Lectio Divina martes 07 de diciembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Isaías 40,1-11; Sal 95; Mateo 18,12-14
Jesús dijo a sus discípulos: - «¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo su Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El texto trata de la atención a los pequeños. Estamos en el cuarto discurso en que Mateo dirige instrucciones acerca de la vida de la comunidad cristiana. Está dirigido el discurso a sus discípulos pero refleja una comunidad en la que existen problemas de convivencia. Mateo intenta responder a esta situación diseñando un modelo de comunidad en la que los discípulos, atentos a la voluntad de Dios, viven la fraternidad desde el perdón y la aceptación de los más pequeños.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
De momento, nos alegramos de que nuestro Dios se preocupe tanto de las ovejas descarriadas. Porque bien que cada uno de nosotros nos sentimos así muchas veces y podemos decir que Él pone siempre en nuestro camino posibilidades para volver al sendero recto y seguro para volver. Aunque a veces nos resistamos. Desde luego, para Dios no somos un número más en una lista grande, como en el banco, en la Caja de Seguro Social o en el Tribunal Electoral. Para Dios tengo cara, nombre y apellidos, deseos profundos y nobles aspiraciones, junto con un lastre, más o menos grande, de pecado personal. Y Él lo comprende, y sale al encuentro, y me busca, y si me dejo, me sube a sus hombros con alegría, y me devuelve al redil. Con tus hermanos en la fe.
Sigo siendo pequeño, me siento pequeño, pero por eso puedo seguir mirando al futuro con esperanza, porque Dios se ocupa de los pequeños. Se ocupa de mí, de mis problemas, me busca, me espera, me llama, pone a gente en mi camino. Párate a pensar en las veces que, por casualidad, ha cambiado algo a mejor en tu vida, civil y espiritual. ¿No será que él andaba cerca, dejándote mensajes y ofreciéndote la mano? Y es que este caminar las casualidades son el paso de Dios por nuestra vida… entonces debemos llamarlas “diosicades”. Claro que sí…
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Cuando se pierde un “pequeño” todo se moviliza en la familia. Suscita en nosotros una peculiarísima ternura. También Dios tiene sus pequeños. Cuando se le pierden, su corazón se enciende y pierde el equilibrio: todo lo abandona. ¿Será, de verdad, Dios así? Su palabra nos lo dice.
¿Quién te buscó a ti? ¿Quién te encontró? ¿Llegaste solo? ¿Quién te trajo? Quien te trajo fue un pastor, y ese pastor, a su vez, fue traído por otro Pastor. Convierte tu corazón en fuente de esperanza para tantos hombres y mujeres que no la tienen. Transforma tu vida en un camino del Pastor que busca sin cesar a todo hombre y a toda mujer que, por la razón que sea, no está en su rebaño.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Mi Señor, te pedimos por cada una de las ovejas que en este momento están perdidas. También te pedimos por la conversión de los lobos feroces que andan devorando a las ovejas. Y por nosotros, que de vez en cuando nos extraviamos, ayúdanos en nuestra misión de ayudar a construir en el reino de los cielos. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Definitivamente que nuestro Dios anda muy mal en matemáticas… Dejar 99 y buscar 1… Pero qué alegría y qué garantía para nosotros que nos creemos de entre las 99, tener la certeza de que cuando nos toque extraviarnos él deja al resto y me buscará… Por eso pedimos que Dios no aprenda nunca “nuestras matemáticas”…. ¡Mira que eres loco!
Nos han dicho que quieres volver a nacer otra vez. Mira que eres loco, ¿ah?¿Pero no ves lo que somos y lo que estamos haciendo? Y sin embargo, Tú quieres venir.
Ya no sé si con tu gesto testarudo de volver cada Navidad estás pretendiendo decirnos algo:
Que el cielo está siempre abierto, que hay estrellas para guiar nuestros pasos, que hay ángeles humanos a nuestro lado, que podemos hacemos tiernos como niños, que el mundo puede ser nuevo, que Dios es Padre y Madre en nuestro desconcierto...
Que nadamos en abundancia mientras hay hermanos, tuyos y nuestros, que sufren hambre de pan, de cultura, de libertad, de cariño, de dignidad... Que tenemos un mensaje que se llama Evangelio que todavía no es buena noticia para todos, porque nosotros lo desvirtuamos y malvivimos.
Que tenemos miedo de vivir y cerramos nuestro corazón a los hermanos. Que nos preocupamos mucho por nosotros y nos justificamos ante Ti dando limosnas. Que no sabemos compartir, y que Tú sigues encontrando nuestras puertas cerradas...
Si es así, Jesús, ven a nuestras casas esta Navidad, ven a nuestra ciudad, ven a nuestra parroquia, ven a nuestro grupo, ven a nuestro mundo... Y ven, antes que nada, a nuestro pobre corazón.
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