jueves, 18 de noviembre de 2010

Lectio divina. Miércoles 17 de noviembre.

Lectio Divina Miércoles 17 de noviembre  2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Apocalipsis 4,1-4; 150 Lucas 19, 11-28.

Jesús dijo una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: -«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negocien mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también:"Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." Entonces dijo a los presentes: "Quítenle a éste la onza y dénsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Les digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, tráiganlos acá y degüéllenlo  en mi presencia."» Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
                                                                                          
2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Esta parábola tiene grandes semejanzas con la de los talentos en Mateo 25, 14-30. Frente a los que confiaban en un mesianismo triunfal e inmediato, y esperaban aún la venida del Señor, Jesús presenta el juicio a que serán sometidos todos los discípulos en su venida final. Es una llamada a trabajar incansablemente por el reino.

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
La vida no nos pertenece. Somos simplemente sus administradores y nos ha sido confiada por un amo exigente, que nos pedirá cuentas de cómo la hemos empleado. Ahora bien, es también un amo liberal y generoso: será él quien nos pague los intereses, quien nos restituya la posesión perpetua de lo que hayamos sido capaces de rendirle al final del depósito. La parábola de las onzas de oro (o la parábola de la responsabilidad) sorprende por la desproporción del trato, un trato que no se corresponde con nuestros criterios de justicia: el amo da al siervo más rico lo que quita al siervo miedoso. ¿Qué es lo que se premia aquí: la iniciativa económica, la eficiencia, la despreocupación?
El siervo holgazán no es castigado por desconocer cómo se opera en la bolsa; es castigado porque no confía en el Señor, le imagina cruel y despiadado y prefiere mantenerse aferrado a su mina: quiere conservar su vida para sí mismo, como si fuera suya, pero por eso la perderá. En cambio, dar la vida, sin temores ni cálculos, generosamente, nos permitirá recibirla como don, para siempre, “en el día de la misericordia".

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le concederá el discernimiento de todos los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos existentes fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias, incluso con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todas las demás cosas. Al que tiene la alegría del Evangelio se le dará la intuición del sentido de la verdad que puede haber en otras religiones. Por el contrario, al que no tenga se le quitará aun lo poco que tenga. Al que posee poca alegría del Evangelio se le irá de las manos la capacidad de diálogo y se obstinará en la defensa a ultranza de lo poco que posee, se cerrará dentro de sí mismo, entrará en pugna con los demás por temor a perder lo poco que tiene. Este es nuestro drama, el drama de nuestra sociedad. La poca alegría del Evangelio es causa de mezquindad y de tristeza en todos los terrenos de la vida eclesiástica y social, produce corazones encogidos y es causa de absurdas discusiones sobre auténticas nimiedades.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Dios nuestro y de todos… te damos gracias porque podemos escuchar y reflexionar tu palabra día a día… Hoy en especial te escuchamos contarnos una parábola para que aprendamos a ser responsables. Y la contaste “porque estabas cerca de Jerusalén” donde matan a los profetas porque dicen la verdad… Que no nos engañemos… que no hagamos pacto con la mentira… Que sepamos administrar con sabiduría nuestros talentos, poniéndolos a disposición del reino y no guardándolos… Que tengamos tanto que dar que decidas darnos aún más… Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: A veces actuamos como el siervo holgazán: quejándonos y criticando pero sin hacer nada y con los talentos guardados en el pañuelo… En cambio a los siervos trabajadores les dan un semilla y vislumbran el bosque. Hoy se nos invita a decir: AQUÍ ME TIENES
Aquí me tienes, Padre, aprendiendo a vivir en tu casa y dejando que tu mensaje cale. ¡Cuenta conmigo!

No soy mucho, ni valgo mucho, ni tengo mucho. Soy un simple servidor tuyo. Aquí me tienes, Padre.
Quiero aprender a vivir en tu casa. Pero aumenta mi fe, que es bien débil; y mi amor a todos, que sigue siendo torpe; y mi esperanza niña, con tantas promesas…, cuida, corrige y eleva. Aquí me tienes, Padre.
Quiero que tu mensaje me cale, que me ares y siembres en mí tu proyecto de hermandad, tu respeto a los pequeños, tu perdón al ser ofendido, tu servicio siempre gratuito… Aquí me tienes, Padre. Cuenta conmigo,  aunque haya silencios o estallidos, olvidos y guerras secretas.
Creo en la alegría de servir. Creo en la grandeza de la pequeñez. Creo en quien dignifica al otro con su hacer. Creo en la fuerza de la fe, porque es don de balde y sin cargo. Creo en Ti, y creo un poco… en mí.
Aquí me tienes, Padre. Aquí me tienes… para servir tu mensaje y comida en estos lares, como me enseñes, Padre.



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