viernes, 10 de diciembre de 2010

Lectio Divina jueves 09 de diciembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Isaías 41,13-20; Salmo 144;  Mateo 11, 11-15

EL REINO EXIGE ESFUERZO



Jesús dijo a la gente: -«Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que quieran admitirlo. El que tenga oídos que escuche.»


2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
De pocas figuras (bíblicas) celebramos el nacimiento. De muchos hacemos memorias a la hora de su muerte. Del Bautista, el nacimiento. Es que el Señor es clemente y misericordioso, como dice el salmo, lento a la cólera y rico en piedad. Precisamente por eso, a pesar de todo, a lo largo de la historia fue enviando profetas, para ver si se nos ablandaba el corazón, siempre, siempre, siempre. Juan Bautista es presentado como el nuevo Elías. Como se recordará en el libro de los Reyes aparece la grande y misteriosa figura de Elías. Según las tradiciones bíblicas la aparición de Elías precedería la irrupción del tiempo mesiánico. El profeta que se elevó al cielo en un carro de fuego (2 Re 2, 1-18) volvería para consumar las promesas del rey definitivo. Jesús toma esa figura mítica y la transforma mediante una novedosa interpretación: el espíritu de Elías está en todos los profetas que lo sucedieron, especialmente en Juan.



b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
El texto que corresponde al día de hoy es uno de los más difíciles de interpretar del Evangelio. Vamos a reflexionar sobre una de las varias interpretaciones.
Jesús divide la historia en tres partes. La primera es la etapa de los profetas y la Ley en Israel. En ese tiempo muchos han pretendido imponer su imperio, en contra del Reino de Dios. Ha sido el tiempo de la violencia: gente violenta ha querido arrebatarle a Dios su reinado. Sin embargo, no lo consiguieron. Quien instaura el Reinado de Dios es Jesús y sus discípulos; hasta los más pequeños, forman parte de él. En el punto intermedio hay una figura: Juan Bautista. Es como un nuevo Elías que defiende los derechos de Dios, los derechos de Jesús, hijo de Dios. Jesús lo define como “el más grande nacido de mujer”. Juan no ha querido arrebatar violentamente el Reino, sino que ha preparado el camino para que Jesús lo instaure. Al mismo tiempo, Jesús dice, que el más pequeño en el Reino es mayor que Juan. Juan preparó el camino del Señor, pero a él no le fue concedido, recorrer ese Camino.
Tener sentido de la historia, de nuestra propia historia, saber lo que nos está ocurriendo, en qué parte del camino nos encontramos, es importante. Tener una vida con sentido, con la lógica de Dios, es muy importante. Ese es el misterio revelado a los pequeños, a los que queremos formar parte de la Comunidad del Reino.
Las tentaciones de suplantar el Reino de Dios, hacia los pequeños, y suplantarlo con un Reino de violencia es muy fuerte. No hemos de ceder a la tentación. Juan fue el único que hizo viable la llegada del Reino, el que preparó el Camino. Dios mismo es quien implanta su Reino. Nosotros hemos de ser únicamente humildes precursores.
Hay mucha violencia en nuestro mundo. El Reino de Dios se instaura allí donde no hay violencia, ni siquiera violencia religiosa. La puerta del Reino es pequeña, y solo los humildes y pequeños entran en él. Si no se hacen como niños…

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Juan es un hombre firme, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente de que hay que luchar para mejorar y para ser santo, y por eso Jesús exclama: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Los “violentos” son los que se hacen violencia a sí mismos: ¿Me esfuerzo para creerme que el Señor me ama? ¿Me sacrifico para ser “pequeño”? ¿Me esfuerzo para ser consciente y vivir como un hijo del Padre?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor, me llena de gozo y consuelo el saber que, si acojo tu amor en mi vida, aunque sea el más pequeño y el último de los humanos, sería en tu Reino mayor que el Bautista. Mis palabras son demasiado pobres para celebrar tu inmenso amor para conmigo. Pon tus palabras en mi boca para que pueda explicar a los que se sienten que son demasiados pequeños y despreciables como para que Dios se preocupe de ellos, que tú sientes un inmenso cariño por ellos. Y también para que los ricos y poderosos sean sensibles a los derechos y necesidades de sus hermanos más pobres y desposeídos. Y por los profetas que viven entre nosotros para que en nombre de Dios nos recuerden que tenemos que hablar claro y alzarnos a favor de los sin-voz y de los oprimidos. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
También nosotros estamos llamados a preparar el camino, ser Bautistas para la gente que nos rodea. Se trata de anunciar una buena noticia, un Dios rico en piedad, justo a su manera, como dice un cuentecito de Anthony de Mello. Porque viéndolo bien ¿qué sabemos nosotros de justicia y de amor?
El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos, hasta que recibieron la llamada de Dios para hacerse discípulos suyos. El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que sentir cómo se desgarraba su corazón al separarse de su familia y de la muchacha a la que amaba y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más pobres. Se desató en aquel país una persecución, a resultas de la cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte. Y el Señor le dijo:- "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!"

La generosidad del más joven fue menor. Decidió ignorar la llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz matrimonio, le fueron bien los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos. También de vez en cuando mandaba alguna pequeña suma de dinero a su hermano mayor que se encontraba en un remoto país, adjuntándole una nota que decía: "Tal vez con esto puedas ayudar mejor a aquellos pobres diablos".
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo:- "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido con valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!"

El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo:- "Señor, aun sabiendo esto, si tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría por Ti exactamente lo mismo que he hecho".

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