martes, 28 de diciembre de 2010

Lectio Divina lunes 27 de diciembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: 1Juan 1,1-4; Salmo 96; Juan 20,2-8

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

PARA QUE NUESTRA ALEGRÍA SEA COMPLETA



De la primera carta del apóstol san Juan 1, 1-4
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, les damos testimonio y les anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído se los anunciamos, para que estén unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.

Del Evangelio según san Juan 20, 2-8
El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD. Nosotros hablamos mucho de testimonio. El cristiano ha de ser un testigo. Pero podemos preguntarnos si nuestro testimonio no se limita demasiado a las apariencias, a las cosas que vemos y palpamos. ¿No necesitaríamos profundizar nuestra mirada? Quizá entonces el objeto de nuestro testimonio sería más profundo. Quizá entonces nuestro anuncio tendría un poco más de seguridad y la convicción del fragmento de hoy.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
.Íntimo del Señor, obsesionado con el amor. Éstos pueden ser muy bien los rasgos propios de Juan el Evangelista. Él había experimentado en su propia persona lo que significa ser amado por Jesús y, a cambio, amarle. ¡Y Jesús era el Señor, el Hijo de Dios!  En la etapa última de su vida estaba sanamente obsesionado por el amor, como su evangelio y su primera carta nos revelan. Era el hombre que predicaba amor; las palabras que usaba, la urgencia e insistencia con que hablaba no pueden venir sino de un hombre que vivió profundamente ese amor y que sintió que ése debía ser también el distintivo de los seguidores de Jesús y de las comunidades cristianas.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
En la fiesta de San Juan, apóstol y evangelista, se nos recuerda que la fe es don y tarea. Experiencia y transmisión. Corazón y boca.

La fe, como las cosas más importantes de la vida, se nos ha regalado. No la ha inventado nuestra generación, ni hemos pagado por ella, ni se puede vender… es un regalo que nos viene de los que nos precedieron... y que se entrega a cada generación, para que la recree en su circunstancia. Y a cada corazón, para que fermente la vida y la haga nueva, redireccionándola hacia el sueño de Dios.

“Lo que hemos oído”, “lo que hemos visto con nuestros propios ojos”… “pues la vida se hizo visible”… “esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo”... Todo es un regalo. Por pura gracia.
Ese regalo tiene su origen en la persona de Jesús. Aquél que, hace 2010 años, pasó haciendo el bien y hablando de parte de Dios. Aquél que unos acusaron de ser un embaucador… y que otros reconocieron viniendo de parte del Padre, como Hijo en quien reconocernos y desde el que vivir. Todos “vieron” a Jesús. Aunque no todos lo creyeron. La fe siempre es un salto. Y Juan lo dio: “Vio y creyó”. Ahí está la gracia.

Cada creyente y cada generación está llamada a hacer ese salto: “ver” a Jesús, conocer su persona, saber qué dijo, qué hizo… y “creer” que en su humanidad se nos está dando el mismo Dios, acogiéndonos desde siempre y para siempre, abriendo caminos nuevos para la vida y para el mundo, en la esperanza de que, si vivimos desde ahora con Él, viviremos para siempre con Él. Ahí está lo definitivo. “Ver y creer”.

Y una vez que se recibe, la fe es tarea. “Les damos testimonio y les anunciamos”… “para que estén unidos con nosotros”… “y para que nuestra alegría sea completa”. Esa es la comunión que ofrece la fe: unirnos en ese círculo de amor entre el Padre y el Hijo. Más allá de nuestros orígenes, lenguas, razas, características o simpatías, nos puede unir la fe en el mismo Dios de la vida, para dar vida. Y esto hay que anunciarlo.

Corazón y boca… para llegar a abrir las manos.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Y fue entonces cuando entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó.
¿Qué es lo que vio? ¿Qué signo lo llevó a creer? "Vio el sudario allí y el lienzo que había cubierto la cabeza no estaba junto al sudario sino plegado aparte en su lugar." ¡Pobres signos! Signos humildes y modestos. Al ver la piedra del sepulcro corrida, pensó sin duda en la posibilidad de un robo. Pero viendo los lienzos mortuorios bien plegados y colocados en su sitio, empezó a "creer" en la resurrección. ¡Cuán bueno es para nosotros leer estos humildes detalles que los testigos directos nos dan! En nuestras vidas, también para nosotros existen "signos" que Dios nos presenta. Ayúdanos, Señor, a interpretarlos. ¿Cuáles son los humildes signos que Dios presenta actualmente en mi vida, a fin de que crezca mi fe?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro, tú eres amor, el amor mismo personificado. Sabemos que tú nos amaste primero antes de que nosotros pudiéramos nunca amarte. Te pedimos que la experiencia inolvidable  de tu “querido apóstol” Juan llegue también a ser nuestra profunda y perenne experiencia. Que el amor que nos has mostrado
en tu Hijo Jesucristo nos mueva, a cambio, a amarte muy profundamente,  y que este amor se derrame  sobre todos los hermanos que encontremos en nuestra vida. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Juan es el apóstol que insiste en que nos deberíamos amar unos a otros como Jesús nos ama. Jesús nos pide vivir en él,  como él vive en nosotros. Que ojalá nosotros permanezcamos y crezcamos en su amor y no vivamos:“A tientas”
Creer, cuando uno se adentra en la madurez de la vida,  o lleva años afirmando y regando el jardín  de sus flores y seguridades,  no consiste en soñar, ni en volar, ni en adentrarse en un mundo de ilusiones,  ni en quitar las hierbas malas,  ni en dar respuesta a todos los interrogantes, ni en tener una estructura lógica y razonable en la que apoyarse...

Creer, hoy, Señor, es andar a tientas,  tanto de día como de noche,  entre sombras y luces, bullicios y silencios -que velan, desvelan, confunden y alertan- e intentar, con los sentidos cansados,  olerte, oírte, verte, tocarte y besarte en tus mediaciones.  Y alegrarse de estar aquí así,  a tientas.



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