Lectio Divina lunes 11 de octubre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Gálatas 4,22-24.26.31-5,1; Salmo 122; Lucas 11, 29-32
Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.»
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Generación malvada le llamó Jesús hace 2010 años a sus contemporáneos… La historia ha venido escuchando la predicación y la sabiduría de Jesús de Nazaret… ¿Nos hemos convertido a esta sabiduría y con esta predicación? ¿Cómo nos llamarían a nosotros, los cristianos del siglo XXI, la generación venidera? Qué triste es pensar que, pasados ya tantos siglos desde que el Hijo del hombre, Jesucristo, nos ofreció un signo mucho más elocuente y eficaz que el signo de Jonás, todavía vayamos en busca de señales y confirmaciones en las absurdas respuestas de la astrología, de la magia (pagando un precio elevado) y de las ocultas fantasías de sectas pseudorreligiosas! Tal vez sea demasiado sencillo creer en el amor o demasiado hermoso abandonarse como hijos en los brazos del Padre... ¿Será?
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Palabras duras las de Jesús hoy. ¿Quién puede oírlas? Ante la realidad de su tiempo, Jesús no paró de denunciar la hipocresía de los poderes religiosos, políticos y sociales. Y no le escucharon. Aun más, hicieron lo posible por apagar su voz, hasta clavándole en la Cruz. Pero la suya era la Palabra misma de Dios, y no pudieron con ella. Por eso siguió viva y presente entonces, en el Resucitado, y sigue viva y presente hoy, en sus testigos. Aquella generación que no quería escuchar la llamada a la conversión, a la fe, a la esperanza y al amor, será juzgada y condenada, porque era Dios mismo quien les hablaba en el mensaje y la vida del Hijo. Y no le hicieron caso.
¿Y hoy? ¿Escuchará nuestra generación la Buena Nueva y la llamada a la conversión que sigue resonando en nuestro mundo gracias al Espíritu del Resucitado, presente en la comunidad cristiana? ¿La escucharemos de verdad nosotros mismos, los que nos llamamos cristianos?
Abramos los ojos: miren su vida, cada uno la suya propia; miren la vida y el testimonio de nuestras comunidades, miren nuestras instituciones; miren también cómo anda el mundo en el que vivimos, miren las estructuras de poder que hemos construido y que mantenemos, en lo social, lo cultural, lo político, lo económico y lo religioso… Es evidente que nuestro mundo ni ha escuchado ni vive el mensaje de alegría, esperanza y amor que Jesús nos dejó. Pero es que nosotros, los que nos llamamos cristianos, tampoco. En la vida de cada uno, en nuestras comunidades, en la Iglesia : ¡cuánto nos queda todavía por convertir al Señor! Gracias a Dios, testigos que viven con coherencia el Evangelio, o al menos caminan en ello, los sigue habiendo: con su vida y palabra nos llaman a la conversión al Evangelio. Testigos fieles en cuyas vidas se encarna la presencia del mismo Cristo que por la fuerza del Espíritu Santo sigue proclamando el Amor inmenso del Padre y la llamada a anunciar y construir el nuevo Reino basado en el amor. Escuchémosles y hágamosles caso. Si no, llegará el día en que acabarán alzándose contra nosotros muchos que, como la Reina del Sur o los habitantes de Nínive, tras haber escuchado a los “salomones” o a los “jonases” de hoy, han comprendido que el amor es el único camino, cuando entre nosotros está alguien que es mucho más que cualquier Salomón o que cualquier Jonás: el Hijo de Dios en persona.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
El símbolo de Jonás sigue allí llamándonos la atención para que también nosotros hoy revisemos nuestra vida, dejemos las falsas seguridades y comencemos a cambiar de actitud; la vida tenemos que irla haciendo crecer a la medida de Jesús, el ser humano ideal que sigue siendo para nosotros el mejor camino de acceder a Dios y a su Reino. Abandonemos, entonces, la actitud farisaica de autosuficientes y de creernos mejores que los demás. Y empecemos a buscar la sabiduría para que no nos juzgue la reina del Mediodía y para que nos nos condenen los ninivitas.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor, danos humildad de corazón para aceptar la acción de Dios en el mundo que de ordinario es gris, sin relieve. Pues, si bien el mundo entero está penetrado de la Presencia y de los signos de Dios, sin embargo no son presencias ni signos esplendorosos. Es preciso que nuestros ojos tengan más luz, para que sepamos ir discerniendo más y más "lo que Tú, Señor, estás obrando" en los acontecimientos, en las personas que me rodean, en los grupos donde convivo, en los que trabajo, en mí... Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación:
A propósito de esta generación malvada, no por mala, sino por carecer de sabiduría y del gusto por la vida, examinemos esta anécdota. ¿No estaremos cometiendo un serio agravio contra la generación venidera al no permitir que nuestros niños aprendan sabiduría y negándoles el derecho a escuchar la vida, contentándonos con enviarlos simplemente a la escuela? “El violinista”
Cierto día, un músico callejero se situó en la entrada del metro "L'Enfant Plaza" de Washington, DC. Era una mañana muy fría del mes de enero. El violinista estuvo tocando durante 45 minutos. Empezó con Bach, luego el “Ave María” de Schubert, siguió con Manuel Ponce y Massenet y, finalmente, Bach de nuevo.
Eran las 8 de la mañana: la hora punta. Pasaban cientos de personas frente a él, casi todas camino de sus trabajos. A los pocos minutos, un hombre de avanzada edad reparó en el músico. Aminoró el paso, se detuvo unos segundos y emprendió de nuevo su camino. Un minuto más tarde, el músico recibió un primer dólar: sin pararse, una mujer lanzó un billete a la caja del violín. Poco después, un individuo se paró unos instantes a escuchar, pero al mirar su reloj, echó a andar de nuevo rápidamente; se le estaba haciendo tarde.
El que le prestó mayor atención fue un niño de unos 4 años. Su madre lo cogió y tiró de él, pero el pequeño seguía escuchando. Finalmente, su madre lo agarró fuertemente y siguieron andando. El niño, mientras caminaba, seguía mirando al músico con la cabeza vuelta.
Durante los 45 minutos que el músico estuvo tocando, tan solo hubo 7 personas que se detuvieron a escucharlo, pero todas muy brevemente. En total, logró reunir ¡¡32 dólares!! Nadie miró cuando el músico dejó de tocar. Nadie le aplaudió. De entre el millar de personas que pasó por delante de él, nadie lo reconoció. Nadie notó que el músico era Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo. En los pasillos del metro tocó algunas de las más difíciles partituras que jamás se han escrito, y todo ello… ¡¡con un Stradivarius del 1713 valorado en 3,5 millones de dólares!!
Dos días antes de estos hechos, no quedaban entradas a la venta para su concierto en el teatro de Boston… ¡aunque costaban casi 100 dólares!
Esta actuación de incógnito de Joshua Bell en la estación del metro fue organizada por el « Washington Post » para investigar la percepción, el gusto y las prioridades de la gente.
Estas eran las preguntas:
· ¿Podemos, en un ambiente cotidiano y a una hora inusual, apreciar belleza?
· ¿Nos pararíamos para apreciarla?
· ¿Podemos reconocer el talento en un contexto inusual?
Una de las posibles conclusiones del experimento podría ser: Si no nos detenemos unos segundos a escuchar a uno de los mejores músicos del mundo cuando está tocando una de las más bellas partituras, ¿cuántas otras cosas extraordinarias nos estaremos perdiendo diariamente al no saber apreciarlas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario