jueves, 11 de agosto de 2011


Lectio Divina martes 09 de agosto 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas:
Deuteronomio 31, 1-8 - ¡sean fuertes y valientes, no teman, no se acobarden ante ellos!, que el Señor, tu Dios, avanza a tu lado, no te dejará ni te abandonará.
(Salmo) Deuteronomio 32, 3-4a. 7. 8. 9 y 12 - la porción del Señor fue su pueblo
Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

SI NO VUELVEN A SER COMO NIÑOS…


1. Hagamos las LECTURAS 
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»  Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:  -«Les aseguro que, si no vuelven a ser como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo su Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  Grave este evangelio de hoy para nuestro estilo de vida. Nos descoloca todo lo que damos por bueno. Estamos en deuda con Dios. No lo hemos entendido. Primero, nos pide ser sencillos y dependientes como niños. Nosotros decimos la siguiente frase: ¡Primero muertos que sencillos! Y segundo, nos pide acoger a los pequeños, que en este caso significa los débiles de nuestra sociedad. ¿Cómo estamos enfrentando esta solicitud? ¿Qué se hace por esos "pequeños", por esos débiles, por esos pecadores amados de Dios? ¿y por los que Jesús está dispuesto a ir hasta el final? Lo dice hoy. Pronto derramará su sangre por ellos.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Cuando Mateo habla de los ‘pequeños’ se refiere a todas aquellas personas que viven su experiencia de Dios desde la simplicidad y desde la inmediatez de la vida cotidiana. La experiencia de fe no es exclusiva de profesionales de la religión, como los teólogos, pastores, presbíteros o religiosos en general, sino que es patrimonio del pueblo sencillo en cualquier lugar del mundo y en cualquier religión. En cada religión algunas personas se especializan en todo lo relacionado con esa experiencia de fe: Rituales, teología, representación institucional. Y, aunque la presencia de estas personas es importante, sin embargo, lo que hace que una experiencia religiosa crezca y se fortalezca es la sinceridad, dedicación y religiosidad de las personas comunes que profesan esos valores espirituales. El evangelio nos invita a guardar el equilibrio entre las exigencias institucionales y la experiencia sencilla, sabiendo que en todo momento la experiencia primaria se manifiesta en aquellos que acogen a Dios en la sencillez de su vida.   

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
A la par que los extranjeros, los enfermos y las mujeres, los niños carecían también de valor en el mundo antiguo. Su simplicidad y actitud ante la vida eran despreciadas en la mentalidad de la cultura antigua. Solo los varones adultos tenían algún valor.

Los discípulos se acercan a Jesús llenos de prejuicios impuestos por su cultura. Se preciaban de su posición como varones adultos y aspiraban a ser hombres de prestigio a la sombra del Maestro.

La respuesta de Jesús es realmente sorprendente. Llama a un niño de los que sirven en la casa y lo pone como medida de lo que debe ser la Persona Nueva. Los discípulos debieron quedar totalmente sorprendidos. Para ellos no era posible que el modelo a seguir fuera precisamente un insignificante niño. Jesús, sin embargo, aprovecha ese significado de la niñez en aquella cultura para ilustrar cuál es el ideal del discípulo.

Los discípulos se deben hacer como niños. Para esto es necesario cambiar de mentalidad, abandonar todas las ínfulas de grandeza y servir a la comunidad desde la más profunda humildad. La comunidad, a la vez, debe prepararse para recibir a estos servidores, pues puede ocurrir que sean relegados, siendo que precisamente estas personas serviciales y sencillas son las principales en el Reino.

El cambio de mentalidad es un reto. Nosotros hoy estamos influidos por medios de información que nos llenan la cabeza de prejuicios racistas, sexistas, y de modelos estereotipados. Debemos tener una conciencia crítica ante esto y transformar nuestra mentalidad para que sea conforme al evangelio. No podemos caer en el juego del afán de éxito y lucro olvidando la sencillez y el servicio que nos pide Jesús cada día.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-"¿Quién es el más grande?"-
Jesús llama a un chiquillo de la calle y ¡lo lanza, algo asustado, en medio de esos grandes personajes! "Háganse como él." ¡Qué cambio total! Cada uno de nosotros, según su temperamento, puede meditar sobre esta primera consigna: "háganse como niños." Lozanía, belleza, inocencia del niño... ¿por qué no? Pero el pensamiento de Jesús gira hacia otro aspecto: "grande" y "pequeño". Así, lo esencial para Jesús, parece ser el permanecer dependientes, no dárselas de listo, ni de grandes personas; el niño no puede vivir solo, no se basta a sí mismo, necesita sentirse amado, todo lo espera de sus padres. Pues lo mismo es voluntad de su Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos "pequeños".

