jueves, 14 de octubre de 2010

Lectio Divina. Miércoles 13 de octubre

Lectio Divina Miércoles 13 de octubre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Gálatas 5,18-25; Salmo 1;  Lucas 11, 42-46



Pero, ¡ay de ustedes, los fariseos, que pagan el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejan a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de ustedes, los fariseos, que aman el primer asiento en las sinagogas y que se les salude en las plazas! ¡Ay de ustedes, pues son como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!» Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!» Pero él dijo: «¡Ay también de ustedes, los legistas, que imponen a los hombres cargas intolerables, y ustedes no las tocan ni con uno de sus dedos!

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
• Lucas 11,42: “Pero, ¡ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar, aunque sin omitir aquello.”. Esta crítica de Jesús contra los líderes religiosos de aquella época puede ser repetido contra muchos líderes religiosos de los siglos siguientes, hasta hoy. Muchas veces, en nombre de Dios, insistimos en detalles y olvidamos la justicia y el amor.
• Lucas 11,44: Ay de vosotros, sepulcros que no se ven. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad”. La imagen de los “sepulcros blanqueados” habla por sí sola y no necesita comentarios.
• Lucas 11,45-46: “Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas también nos injurias a nosotros!” En la respuesta Jesús no se vuelve atrás, sino que deja bien claro que la misma crítica vale también para los escribas: "¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!”. En el Sermón de la Montaña, Jesús expresa la misma crítica que sirve de comentario: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas” (Mt 23,2-4).

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Jesús no dejaba títere con cabeza. Nadie escapaba de su aguda mirada que penetraba hasta el corazón. Y no callaba: con una libertad absoluta se enfrentaba a los poderosos de su tiempo para desenmascarar sus hipocresías y falsedad. Fariseos, saduceos, maestros de la Ley: todos los que pretendían ser fieles a Dios, pero no tenían el corazón centrado en Él sino en sí mismos, encontraban en Jesús la horma de su zapato. Y lo peor es que esa hipocresía solía ir acompañada de rechazo, marginación, estigmatización del pueblo pobre y sencillo. En nombre de la Ley de Dios tachaban a pecadores, enfermos y pobres, irguiéndose en jueces de todos y pretendiendo ser ellos perfectos. Se apoyaban en una concepción exageradamente legalista y ritualista de la religiosidad que olvidaba lo fundamental: el amor. En nombre de Dios y de su Ley, sembraban odio, rechazo, dolor, miedo.

Y encima lo hacían pretendiendo estar libres de culpa, cuando en realidad su corazón estaba profundamente herido de egoísmo, de falta de misericordia, de orgullo. Las diatribas de Jesús se dirigen así, sin matizaciones ni ambages, ante todo contra aquellos fariseos que pretendían ser puros por cumplir hasta los detalles más nimios de la Ley, cuando habían olvidado lo más importante: la misericordia. También contra los que pretendían conocer al dedillo la Verdad de Dios, los maestros de la Ley, pero no la llevaban a sus vidas. No aparece en el texto de hoy, pero tampoco los sacerdotes de su tiempo se libraron de la aguda mirada de Jesús, que destapaba las intenciones más profundas de sus corazones y criticaba sus pretensiones y privilegios.

Pero no hemos de pararnos ahí: su “¡Ay de ustedes, hipócritas!” sigue resonando hoy en nuestras asambleas. Es su Palabra, Palabra de Dios siempre viva y eficaz. ¿Te crees mejor que los demás? ¿Piensas que por tener un ministerio en la Iglesia eres más que los demás cristianos? ¿Te sientes superior a otros? ¿Denigras o condenas a otros sin compasión ni misericordia? Ten cuidado, no sea que por cumplir a rajatabla todos los preceptos y detalles de la Liturgia, o de la Moral, o en general de la tradición cristiana, se te esté pasando por alto lo más importante: el amor y la misericordia. Como Jesús diría: “lo primero que hay que cumplir es esto, aunque sin descuidar aquello”. Cuantas veces hermanos nuestros en la fe han sido pisoteados, humillados, rechazados, condenados por sus ideas, o por su debilidad, pequeñez y pecado, por los que deberíamos ser maestros y guías en el camino de la fe y deberíamos representar al mismo Cristo en medio de la Iglesia, que vino a perdonar y salvar y no a condenar. Y esto vale para todo cristiano: todos participamos del sacerdocio de Cristo; todos somos, o deberíamos ser, transmisores de su amor.

Y a ti, ¿qué te diría Jesús al verte criticar y juzgar de otros como lo haces?

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Ustedes pagan el diezmo de la menta, de la ruda y de toda legumbre, y dejan a un lado la justicia y el amor a Dios.
Señor, es cierto que a menudo doy demasiada importancia a algunos detalles, y soy negligente en deberes mucho más importantes:
1º "La justicia"... es decir ¡los "derechos" que mis hermanos tienen sobre mi!
2º "El amor de Dios"... es decir, lo que da valor a los gestos exteriores.
Ciertamente, en lugar de prestar tanta atención a pequeñeces, se tendría que ser más exigente respecto a esos dos puntos esenciales.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Danos, Señor, conciencia de que “basta con ser un hombre para ser un pobre hombre”. Ayúdanos, Señor, a no caer en la degradación que supone la versión farisaica de quien está repleto de sí mismo. Haz, Señor, que vivamos tu ley con actitudes humanas sugeridas por el Evangelio. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Y siguen las manos dándonos quehacer… pero también nuestros ojos, nuestra boca, nuestro rostro deberán estar en sintonía con el Dios de la vida.  Para que Jesús no nos diga también a nosotros: ¡Ay de ustedes!Te quiero(Mario Benedetti)
Tus manos son mi caricia  mis acordes cotidianos te quiero porque tus manos  trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo  somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro. 

Tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo y tu llanto por el mundo porque sos pueblo te quiero. 

Y porque amor no es aureola ni cándida moraleja y porque somos pareja que sabe que no está sola. Te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente vive feliz
aunque no tenga permiso. 

Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos.

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