martes, 2 de noviembre de 2010

Lectio Divina. Lunes 1 de noviembre.

Lectio Divina lunes 01 de noviembre  2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Apocalipsis 7,2-4.9-14; Salmo 23; 1Juan 3,1-3; Mateo 5, 1-12 Todos los Santos9


 
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes.» 

VEAMOS NUESTRA REALIDAD. HOY ESTAMOS MUY CERCA DE HOMBRES Y MUJERES QUE SON SANTOS DE VERDAD. En este mundo de hoy desmitificador y desacralizador parece un hallazgo de anticuario tropezar con un santo. De hecho, sin embargo, estamos muy cerca de hombres y mujeres que son santos de verdad: hombres y mujeres que andan con nosotros el mismo camino y que se esfuerzan por conseguir una vida auténticamente cristiana, fieles al Evangelio de Jesús; hombres y mujeres que luchan por ser justos y pacificadores, pobres y compasivos, limpios de corazón y de corazón compasivo, según el espíritu de las bienaventuranzas. Hoy hay santos que viven entre nosotros. Quizá nos cuesta descubrirlos. Pero ahí están. Lo que ocurre es que son silenciosos. Y por eso pasan desapercibidos entre nosotros, aunque nos crucemos con ellos en la tienda o en el mercado, en el trabajo o en el bar. Son los santos de hoy y de aquí que aún debemos descubrir.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Sobre el soporte de un esquema literario muy conocido en la tradición sapiencial judía y utilizado otras veces por Jesús, Mateo va señalando las pistas que conducen a la verdadera felicidad. La primera de ellas resume de algún modo las demás: llama dichosos a los que viven la pobreza, entendida aquí como la actitud religiosa de desprendimiento y dependencia de Dios, y al mismo tiempo invita a adoptar esta misma actitud a todos aquellos que quieran tener parte en el reino.