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Gracias, Padre, por la lección que nos dio Jesús, enseñándonos quién es el más importante a tus ojos: el que se hace pequeño y sencillo como un niño, como Cristo mismo, el servidor de todos, y sabe acoger el Reino como un don, entrando así en él. Opera, Señor, en nosotros una total conversión a la humilde receptividad de quien espera todo de tus manos con la ilusión y gratitud de un niño. Haz que, siguiendo el ejemplo de Jesús, sirvamos en su nombre a los hermanos con alegre sonrisa, compartiendo los gozos y esperanzas de todos. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  Tenemos que hacernos como niños si queremos vivir en comunidad y en paz.CON OJOS DE UN NIÑO”
Éramos la única familia en el restaurante con un niño. Yo senté a  Daniel en una silla para niño y me di cuenta que todos estaban tranquilos comiendo  y charlando. De repente, Daniel pegó un grito con ansia y dijo, "¡Hola  amigo! golpeando la mesa con sus gorditas manos. Sus ojos estaban bien abiertos por la admiración. Con mucho regocijo él se reía y se retorcía. Yo miré alrededor y vi la razón de su regocijo.  Era un hombre andrajoso: sus pantalones eran anchos y con el cierre abierto hasta la mitad y sus dedos se asomaban a través de lo que fueron unos zapatos. Su camisa estaba sucia y su cabello no había recibido una peinilla por largo tiempo. 

Estábamos un poco lejos de él para saber si olía, pero seguro que olía mal. Sus manos comenzaron a menearse para saludar.  "Hola bebito, ¿cómo estás  muchachón?" le dijo el hombre a Daniel. Mi esposa y yo nos miramos,  "¿Qué hacemos?" Daniel continuó riéndose y contestó, "Hola, hola amigo." Todos en el restaurante nos miraron y luego miraron al pordiosero. El viejo sucio estaba incomodando a nuestro hermoso hijo.

Nos trajeron nuestra comida y el hombre comenzó a hablarle a nuestro hijo como un bebé. Nadie creía que era simpático lo que el hombre estaba haciendo. Obviamente él estaba borracho. Mi esposa y yo estábamos avergonzados.
Comimos en silencio; menos Daniel que estaba super inquieto y mostrando todo su repertorio al pordiosero, quien le contestaba con sus niñadas.   Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos hacia la puerta. Mi esposa fue a pagar la cuenta y le dije que nos encontraríamos en el estacionamiento. El viejo se encontraba muy cerca de la puerta de salida. "Dios mío, ayúdame a salir de aquí antes de que este loco le hable a Daniel." dije orando, mientras caminaba cercano al hombre.

Le di un poco la espalda tratando de salir sin respirar ni un poquito.  Mientras yo hacía esto, Daniel se volvió rápidamente en dirección  hacia donde estaba el viejo y puso sus brazos en posición de "cárgame."   Antes de que yo se lo impidiera, Daniel se abalanzó desde mis brazos hacia los brazos del hombre. Rápidamente el muy oloroso viejo y el joven niño consumaron su relación amorosa. Daniel en un acto de total confianza, amor y sumisión recargó su cabeza sobre el hombro del pordiosero.  El hombre cerró sus ojos y pude ver lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus viejas y maltratadas manos llenas de cicatrices, dolor y duro trabajo, suave, muy suavemente, acariciaban la espalda de Daniel. Nunca dos seres se habían amado tan profundamente en tan poco tiempo.

Yo me detuve aterrado. El viejo hombre se meció con Daniel en sus brazos por un momento, luego abrió sus ojos y me miró directamente a los míos. Me dijo en voz fuerte y segura, "Usted cuide a este niño."  De alguna manera le conteste "Así lo haré" con un inmenso nudo en mi garganta.  Él separó a Daniel de su pecho, lentamente, como si tuviera un dolor. Recibí a mi niño, y el viejo hombre me dijo: "Dios le bendiga, señor. Usted me ha dado un hermoso regalo." No pude decir mas que un entrecortado gracias.

Con Daniel en mis brazos, caminé rápidamente hacia el carro. Mi esposa me preguntaba por qué estaba llorando y sosteniendo a Daniel tan apretadamente, y por qué yo estaba diciendo: "Dios mío, Dios mío, perdóname."  Yo acababa de presenciar el amor de Cristo a través de la inocencia de un pequeño niño que no vio pecado, que no hizo ningún juicio; un niño que vio un alma y unos padres que vieron un montón de ropa sucia. Yo fui un cristiano ciego, cargando un niño que no lo era. 

El viejo andrajoso, inconscientemente, me recordó: "Les aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él."   

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