Lectio Divina Viernes 05 de agosto 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Números 4,32-40 ; Salmo 76; Mateo 16, 24-28
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
PERDER EL MUNDO PARA GANARTE A TI
“El discípulo, bajo la perspectiva de la cruz, no es un camino de infelicidad, todo lo contrario: ¡El sentido último del seguimiento es alcanzar la vida! Mateo 16,24-28
1. Hagamos las LECTURAS
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Yo les aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS: Deuteronomio 4, 32-40 - Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre»
Salmo 76 - Recuerdo las proezas del Señor
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Cuando creemos que ya… ya…ahora sí las tengo todas… llega alguna cosita que nos desestabiliza. Con frecuencia nos enfrentamos con timidez a nuestras propias opciones. Somos discípulos que en lo profundo del corazón, a veces incluso de un modo simplemente inconsciente, alimentamos mesianismos triunfalistas y exitosos. Por eso, vamos por la vida haciendo tratos y contratos que nos permiten evadir los compromisos que hemos asumido. Vale la pena preguntarnos: ¿qué deberíamos cambiar para ser más auténticos discípulos?
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Seguir a Jesús no es huir de sí mismo, del mundo o de la vida. Seguir a Jesús es asumir la condición humana de una manera absolutamente nueva y radical. Negarse a sí mismo es abrazar con tal entusiasmo, alegría y decisión una causa que haga pasar a un segundo plano o haga desaparecer la angustia de ser y existir. Nadie puede olvidarse de sí mismo, si no es plenamente feliz con lo que hace, quiere y busca. Seguir a Jesús es asumir la alegría del día a día, la precariedad y la plenitud del presente. Cargar con la cruz no se refiere a infligirse castigos, culpas o remordimientos propios o ajenos, sino a aceptar la condición humana limitada por la violencia, el sufrimiento, la inseguridad, el miedo y la incertidumbre. La cruz es la condición existencial del ser humano, que sólo puede ser redimida si se acepta y se soporta solidariamente. Es el reconocimiento del propio pecado cometido por acción, omisión o permisión. Estas dos exigencias confluyen en la condición básica para ser cristiano: Seguir a Jesús, asumir su causa y compartir su fe.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Si queremos seguir a Jesús con fidelidad no podemos olvidar que en él no encontraremos ese sufrimiento que tantas veces nos acompaña, generado por nuestro propio pecado o nuestra manera desacertada de vivir. Jesús no conoció los sufrimientos que nacen de la envidia, el resentimiento, el vacío interior o el apego egoísta a las cosas y a las personas. Hay, por tanto, en nuestra vida un sufrimiento (según los expertos, puede llegar en algunas personas al 90%) que hemos de ir suprimiendo de nosotros si queremos seguirle. ¿Cómo puedo yo cuantificar el sufrimiento que tengo que suprimir en mi vida? ¿Cómo puedo ayudar a otros a hacerlo?
Alguien ha señalado que uno de los rasgos más característicos de nuestra sociedad occidental es la incapacidad para el sufrimiento y la renuncia. Teorías de la época nos llevan sutilmente al convencimiento de que el ser humano no debe sufrir, ni crecer viendo el sufrimiento. Nuestra civilización del confort y la comodidad no quiere ni oír ni hablar de ello. Ahora, dicen algunos que no es bueno ver a Jesús en la cruz, que es negativo, sobre todo para los niños. Pero, ¿qué pensar de una sociedad que evita, esconde y rechaza determinadas formas de sufrimiento? ¿Qué ganamos escondiendo el sufrimiento? ¿Cómo enseñar a los niños y a los jóvenes que sufrir es parte de la vida, que fortalece y hace mejores personas si se sabe aceptar con sabiduría?
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Que renuncie... que cargue con su cruz...
Sin estos requisitos no hay vida cristiana verdadera. La vida según el evangelio no es una vida fácil, como agua de rosas, facilita y sin consistencia. Seguir a Cristo supone un cierto número de elecciones y de rupturas. He escogido esto, he renunciado a aquello. Es necesario que revise mi vida para ver si de hecho encuentro que hay en ella renuncias. ¿A qué he renunciado por ti, Señor?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor, concédenos seguirte incondicionalmente, sin claudicar ante la dificultad y la incomprensión. Ayúdanos a hacer nuestros tus criterios y actitudes para no arruinar la vida presente y la futura, para alcanzar el fruto de tu cruz salvadora, para participar siempre de tu condición gloriosa. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Trabajemos para entender con los “ojos del corazón” este texto evangélico. Aunque estemos bombardeados por la propaganda del “gozar-gozar” bien sabemos que muchas de las cosas que nos presentan no conducen a la vida verdadera. “GASTAR LA VIDA”
Tú, Señor, dijiste: «Quien quiera guardar su vida, la perderá; y quien la gaste y dé por mí, la recobrará».
A pesar de todo, tenemos miedo a gastar la vida y entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva al egoísmo, y nos atormenta cuando hemos de jugarnos la vida. Pongamos seguros por todas partes para evitar los riesgos. Y, además de todo eso, está la cobardía.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no nos paguen; hacer un favor a quien nada puede darnos a cambio; gastar la vida es arriesgarse incluso al inevitable fracaso, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas, y sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; sólo entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace eludir el sacrificio y busca seguridad.
Enséñanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible están tu gracia y tu presencia, y no podemos caer en el vacío. El futuro es un enigma, nuestro camino se pierde en la niebla; con todo, queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperándonos en la noche con mil ojos humanos que nos deshacen en lágrimas.
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