b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
El año no tiene días para recordar a todos los santos que han vivido a lo largo de la historia. Son los ciento cuarenta y cuatro mil del pueblo de Israel: doce mil por cada tribu, un pueblo completo, sin diezmar, un número redondo, entero. Y son una muchedumbre innumerable, no ya de Israel, sino de toda raza, pueblo, lengua y nación. No hay días en el año para recordar a cada uno de estos hijos de Dios. Así que los juntamos en una sola celebración, solemne y gozosa.
Podríamos decir también que esta es una fiesta muy del pueblo. Aquí no entra solo esa aristocracia formada por los apóstoles, los grandes héroes de la fe que fueron los mártires, las mujeres que fundaron Congregaciones religiosas, los grandes doctores y doctoras, los grandes Papas. Hoy celebramos también la memoria de los santos anónimos, que han encarnado en su vida las bienaventuranzas y que ahora participan de la vida prometida por Dios.
Entran mujeres y varones: Pablo y Paula, Julio y Julia, Andrés y Andrea, Pedro y Petra, Tomás y Tomasa, Luis y Luisa, y así indefinidamente. Entran mayores y entran jóvenes (como la recién beatificada Chiara Luce Badano); entran ancianos y entran niños (recordemos a Francisco y Lucía, los dos pequeños de las apariciones de Fátima, también beatificados); entran personas de nuestro pueblo y de nuestra familia.
En esta gran fiesta celebramos sobre todo a Dios. Celebramos su obra. Los santos eran personas hechas con los mismos mimbres que nosotros. Con el barro de que cada uno está formado Dios es capaz de modelar al hombre nuevo: mujeres nuevas, varones nuevos; Dios es el alfarero del hombre nuevo.
Decía un teólogo: “un santo es un pecador del que Dios ha tenido misericordia”. Esa fórmula hay que completarla: “un santo es un pecador del que Dios ha tenido misericordia… y que se ha vuelto consciente de esta misericordia y la ha acogido hondamente dentro de sí”. Todo es don de Dios, también nuestra respuesta. Pero es necesario que, por nuestra parte, se dé la acogida de ese don. Sí, creámoslo: Dios puede hacer primores en nosotros.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Hay santos a granel. ¡Cuánto amor, cuánto sacrificio, cuánta constancia, cuánta fe! A veces cuando se visitan familias se encuentra uno dos veces con Cristo en la misma casa: crucificado, en el enfermo; samaritano en quien lo cuida. No se trata de ejemplos sueltos de bondad. Son virtudes heróicas, que hacen más buenos a quienes las practican y a quienes se benefician de ellas. Suelen estar empapados de confianza en el Padre, movidos por la fuerza del Espíritu, sostenidos por la cruz del Señor. Son los justos de nuestra sociedad. Busquen, busquen ustedes otros modelos de santos de hoy: familias con desempleados, con alcohólicos, con drogadictos. Voluntarios sacrificados, en todos los frentes de la marginación. Visitadores de enfermos, catequistas incansables, trabajadores honrados, madres maravillosas. ¿Quién podría contarlos? ¿Cuántos son los santos, amigos de Dios, fieles a Él y a los hombres?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor, Dios Padre de todos, hoy nos alegramos con esta constancia: Aunque nos parezca que el mundo está infectado por la maldad del pecado, no todo es infidelidad a ti. Hay santos por todas partes; son innumerables. El cortejo de los santos lo forman quienes pertenecen y viven en el círculo de la verdad, del amor, del silencio, del sacrificio, de la caridad, de la solidaridad, de la justicia... Estos siempre son los primeros en el Reino. En cambio, no lo forman parte del cortejo quienes hacen un pequeño dios de sí mismos, de su cuerpo o arte, de su dinero o poder. Estos son siempre los últimos en el Reino de Dios.
Gracias Padre.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Nosotros admiramos a los santos de los altares, pero no los imitamos, ni nos llama la atención su vida de sacrificios o su pobreza. Jesús le da la vuelta a la tortilla: llama dichosos a los pobres… Y es que son verdaderamente felices y santos aquellos que reaccionan ante el sufrimiento ajeno y buscan erradicarlo movidos simplemente por el amor al otro. La santidad no es de los altares, sino de todos los días... Las bienaventuranzas son para todos... “Hilos para entender las bienaventuranzas
Cómo podrá alguien ayudar, si nunca ha necesitado un hombro amigo.  Cómo podrá alguien consolar, si nunca sus entrañas han temblado de dolor.
Cómo podrá alguien curar, si nunca se ha sentido herido.  Cómo podrá alguien ser compasivo,  si nunca se ha visto abatido.
Cómo podrá alguien comprender, si nunca en su vida ha tenido el corazón roto.  Cómo podrá alguien ser misericordioso,  si nunca se ha visto necesitado.
Cómo podrá alguien dar serenidad, si nunca se ha dejado turbar por el Espíritu.  Cómo podrá alguien alentar, si nunca se quebró por la amargura.
Cómo podrá alguien levantar a otros,  si nunca se ha visto caído. Cómo podrá alguien alegrar, si nunca se ha reído de su sombra.
Cómo podrá alguien abrazar, si nunca se ha dejado estrujar. Cómo podrá alguien dar alegría, si nunca se acercó a los pozos negros de la vida.
Cómo podrá alguien enseñar, si nunca ha querido ser discípulo. Cómo podrá alguien anunciar la buena noticia, si nunca se ha preocupado de los signos de los tiempos.
Cómo podrá alguien ser tierno, si en su vida todo son convenios. Cómo podrá alguien acompañar a otros, si su vida es un camino solitario.
Cómo podrá alguien compartirse, si en su vida todo lo tiene cubierto. Cómo podrá alguien gozar el Evangelio,  si lleva cuenta hasta del comino.
Cómo podrá alguien encontrar, si nunca ha estado perdido. Cómo podrá alguien ser dichoso, si las bienaventuranzas le parecen un acoso.


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