viernes, 26 de noviembre de 2010

Lectio Divina. Viernes 26 de noviembre.

Lectio Divina viernes 26 de noviembre  2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Apocalipsis 20,1-4.11-21,2; Sal 83;  Lucas  21, 29-33



Jesús puso una comparación a sus discípulos: "Fíjense en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, les basta verlos para saber que la primavera está cerca. Pues cuando vean que suceden estas cosas, sepan que está cerca el Reino de Dios. Les aseguro que, antes que pase esta generación, todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán".

VEAMOS NUESTRA REALIDAD.  Hoy, se presentan muchos maestritos que prometen el cielo y la tierra. Envuelven a las multitudes en discursos seudoespirituales y en trabajosas terapias y dietas. Su intención puede que sea buena, pero se olvidan de lo fundamental: la realidad no es para ignorarla sino para transformarla. El ser humano no puede crecer de espaldas a su realidad comunitaria y social.  

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Lucas a diferencia de Mateo y Marcos que proponen este texto como el fin del mundo, ve en ellos la proximidad del reino. Jesús entonces exhorta a los cristianos a que estén siempre atentos. Los fieles deberían conservar la esperanza con paciencia: El reino de Dios está cerca. No solamente hay signos de desesperanza como conflictos y tensiones,  que surgen tanto desde dentro del pueblo de Dios como desde fuera, sino que también hay signos de esperanza; y nosotros deberíamos percibirlos.

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Nos interesan mucho los pronósticos. Ponemos atención al reporte del tiempo para saber si salimos o no con paraguas o si vamos o no a la playa. A los aficionados, el de la liga de fútbol o los caballos. A los empresarios, el de la bolsa de valores. ¡Qué previsores! Nos gusta saber todo con antelación para estar preparados.
Jesucristo ya lo había constatado hace 2010 años, cuando no había ni noticieros de televisión, no existía el fútbol, ni mucho menos la bolsa de valores. Pero los hombres de entonces, ya sabían cuándo se acercaba el verano, porque veían los brotes en los árboles.
Nuestra vida se mueve entre una historia (el pasado) y un proyecto (el futuro). La invitación del Señor es a estar preparados para lo que nos aguarda, con atención a los signos de los tiempos. A aprender de las lecciones del pasado, con optimismo y deseo de superación. Pero, sobre todo, a vivir intensamente el presente, el único instante que tenemos en nuestras manos para construir. No lo podemos perder lamentándonos por los errores del pasado y, menos aún, temiendo lo que puede llegar en el porvenir. El mejor camino para afrontar el futuro es aprovechar el momento presente. Seamos previsores, ¡invirtamos y apostemos hoy por la vida eterna!

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Es sencillo comprender cuándo será el fin del mundo, nos dice Jesús con ironía. Basta con observar cuándo germina la higuera para saber que el verano está cerca. Es algo natural, algo que se repite todos los años, algo por lo que el campesino experto no se deja sorprender. No pasará nuestra generación antes de que tenga lugar: no se trata de fantasías milenaristas, sino que se trata de vivir plenamente nuestra vida, que nos ha sido dada precisamente para eso. No es preciso esperar al fin del mundo para convencemos de que su Palabra permanece para siempre y para optar, de una vez por todas, por confiarnos a él, antes que a las potencias de este mundo, que parecen mejor dispuestas.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios del tiempo y de la eternidad: Tú nos has confiado a nosotros, a tu pueblo,
tu proyecto de amor sobre la gente y el mundo. No permitas que hagamos retrasar tus planes por nuestras propias limitaciones. Haznos conscientes de que lo único que podemos hacer es ser levadura, y ser un signo  de que la planta que tú has sembrado crecerá. Consérvanos esperando con paciencia  que la integridad, el amor y la justicia lleguen como don tuyo,  cuando tú quieras, al tiempo por ti designado, por medio de Jesucristo nuestro Señor.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: A veces los no creyentes dicen que los cristianos miran al cielo porque no saben ni pueden  tratar con el mundo. Cristo nos dice que tenemos que tratar con el mundo y que tenemos que transformarlo, para trabajar por la consecución de “un  nuevo cielo y una nueva tierra”. Intentemos hacer eso. Empecemos por valorar: “El poder de las palabras”
Las palabras  no  las lleva el  viento,  las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente…
Las palabras curan o hieren a una persona. Por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio.
Piensa en esto y cuida tus pensamientos, porque ellos se convierten en palabras, y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino.
Piensa muy bien antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz.
De las palabras depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.
Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca".
Las palabras tienen mucha fuerza, con ellas podemos destruir lo que hemos tardado tanto tiempo en construir.
Cuantas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar algo por lo que hemos luchado, cuantas veces una palabra de aliento tiene el poder de regenerarnos y darnos  paz.
Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado algo edificante. Con el uso de expresiones agresivas, lastimamos a las personas provocando heridas creando resentimientos y dolor, que se volverán a nosotros…
Las palabras son la manifestación de nuestro mundo interior, al cuidar de nuestro lenguaje purificamos nuestro mundo interior.
¡Las palabras son vivas! ¡Bendicen o maldicen, Alientan o abaten, Salvan o condenan!


(Con la colaboración del Padre Manuel Villareal)

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