Lectio Divina martes 30 de noviembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Romanos 10,9-18; Sal 18; Mateo 4, 18-22
VENGAN Y SÍGANME…
Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Vengan y síganme, y los haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
* “Caminaba a orillas del mar de Galilea”. Jesús ha salido apenas del desierto, después de cuarenta días de gran soledad y de lucha contra el diablo (cf. Mt 4, 1-11). Él ha salido victorioso; seguro del amor de su Padre y ha venido a Galilea; una tierra lejana y despreciada; una tierra fronteriza y de paganos; solo portando consigo mismo su gran luz y su salvación (cf. Mt 4, 12-16). Y aquí, Él ha iniciado a proclamar su mensaje de alegría y de liberación: “¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! (cf. Mt 4, 17). …
* El verbo “ver”, se repite dos veces, primeramente, al referirse a Andrés y a su hermano, después a Santiago y a Juan; este “ver” porta consigo mismo toda la fuerza y la intensidad de una mirada proveniente del corazón, de lo más íntimo. Y es en esta manera, como el Señor nos ve: nos lee a profundidad.
* No es del nada raro que Mateo utilice muchas veces un vocabulario familiar para narrar este episodio acerca de la vocación y del encuentro con el Señor Jesús. Ya que también, encontramos cuatro veces la palabra “hermano”, y dos veces la palabra “padre”. Somos llevados a casa; a nuestro principio de vida; allá donde de igual forma nos redescubrimos que somos hijos y hermanos. Jesús entra dentro de esta realidad nuestra y lo hace en una manera más humana; más nuestra; más cotidiana; entra en la carne; en el corazón; en toda la vida y viene a rescatarnos para hacernos nacer de nuevo.
* “Sígueme” y “ven”: son sus palabras sencillas y claras; Él nos pide situarnos en el camino; movernos de la misma forma que Él. ¡Es agradable sentirse despertar por esta voz suya! La cual es más fuerte y alcanzable; más dulce qué la voz de las aguas del mismo mar y del mundo, que a veces tienden a ser ruidosas y confusas.
* “dejaron las redes y lo siguieron”. Los dos hermanos, los dos primeros llamados, el de Pedro y el de Andrés, llegan a ser para nosotros un ejemplo clarísimo, valiente y convincente al inicio de este camino. Ellos nos enseñan las cosas que hay que hacer, los movimientos y la elección. “Dejar” y “seguir” llegan a ser los verbos claves y las palabras escritas en el corazón.
* “En seguida”. Por dos ocasiones, Mateo nos hace ver la prontitud de los discípulos en la acogida de la invitación del Señor, que pasa; al igual que en Su mirada y en su voz dirigida hacia ellos. Ellos no ponen obstáculos; no dudan; no tienen miedo; solo se fían ciegamente a Él; respondiendo en seguida y diciendo si, a aquel Amor.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Hoy celebramos la memoria del apóstol Andrés; y junto con él celebramos el acto único que hace Dios, por medio de distintas personas y situaciones, de llamarnos por nuestros nombres para ser servidores idóneos del reino de Dios en distintos tiempos y lugares del mundo. Ello para ser constructores de una nueva sociedad en la que el Dios de la Vida y la Justicia reine. Jesús, de camino por el lago de Galilea, llama a los que serán sus discípulos, hombres y mujeres disponibles para seguir sus pasos, abiertos a la novedad del reino, dispuestos incluso a dar la vida por la causa de Jesús. Son personas comunes y corrientes que aceptan sin condiciones la invitación hecha por el Maestro, dejan atrás los miedos, los fracasos, las comodidades, e inician una nueva forma de vida inspirada y sostenida por la fe en aquél que proclama y realiza el reino de Dios: Jesús de Nazaret. Hoy, como creyentes, estamos llamados a continuar la obra iniciada por Jesús. Es la misión de toda la Iglesia ser testimonio vivo de ese llamado, ser discípulos/as oyentes y servidores, testigos fieles y apasionados de esa Palabra que se ha encarnado en nuestra historia, con el fin de trascendernos y hacernos libres.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Honramos hoy a tu gran apóstol Andrés. Guiados por él, haz que te busquemos sin descanso y que llevemos a muchos a Jesús y a ti. Que Jesús sea nuestra vida y confianza; y, cuando le hayamos encontrado, no permitas que con egoísmo
nos lo guardemos para nosotros mismos sino que lo compartamos con todos en derredor nuestro con las riquezas de su amor y perdón, de su misericordia y compasión. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
nos lo guardemos para nosotros mismos sino que lo compartamos con todos en derredor nuestro con las riquezas de su amor y perdón, de su misericordia y compasión. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Todos somos llamados: El “ven y sígueme” de Jesús no es sólo para el par de hermanos (Andrés y Pedro; Santiago y Juan). El problema es que nos hacemos los sorditos y nos volvemos muditos… y terminamos pescando otras cosas…
Señor, tu elección llega por caminos insospechados. Nos llamas a través de muchas personas -a veces conocidas, otras desconocidas‑ con su testimonio, con su vida, con sus necesidades. Nos llamas, sobre todo, por medio de los pobres.
Tu voz es clara, cercana y firme; busca y espera nuestra respuesta, una respuesta generosa, confiada y libre, sin trabas serviles, sin miedos, sin condiciones.
¡Aquí estoy, Señor! Te doy gracias porque me has llamado y elegido para ser acompañante de otras personas en su caminar hacia Ti. Quieres que sea para ellas testigo de tu Evangelio, mensajero de tu Reino, pregonero de buenas noticias, luz encendida y sal esparcida, alfarero para sus vidas, levadura tuya para su fermento, compañero de camino, orientador respetuoso con tu Espíritu.
¿Sabré corresponder a tu confianza?
Árame con tu Palabra, siembra en mí tu mensaje de vida y envía tu lluvia y tu sol, en abundancia, sobre mi tierra árida y baldía, para que produzca flores y frutos de vida.
Agarra mi mano con tu mano, para que juntos agarremos muchas manos y alcemos muchas personas hacia una vida nueva.
Gracias, Señor; porque me has elegido y llamado para ser pescador de mis hermanos.