martes, 19 de octubre de 2010

Lectio Divina. Lunes 18 de octubre.

Lectio Divina lunes 18 de octubre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: 2Timotie 4,9-17a; Salmo 144;  Lucas   10, 1-9



Designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los mando como corderos en medio de lobos. No lleven talega, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz de ustedes; si no, volverá ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: "Está cerca de ustedes el reino de Dios."»

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
● Lucas 10,1-3: Jesús envía a los discípulos a los lugares donde el mismo tiene que ir. El discípulo es el portavoz de Jesús. No es el dueño de la Buena Noticia.
● Lucas 10,2-3: La primera tarea es rezar para que Dios envíe obreros. Todo discípulo y discípula debe sentirse responsable de la misión. Por esto tiene que rezar al Padre para que haya continuidad en la misión.
● Lucas 10,4-6: Al contrario de los otros misioneros, los discípulos y las discípulas no pueden llevarse nada, ni bolsa, ni sandalias. Pero deben llevar la paz. Esto significa que deben confiar en la hospitalidad de la gente.
● Lucas 10,7: Los discípulos no deben andar de casa en casa, pero sí permanecer en la misma casa. Esto es, deben convivir de forma estable, participar en la vida y en el trabajo de la gente y vivir de lo que reciben en cambio, pues el obrero merece su salario. ● Lucas 10,8: Los fariseos, cuando iban en misión, iban prevenidos. Pensaban que no podían confiar en la comida que no siempre era ritualmente “pura”. Por esto llevaban alforja y dinero para poder cuidar de su propia comida. Así, en vez de ayudar a superar las divisiones, las observancias de la Ley de pureza, enflaquecían mucho más la vivencia de los valores comunitarios. Los discípulos de Jesús deben comer lo que la gente les ofrece. No pueden vivir separados, comiendo de su propia comida. Esto significa que deben aceptar compartir la mesa.
● Lucas 10,9a: Los discípulos deben curar enfermedades, curar a los leprosos y expulsar los demonios. Esto significa que deben acoger dentro de la comunidad a los que fueron excluidos.
● Lucas 10,9b: Si cumplen con todas estas exigencias, los discípulos pueden y deben gritar a los cuatro vientos: ¡El Reino ha llegado! Anunciar el Reino no es en primer lugar enseñar verdades y doctrinas, sino llevar a una nueva manera de vivir y de convivir como hermanos y hermanas desde la Buena Noticia que Jesús nos trae: que Dios es Padre y Madre de todos nosotros.

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Faltan braceros, personas que coordinen las múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, animadores y responsables, para que los más necesitados participen de los bienes que sobreabunden. Restringir el sentido de «braceros» a sacerdotes, religiosos o misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya gente  que tengan sentido de comunidad, que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que el Señor «mande braceros a su mies». Esta petición no se debe limitar a que suscite sacerdotes o religiosos... Pedir es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios; quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro entre las comunidades del reino.

La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres. «No lleven bolsa ni alforja ni sandalias». Como en la misión de los Doce, Jesús insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente. La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a ustedes el reinado de Dios». Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene experiencia de ello.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
No somos predicadores de consignas interesadas y rutinarias. Hemos recibido un mensaje fantástico, unas noticias muy interesantes. Por ejemplo, lo primero que hemos de anunciar es que el Reino de Dios está llegando. Qué palabra tan optimista: está creciendo el Reino, hay muchos hombres y mujeres que trabajan por la justicia, que luchan por la libertad, que son instrumentos de paz. Todavía más consolador: incluso con los que no lo creen, mientras construyen estos valores del Reino, Dios está con ellos. Y la paz. La paz que es irrupción de todos los bienes en la casa que acoge al enviado, en la vida social, en la Iglesia, en todas partes. Paz, paz, paz. ¿Pero de qué sirve gritar paz, si luego aplaudo la guerra, el ataque o la ofensiva contra un pueblo o una persona?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Estamos aquí, Señor, enviados por tu amor. Somos los obreros encargados de recoger tu mies que cada vez está más alejada de los terrenos abonados. Pero, Señor… ¡ya estamos en camino! ¿Y por qué no avanzamos? ¿Será que nos lo impiden la cantidad de alforjas, sandalias y bolsas? Aligéranos, Señor, y danos el empujón final. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: No ponemos nuestra seguridad en grandes medios de comunicación, en proyectos con muchos recursos, en ambiciosos planes, en títulos de excelencia o ropajes deslumbrantes. El misionero que experimenta la alegría de la llamada exclama cada noche en la oración, después de su trabajo: “Señor, tú eres mi bien”. Y duerme feliz. “Para estar contigo”
Para estar contigo me libero de la alforja (mis preocupaciones); me quito las gafas (mis visiones); olvido mi agenda (mis negocios); guardo la pluma en el bolsillo (mis planes); arrincono el reloj (mi horario); me despojo de mi ropa (mis ambiciones); me desprendo de mis joyas (mis vanidades); renuncio a mi anillo (mis compromisos); me quito los zapatos (mis ansias de huida); dejo, también, mis llaves (mis seguridades); para estar sólo contigo, el único verdadero Dios.

Y, después de estar contigo…
Tomo las llaves, para poder abrir tus puertas. Me calzo los zapatos, para andar por tus caminos. Me coloco el anillo, para comprometerme contigo. Me adorno con las joyas, para asistir a tu fiesta.  Me visto con mi mejor ropa, para salir a tu amplio mundo. Recupero mi reloj, para vivir al compás de tu tiempo.  Cojo mi pluma, para escribir tus pensamientos. Recobro la agenda, para no olvidar tus citas conmigo, -mis citas contigo- a lo largo del día y del camino. Me pongo las gafas, para poder ver el mundo a tu modo. Y cargo con mi alforja, para llevar y sembrar tus promesas.

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