martes, 7 de diciembre de 2010

Lectio Divina lunes 06 de diciembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Isaías 35,1-10; Sal 84;  Lucas 5, 17-26

Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. «Hombre, tus pecados están perdonados.» Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: - «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?» Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: - «¿Qué piensan en su interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir levántate y anda,'? Pues, para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados - dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.» El, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: - «Hoy hemos visto cosas admirables.»




2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El paralítico estaba totalmente postrado. Su limitación no le permitía desempeñarse como cualquier otro ser humano. Esta limitación que de por sí era oprobiosa, aumentaba más con la marginalidad a que era sometido por la mentalidad vigente en aquella cultura. Como enfermo estaba totalmente desplazado de la comunidad humana. Se consideraba, en general, que la enfermedad provenía del pecado ya fuese de la misma persona o de su familia o algún antepasado. Los sacerdotes, escribas y los fanáticos religiosos guardaban celosamente los prejuicios de la cultura como normas absolutas e inalterables. Sometían a la población a un régimen de ideas que los ataba a la estructura ideológica del sacralismo y el perfeccionismo legal. En ese esquema, el enfermo no tenía alternativa. Era expulsado de la comunidad y ya no era reconocido prácticamente como ser humano. Jesús rompe ese esquema y propone una visión amplia, generosa, tierna. El ser humano, cualquiera que sea, tiene un valor tan grande que las normas y los prejuicios tienen que modificarse para que la persona sea el centro de la vida.

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Hay varias enseñanzas hoy. El paralítico no podía andar, y necesitaba la ayuda de otras personas. Y la encontró. ¿Cómo anda nuestro nivel de ayuda a los vecinos (amigos, familiares, compañeros del colegio y/o instituto o universidad) en este último tiempo? Si hace mucho que nadie nos dice eso de gracias por tu ayuda, a lo mejor es tiempo de revisarnos. Y ver a quién podemos echarle una mano. Adviento es tiempo de esperanza, llévale esperanza a alguien. Quizá no tengas que ir muy lejos, para encontrar a un paralítico cerca de ti.
Hay otro motivo para pensar. Esa gente no se rindió ante nada. Hasta le destrozaron el tejado al propietario. No sabemos si luego se lo arreglaron, pero sí sabemos que la fe mueve montañas, tejas y todo lo que haga falta. Y tu fe, ¿cómo va? ¿Te rindes a las primeras de cambio? ¿Piensas que la mejor manera de vencer la tentación es caer en ella? ¿Tienes tu propio criterio, y luchas por defenderlo, o te derrotan las multitudes? Si esos camilleros se hubieran rendido, este pobre hombre se habría vuelto a casa sin nada. La fe que tenían les abrió todas las puertas, mejor, el tejado.
A Jesús no le preocupaba el qué dirán. Le preocupaba más bien la gente que le rodeaba, y si veía fe, actuaba. A veces, Él llama. A veces, la gente viene a Él. En todo caso, por parte de Jesús, una misma pregunta: ¿Tienes fe? Si es así, y quieres curarte, tiéndele la mano. La suya está siempre al alcance.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Jesús, no es difícil hacer la comparación con algunos amigos míos que no se mueven nada, sobrenaturalmente hablando, como si estuvieran paralíticos de espíritu. ¿Qué puedo hacer? Hay muchos obstáculos que dificultan el ponértelos delante de Ti para que les puedas perdonar y curar. Hay que romper muchos techos, esquemas, excusas. El secreto está en ser, primero yo, mejor cristiano. Ni siquiera sería necesario exponer la doctrina si nuestra vida fuese tan radiante, ni sería necesario recurrir a las palabras si nuestras obras dieran tal testimonio. Ya no habría ningún pagano, si nos comportáramos como verdaderos cristianos.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Gracias, Señor, porque estamos viendo tus maravillas: tu misericordia y tu fidelidad se encuentran en nuestro bajo mundo; la justicia y la paz se besan, mientras la verdad mana de la tierra que tú visitas. Una aurora de paz despierta la raya de nuestro horizonte. Todo es presencia y gracia tuya, flores de tu ternura que brotan en nuestro erial calcinado. ¡Gracias, Señor! Queremos reconciliarnos contigo y con los hermanos, celebrando unidos y alegres la fiesta de tu misericordia. Y una vez regenerados por tu amor, proponemos demostrar con nuestra vida que el desierto inhóspito ha florecido. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: En muchas ocasiones vemos paralíticos físicos mucho más felices que los “paralíticos de la fe”. Y lo peor es que estos últimos no se dejan “cargar en la camilla” porque no se han enterado que están enfermos. Para ellos pidamos que se les abran las: Ventanas de la vida”
Abre la ventana de tu corazón, y deja airearse el alma.  Libérate  del residuo amargo del dolor  y del rencor,  haz limpieza en  los cristales de la ventana del corazón, verás   mejor la vida.

Deja la luz inundar todo, borrar las marcas de las decepciones, las tristezas del fracaso, el vicio de sufrir por sufrir, y permite que el sol derrita el hielo de la soledad. Enamórate de una sonrisa y sonríe también... ilumina las ventanas de los ojos, ama a la persona que el espejo refleja todas las mañanas.
Abre las ventanas de los antojos y derrocha sueños, nadie sueña vanamente... y no es verdad que los sueños huyen. Deja la luz inundar todo, borrar las marcas de las decepciones, las tristezas del fracaso, el vicio de sufrir por sufrir, y permite que el sol derrita el hielo de la soledad.
Enamórate de una sonrisa y sonríe también... ilumina las ventanas de los ojos, ama a la persona que el espejo refleja todas las mañanas. Construye, día a día, escalones para que puedas llegar hasta tu meta después aplaudirás porque lo  conseguiste. 
No permitas que ninguna sombra borre el sol, que ninguna pared aprisione el viento y calle el sonido de la vida. Diseña un horizonte más allá de tu ventana. Haz florecer todos los campos que tu vista alcanza, después ve más allá. 
Expón en la ventana la alegría de vivir, muestra al mundo un rostro luminoso, una faz sin arrugas de preocupaciones, lista para ser acariciada, admirada y besada. Siembra ternura, un  gesto, una frase dulce o un suspiro, alguno escuchará y devolverá el eco de tu voz.
Desvía  tu mirada de las cosas tristes e infelices, transforma en oasis toda la aridez que aparece a través de tu ventana. Esparce el polvo dorado de tus sueños más allá de la ventana, planta flores, permite que las semillas de la felicidad  se depositen y contaminen toda la tierra.
Rehace tus creencias, redime equívocos y  culpas, regenera errores y  fallos, distribuye el perdón. Valora siempre  lo mejor de cada persona y lo mejor que hay en ti...Abre la ventana de la vida y que se llene de cada cosa,  aunque parezca  pequeña. Vive la forma adulta de ser niño. Abre  la ventana  y no mires  pasar la  vida, VIVELA.

(Con la colaboración del Padre Manuel Villareal)



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