miércoles, 3 de agosto de 2011

Lectio Divina 03 de agosto 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Números 13,1-2.25-14,1.26-29.34-35; Salmo 105; Mateo 15, 21-28

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

SU FE CONMUEVE AL MAESTRO



1. Hagamos las LECTURAS 
Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. El les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”. Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” El le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD – “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Me pregunto hoy en día, ¿por qué razones gritamos hoy las mujeres? ¿A qué o a quién o a quienes le gritamos? ¿Detrás de quién vamos? ¿En qué cosas ponemos nuestro empeño, qué cosas nos apasionan? ¿De que tamaño es nuestra fe?  Por su parte, la mujer gentil que ocupa nuestra reflexión representa un estilo de fe buscadora; no una fe sumisa; sino una confianza hecha de superación de las dificultades; una fe capaz de superar las crisis y las adversidades. Su pasión buscadora  logra romper las dificultades. Y probablemente ayudaría al mismo Jesús a tomar conciencia de  la universalidad de su misión.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Jesús encuentra en la mujer extranjera la fe que les faltaba a sus discípulos en la barca. La audacia de la mujer consiste no sólo en acercarse a un maestro judío o en superar el obstáculo que representa el grupo de seguidores, sino sobre todo en romper la creencia que considera que uera de Israel no hay salvación. Y, en mayor medida, su audacia consiste en romper la lógica de la comunidad judía, que, al darles prioridad a ‘las ovejas perdidas de Israel’, ignora las urgencias de los creyentes gentiles. La mujer sobrepasa todos estos obstáculos porque está en juego la vida misma de su hija. Supera los prejuicios por los que Israel excluye a los paganos y, a la vez, supera las diferencias por las que los paganos se distancian de Israel. Se salta, por medio de gritos e insistencia, el obstáculo que representan los discípulos. Quiebra la lógica de la comunidad judeocristiana, que fija unas prioridades, sin atender a las urgencias del lugar donde se encuentran realizando la misión. Pero sobre todo, quiebra la lógica de la exclusión para señalar que nadie está por fuera de la salvación.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Ella tenía la pesada carga de ser mujer, de ser extranjera, de ser idólatra y, por ser cananea, de ser impura. Parecía que no era bastante que su pequeña hija sufriera. Pero ella confía en ese Rabbí galileo; confía con todo su corazón y más allá de todo sentido común. Es una mujer que tiene fé y que además, es madre.

Al amar como madre, hace suyo el sufrimiento de su hija: por ello, suplicará a Jesús que se apiade de ella, y no tanto de su hija. Su súplica nace de sus entrañas y se expresa a los gritos.

Suplica unas migajas de compasión... con eso le basta. Su fé supera todo preconcepto, toda barrera, toda exclusión, todo oído cerrado, todo corazón ciego. Su fé conmueve al Maestro.

Esa súplica de madre que implora humildemente unas pocas migas de piedad, tendrán por respuesta de Jesús el pan abundante e inagotable de la Misericordia. Y sucede el milagro.

La paz y el bien no quedan acotados al origen, los milagros suceden cuando hay corazones capaces de amar y tener fé. Así nos sucede a nosotros, habituales forasteros en su huella a causa de esos demonios que llamamos pecado; suplicamos un poco de piedad... Y Él vuelca sobre nosotros canastas y canastas de Misericordia.

Frente a la súplica humilde y confiada de piedad, la respuesta es Pan Vivo e inagotable.

Seguramente Jesús se conmovió con esa mujer cananea: lo conmovió su fé y en ella vió a la tenacidad del amor de María y al modo como ama su Padre: con entrañas de Madre.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Una gran esperanza se abre hoy por la Fe de esta pagana. Si Jesús voluntaria y humildemente se ha limitado "a las ovejas descarriadas de Israel", deja entrever y valora el acceso de los paganos a la Iglesia. Así debo siempre preguntarme hoy: ¿por qué tengo la suerte de tener Fe? ¿Por qué soy un privilegiado, un invitado a comer el pan de los hijos de Dios? ¡Que jamás olvide, Señor, la inmensa multitud de los que esperan las migajas de esta mesa! Y yo, que me alimento ya de Dios, debo pensar que esta mesa no es jamás para mí solo. ¿Cómo haré que los demás se aprovechen de ella?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Es justo alabarte, Dios de todos los pueblos, porque tu amor no tiene fronteras de raza, color, lengua, cultura, sexo, clase y nacionalidad. Cristo abrió las puertas de tu Reino a unos y otros, y en su mesa parte para todos el pan de tus hijos. Nosotros, tu pueblo, debemos hacer lo mismo.  Mantén, Señor, a nuestra comunidad en esta tarea de repartir tu pan a todos los pobres del mundo. Y enséñanos hoy a unir fe y oración, oración y vida, para que podamos bendecir tu nombre por siempre. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  Trabajemos para alcanzar la perseverancia en la súplica a Dios de la mujer cananea.  Oremos insistentemente y trabajemos por hacer el bien hasta lograr la alabanza de Jesús. “DÍA TRAS DÍA, SEÑOR”

Día tras día, Señor, voy a pedirte lo que tú sabes:
verte más claramente, amarte más tiernamente, gozarte más alegremente, esperarte más vivamente, y seguirte más fielmente.

Día tras día, Señor, voy a pedirte lo que Tú sabes:
verte, amarte, gozarte, esperarte, seguirte.

Día tras día, Señor, voy a pedirte lo que Tú sabes,
claramente, tiernamente, alegremente, vivamente, fielmente.

Día tras día, Señor, voy a pedirte lo que Tú sabes,
sin cansarme, sin olvidarme, sin agobiarme, sin legalizarme, sin marearte.

Día tras día, Señor…

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