Lectio Divina miércoles 06 de octubre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Gálatas 2, 1-2.7-14; Salmo 116; Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: -«Cuando oren digan: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD - Como ayer andábamos de un lado para otro como Marta, hoy se nos invita a aprender a rezar y vivir juntos el Padrenuestro, esa oración tan sencilla y simple que Jesús enseñó a sus discípulos. Ciertamente, es más difícil de vivir que de rezar. Pero ahí estamos, comprometidos en colaborar con el Espíritu de Dios que desea construir ya aquí y ahora su reino y hacer presente su amor y su reconciliación en todas las personas. Sin fronteras y sin condiciones.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
● En el evangelio de ayer, vimos a María a los pies de Jesús, escuchando su palabra. Quien escucha la palabra de Dios deberá dar una respuesta en la oración. Así, el evangelio de hoy, da continuidad al evangelio de ayer, presentando el pasaje evangélico en que Jesús, por su manera de rezar, despierta en los discípulos la voluntad de rezar, de aprender de él a rezar.
● Lucas 11,1: “Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.” La petición del discípulo es algo extraña, pues en aquel tiempo, la gente aprendía a rezar desde pequeños. Todos e todas rezaban tres veces al día, de mañana, a medio día y por la tarde. Rezaban muchos salmos. Tenían sus prácticas piadosas, tenían los salmos, tenían las reuniones semanales en la sinagoga y los encuentros diarios en casa. Pero parece que no bastaba. El discípulo quería más: “¡Enséñanos a rezar!”
● Lucas 11,2-4: “Jesús respondió: "Cuando oréis, decid:
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Comenzamos por llamar a Dios padre; así entramos confiadamente al círculo de la familia de Dios. Así nos abrimos también a Cristo, el Hijo de Dios, nuestro hermano mayor, y a todos los demás hombres, nuestros hermanos.
Que tu nombre —es un semitismo que indica la persona— sea bendecido y reconocido como santo por todos. Que tu reino venga a nosotros, es decir, que el reinado de amor, su soberanía amorosa y salvadora llegue al mundo de los seres humanos, manifestándose en toda su plenitud. Para esto, hágase tu voluntad en nuestra vida personal y comunitaria, porque tú no reconoces como hijos a quienes se contentan con decir tan sólo: ¡Señor, Señor!
Danos hoy nuestro pan de cada día, el sustento diario, lo que necesitamos para vivir, sin acaparar lo superfluo y abiertos a compartir lo nuestro con los hermanos, especialmente con los más necesitados; pues Dios hizo el mundo y sus bienes para todos. Danos también, Señor, el pan de tu palabra y el pan de la eucaristía, y un puesto en el banquete de la consumación final de tu Reino.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación que nos aparta de ti, para salir victoriosos de todas las pruebas. Manténnos en la fidelidad y líbranos del mal que pudiéramos realizar nosotros y del que podamos ser víctimas, para que, vencedores del maligno, alcancemos la felicidad y bienaventuranza de tu compañía para siempre.
PARA 3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
La oración de Jesús es una manera de iniciar la comunicación con el Padre hablando de las cosas cotidianas. En efecto, en ella entra la preocupación por el sustento y la confianza de que Dios lo otorgará conforme nuestro esfuerzo. Está dirigida a un Padre misericordioso, que se acuerda de sus hijos y los ama. Un Padre atento a cada una de las personas y, a la vez, pendiente de toda la comunidad que lo invoca. Es una oración que clama para que el Reino de justicia e igualdad se haga efectivo aquí y ahora. Que hace válida la reconciliación y el perdón de las deudas como un medio para edificar comunidad, actuando en reciprocidad con la generosidad divina. También, nos hace consciente de las pruebas que enfrentamos a Diario y de la fuerza que Dios nos da para sobrepasarlas. La oración dirigida al Padre está llamada a ser el modo más perfecto de entrar en comunión con Dios para hablarle de nuestras preocupaciones diarias, de los proyectos de la comunidad y de la esperanza en un mundo mejor. Pero no debe convertirse en un montón de frases de cajón, que no nos conducen a la oración ni a nada.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Jesús, tú nos dijiste que si escuchamos y vivimos tu Palabra conoceremos la verdad, “y la verdad nos hará libres” (cf. Jn 8). Concédenos, pues, orar y vivir la ardiente petición: “Venga tu Reino” que es verdad y libertad tanto de Dios como del hombre. Concédenos pedirlo con tal perseverancia que se convierta no sólo en la respiración-deseo del corazón, sino también en el coraje y el compromiso liberador de todo nuestro modo de obrar y de relacionarnos con aquellos que, como nosotros, serán Iglesia en camino hacia los esplendores del Reino. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Vamos a ensayar un padrenuestro preocupándonos de nuestros hermanos, así nos olvidamos un poco de las preocupaciones personales. “Padre nuestro reparador”
Padre nuestro, que estás en el cielo: donde tantos miran sus posesiones y su dinero, que nosotros sepamos mirar más allá de lo nuestro.
Santificado sea tu nombre: donde tantos adoran la máquina, que nosotros sepamos venerar a toda persona, hombre, mujer, anciano o niño.
Venga a nosotros tu Reino: donde tantos ponen bombas y destrucción, que nosotros pongamos una palabra de unión y paz.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: donde la vida ha perdido el valor y el sentido, que nosotros llevemos cariño, aprecio y dignidad.
Danos hoy nuestro pan de cada día: donde tantos buscan tener y ser servidos, que nosotros disfrutemos compartiendo y sirviendo.
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: donde tantos levantan la mano para herir, maltratar y separar, que nosotros abramos el corazón para curar, amar y acoger.
No nos dejes caer en la tentación: donde tantos se sienten engañados y perdidos, que nosotros seamos hermanos siempre presentes.
Y líbranos del mal: donde tantos mueren por la injusticia y la maldad de los corazones y las estructuras, que nosotros nos dejemos guiar por tu Espíritu para ahogar siempre al mal con el bien. Amén.
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