jueves, 18 de noviembre de 2010

Lectio Divina. Martes 16 de noviembre.

Lectio Divina martes 16 de noviembre  2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Apocalipsis 3,1-6.14-22; Sal 14; Lucas 19, 1-10



Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
• Lucas 19,1-2: "Había un hombre llamado Zaqueo, muy rico, jefe de los publicanos". Publicano era la persona que cobraba el impuesto público sobre la circulación de la mercancía. Zaqueo era el jefe de los publicanos de la ciudad.
• Lucas 19,3-4: Siendo pequeño, corre hacia delante, sube a un árbol, y espera para ver a Jesús que pasa. ¡Tiene enormes ganas de ver a Jesús!
• Lucas 19,5-7: Al llegar cerca y viendo a Zaqueo sobre un árbol, Jesús no pregunta ni exige nada. Apenas responde al deseo del hombre y dice: "Zaqueo, ¡baja pronto! Porque conviene que hoy me quede yo en tu casa." Zaqueo baja y recibe a Jesús en su casa, con mucha alegría.
• Lucas 19,8: "Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más.” Esta es la conversión en Zaqueo por la acogida de parte de Jesús. Devolver cuatro veces lo que la ley mandaba en algunos casos (Ex 21,37; 22,3).
• Lucas 19,9-10: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán" La interpretación de la Ley por la Tradición antigua excluía a los publicanos de la raza de Abrahán. Jesús dice que vino a buscar y a salvar a lo que estaba perdido. El Reino es para todos.
• Hijo de Abrahán: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán!" A través de la descendencia de Abrahán, todas las naciones de la tierra serán bendecida (Gén 12,3; 22,18). Para las comunidades de Lucas, formadas por los cristianos de origen judaica como de origen pagana, la afirmación de Jesús llamando a Zaqueo “hijo de Abrahán” era muy importante. En ella encontraban la confirmación de que, en Jesús, Dios estaba cumpliendo las promesas hechas a Abrahán, dirigidas a todas las naciones, tanto a los judíos como a los gentiles

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Zaqueo no era como los de la iglesia de Laodicea, de los que el autor del Apocalipsis escribe que no eran ni fríos ni calientes. (Apoc 3, 15-17 - Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo.) Hay algo que inquieta a Zaqueo, aunque probablemente ni él mismo sabía lo que era. Algo por dentro le decía que su vida no iba bien. Había ganado mucho dinero pero se había ganado de paso el odio de sus conciudadanos. No tenía problemas económicos pero estaba más solo que nadie. Quizá se estaba comenzando a dar cuenta de que las mejores cosas de la vida no se consiguen con dinero ni con poder. Porque lo mejor de la vida es el cariño, los amigos, la relación con los hermanos, la familia... Y generalmente el dinero destruye esas cosas. Si alguno piensa lo contrario, basta con que recuerde algunas de las familias que todos conocemos a las que el reparto de una herencia ha supuesto la división y el conflicto insuperables. 
Lo malo es cuando no tenemos ninguna inquietud, cuando el dinero ha funcionado como un somnífero que nos deja adormecidos, que nos cierra los ojos y los oídos y nos impide ver la realidad que nos rodea. A veces el dinero es tanto que permite construir materialmente altos muros que impiden ver el mundo de miseria y desamor que existe a veces a la vuelta de la esquina. 
Pero Zaqueo sentía esa inquietud. Por eso, salió de su casa. Le dio lo mismo que sus vecinos le mirasen con el rencor y el odio propios de quienes se habían sentido ultrajados y robados por aquel que era un sicario de los romanos, el que se encargaba de cobrarles los impuestos que eran el signo del dominio y la opresión del imperio sobre ellos. Y, como era bajito, se subió a un árbol. Desde lo alto podría ver mejor. Y, además, estaba separado de aquella multitud con la que no se sentía bien. Buscaba algo pero no sabía qué.
Y Jesús pasa por allí y se fija en él. Le dice dos cosas. La primera es que baje del árbol. Su sitio está con sus hermanos. No hay que separarse. No hay que considerarse superior. Hay que bajar en todos los sentidos. A la altura de los demás. Y lo segundo es que Jesús se quiere alojar en su casa. A partir de ahí puede suceder de todo. Dependió de la apertura de corazón de Zaqueo. Por lo que dice el Evangelio, la visita no fue en vano. Volvió a ser hijo de Abrahán y resarció a todos los que había robado. La humanidad perdió un opresor y ganó un hermano. ¿No es eso el reino?

