 1-13

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

ATENTOS AL NIVEL DE ACEITE


1. Hagamos las LECTURAS 
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salgan a recibirlo!"  Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dennos un poco de su aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para ustedes y nosotras, mejor es que vayan a la tienda y se lo compren". Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Se los aseguro: no las conozco. Por tanto, velen, porque no saben el día ni la hora".

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  Necesitamos hoy saber a dónde vamos. Se trata de que quien no sabe hacia dónde va... no llega a ninguna parte, o llega tarde a cualquier parte. Necesitamos cuestionarnos esa impaciencia sinónima de eficacia y acoger confiados la lentitud de los procesos de crecimiento, necesitamos trabajarnos por dentro y experimentar la dicha de los que esperan.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El Maestro siempre ha buscado ejemplos sencillos, de la vida cotidiana para enseñar el camino del Reino de los Cielos. En los tiempos de su caminar por Israel, el aceite era un elemento indispensable tanto para cocinar como para encender las lámparas de las casas. Por lo indispensable, quedarse sin el mismo trasluce una negligencia rayana en el desprecio y la torpeza. Quedarse sin aceite implica no cocinar -no comer- y permanecer en la oscuridad. Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos, pero el mismo señalaría estar atentos a cuando el nivel de aceite en la lámpara disminuye, y aprovisionarse de ese combustible para tener disponibilidad suficiente en caso de necesidad: no vaya a ser que venga la noche y nos quedemos a oscuras. Ese mismo sentido común, quizás, debería aplicarse a las cosas de Dios. Estar atentos y preparados, especialmente a los detalles que nos parecen menores, pues hasta en ese mínimo gesto del aceite y la lámpara está el llamado del Padre Bueno. -No vaya a ser que nos quedemos en penumbras y no podamos hacer nuestra la fiesta del Reino-

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
¿No les ha pasado a veces, pensando en estas diez jóvenes de la lectura de Mateo, más concretamente, pensando en las necias, que nos resistimos a ver a las supuestamente sensatas como ejemplo a seguir? Más bien, parecían orgullosas, engreídas y egoístas, porque no fueron capaces de compartir su aceite con las demás. Pero, ciertamente, sólo hay que experimentar una vez esa espera en la noche y ver que tu lámpara se queda sin aceite, para entender que nuestra comprensión de la parábola estaba equivocada. En esos momentos, nadie en absoluto puede prestarte su energía, su combustible, su aceite. Nadie. Estás solo tú ante la noche, el tiempo que transcurre y el novio que desea ver arder tu lámpara.

Hay momentos en la vida -esos fundamentales- en que nadie puede hacer por ti tu parte. Al final, eres tú, desnudamente tú quien eliges, quien afrontas tu encuentro con Aquel al que amas y al que decías estar esperando durante tanto tiempo. Y sería una pena, que la fiesta nos sorprendiera sin estar preparados. A nadie podemos culpar por ello. Sí podemos, cada uno desde donde se encuentre, no descuidar el aceite, no descuidar aquello que hace que nuestra luz arda, no descuidar nuestra fuente de vida y de energía.

Ojalá el Señor nos ayude a amar su aceite y a no corromper nuestras lámparas con otros combustibles, aparentemente mucho más poderosos, vistosos y reconocidos pero que, al final, no nos sacan de la oscuridad de la noche.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Hace dos mil años, cuando se escribió este evangelio, seguro que no se imaginaron que la principal ocupación de los seres humanos veinte siglos más tarde sería la de ir a la tienda, al supermercado, al centro comercial a hacer compras. Las compras no sólo consumen nuestros salarios o nuestro tiempo. La actividad de comprar, consumir, gastar define también lo que somos en este siglo. Somos sociedades de consumo. Y consumimos cualquier cosa. La parábola que nos propone hoy el evangelista nos habla precisamente de esas actitudes y actividades que embargan nuestro ser y nos impiden ir al encuentro de Dios. Nuestras imprevisiones, afanes y compromisos nos atan a un montón de actividades que no nos dejan tiempo ni para orar, cuando orar es para la espiritualidad como la respiración para el cuerpo. Tal vez la publicidad y los medios masivos de información nos hagan creer que lo más importante sea salir de compras, pero lo que nos dice el evangelio es que lo más importante es ir al encuentro de Dios, el amado a quien esperamos con la luz de la esperanza encendida.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro, fuente de toda sabiduría: Tú nos invitas a ser sabios y previsores y a encontrar a tu Hijo con lámparas encendidas en nuestras manos. Ayúdanos a prepararnos para encontrarle en los acontecimientos de la vida diaria y  en la gente que nos rodea, para que podamos entrar con élen tu fiesta celestial, que es eterna, y se prolongará por los siglos de los siglos. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: 
 Prepárense y estén listos para la venida del Señor, siempre. Sabemos muy bien lo que esperamos: al Señor, y con él vida plena, gran alegría y felicidad eternas. Entonces... no hay nada que temer. DIOS ESTÁ CERCA

¡Vamos, levántense, se acerca el esposo! Hay signos alrededor de ustedes. ¿No lo ven en el barrio, en la oficina,  en la comunidad, en su propia casa y en ustedes mismos, sin ir más lejos? Restriéguense los ojos, miren con esperanza el horizonte, escuchen las buenas nuevas, déjense despertar por la brisa, y que no se les acabe el aceite…
¡Dios está cerca!

¡Vengan, levántense, alcen la cabeza!  La gente se angustia por todo y anda sin aliento,  dando tumbos de acá para allá, viviendo sin vivir,  echando a perder su vida.  Se desvive en fuegos fatuos, en espejismos de desierto, en vagas añoranzas.  Y se cansan de esperar… Recobren el aliento… ¡Dios está cerca!

¡Ánimo, levántense y permanezcan despiertos! No se les embote la mente o desboque el corazón con tanta preocupación añadida: qué les pasará, qué harán, cuánto ganarán y gastarán. cuándo sucederá y por qué, cómo escaparán de la red de la moda o de la fiebre de las rebajas. Naden contra corriente. ¡Dios está cerca!

¡Dale, levántense, y pónganse en marcha con ilusión renovada! Oteen el horizonte. Vivan atentos a los susurros, a los lloros, gritos y risas de la humanidad entera. Dios está cerca. Broten a la vida. Dejen lo vano y lo estéril. Pidan fuerza para la espera.. Y no dejen que el aceite se les agote… ¡Dios está cerca!

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