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Jesús llamó a la puerta de Zaqueo y él oyó-subió-abrió, con el esfuerzo que supone querer oír, alzarse y abrir. Jesús entró y comieron juntos. Y la salvación iluminó la casa de un pecador que deseaba oír-ver, quería levantarse y anhelaba abrir la puerta. La salvación entró en casa de alguien que, sabiéndose necesitado de ella, aguzó el oído. La necesidad siempre espabila el sentido de aquello que más se necesita. Por eso creo que es bueno que nos reconozcamos necesitados, de cuando en cuando. Que repasemos nuestra lista de carencias. Que nos demos cuenta de ellas. Que las coloquemos por orden de importancia. Que descubramos si nos sentimos pecadores con oído fino, para abrir la puerta al Espíritu, dejar que Jesús coma con nosotros y recibir la salvación en nuestra casa. Amigos, amigas, que no seamos consumidores inconscientes de salvación, como si fuera un bien perecedero de fácil almacenaje. Él sigue a la puerta llamando... ¿O ya está dentro?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Cuántas veces, Señor, me diriges tu mirada y yo no me doy cuenta. Me lamento y protesto porque no escuchas mis oraciones; sin embargo, soy yo el incapaz de levantarme por encima de mi pequeña estatura para intentar verte. Señor, concédeme la sencillez de corazón de Zaqueo. Pierdo mi vida corriendo detrás de muchas cosas que me distraen, presto oído a las lisonjas del mundo y a las murmuraciones de los holgazanes, tengo miedo de exponerme al juicio de la gente... Señor, hazme comprender lo que quieres de mí, qué es lo verdaderamente importante. Hazme comprender que la vida tiene sentido y nos da alegría sólo si correspondemos a tu voluntad. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Muy tranquilos en casa o en la calle pretendiendo que todo marcha bien en nuestras vidas… Oímos, vemos y entendemos sólo lo que nos dicen que debamos oír, ver y entender… Y mientras tanto en cada puerta está tocando Jesús para decirnos: Baja que hoy quiero hospedarme en tu casa… TE CREÍA UN CAPRICHO MÁS
Te creía un Dios cualquiera de esos que salen al mercado, crean impacto, conquistan a la gente y, en poco tiempo, quedan olvidados.
Te creía un payaso cansado  que se contenta con alegrar a niños y simples, y que ofrece oasis de fiesta  porque la vida de cada día  sigue siendo triste e injusta.
Te creía poca cosa... No daba importancia a tu palabra  ni a tu compañía. Eras la visita de cumplido  para después del compromiso. Eras el postre de una buena comida, el complemento sentimental  de la razón y de la ciencia...
¡Te creía un capricho más! Pero eres un Dios de vida e ilusiones.  No es inofensivo acercarse a ti. No es una cortesía inocente dejarte entrar, abrirte la puerta, enseñarte la casa y darte asiento en el salón.
¡Huésped inquieto y peligroso, tierno y burlón, inteligente y eficaz! Zaqueo firmó un cheque en blanco.
Yo te creo, Dios. Te creo capaz de dar la vuelta a la cabeza,  al corazón y a la vida, a todas las vidas de todas las personas. Capaz de reformar todos los planes  desviar todas las rutas; de abrir nuevos caminos; de ofrecer horizontes inéditos.
Yo te creo capaz de fijarte en quien está en la higuera;  de invitarte a comer por sorpresa; de hospedarte en casa de un pecador; de repetir, hoy, la historia.
No te hagas rogar. Mírame como Tú sabes, e invítate a comer en mi casa.

COLABORA EL PADRE MANUEL VILLAREAL

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