sábado, 5 de febrero de 2011

Lectio Divina viernes 4 de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Hebreos 13,1-8; Salmo 26; Marcos 6, 14-29

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA



1. Hagamos la LECTURA 
Como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él.» Otros decían: «Es Elías.» Otros: «Es un profeta como los antiguos.» Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.»  Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.» Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.» El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD. Tal vez nosotros no llegaremos a estar amenazados de muerte, como Juan Bautista, pero sí estamos expuestos a que cuando hablamos con valentía se nos intente descolocar o se tomen represalias contra nosotros. O, también podemos estar en la posición de Herodes: obligados a realizar actos que van contra nuestra voluntad. Sea como sea lo único que debemos hacer es trabajar con la verdad y hacerlo con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que, ella misma, sea como un signo profético en medio de un mundo que persigue valores que no lo son, o que levanta altares a dioses falsos.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Galilea, tierra de Jesús, era gobernada por Herodes Antipas, hijo del rey Herodes, el Grande, desde el 4 antes de Cristo hasta el 39 después de Cristo. ¡43 años en todo! Durante todo el tiempo que Jesús vivió, ¡no hubo mudanza en el Gobierno de Galilea! Herodes Antipas era dueño absoluto de todo y no rendía cuenta a nadie, hacía lo que le parecía. Prepotencia, falta de ética, poder absoluto, sin control de parte de la gente. Ahora bien quien mandaba en Palestina, desde el 63 antes de Cristo, era el Imperio Romano. Herodes, para no ser depuesto, procuraba agradar a Roma en todo. Insistía sobre todo en una administración eficiente que procurara dinero al Imperio. Su preocupación era su propia promoción y seguridad. Por esto, reprimía cualquier tipo de subversión. Flavio José, un escritor de aquella época, informa que el motivo de la prisión de Juan Bautista era el miedo que Herodes tenía a un levantamiento popular. A Herodes le gustaba ser llamado bienhechor del pueblo, pero en realidad era un tirano. La denuncia de Juan contra él, fue la gota que hizo desbordar la copa, y Juan fue tomado preso.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
El evangelio de hoy conecta entre sí dos hechos distintos: La expectación popular en torno a la figura de Jesús y la muerte del Precursor. Podemos adivinar una lección en ese vínculo: La curiosidad del principio hacia Jesús puede desembocar en su eliminación. Es norma repetida en la vida de los profetas de todos los tiempos.

Buenas preguntas y desatinadas respuestas. La expectación y curiosidad hacia Jesús despertaba muchas preguntas entre las gentes, y también en el mismo Herodes, según detalla el relato de hoy. Se preguntaban acerca de él, acerca de su identidad; y, al responderse a sí mismos, lo confundían con otros personajes. No pasaba desapercibido, aunque ciertamente encontraban un muro insalvable al intentar entrar en el misterio de su persona, de su origen y de su mensaje. Ese despiste sigue existiendo hoy. Si repasamos la producción reciente de películas y obras literarias, expresión del sentir de nuestra sociedad, en torno a Jesús, vemos cómo, también hoy, las respuestas socioculturales sobre Cristo acusan los desatinos y las divagaciones más plurales y atrevidas. El salto a la fe, a la comprensión del misterio de Jesús, será siempre fruto granado de una amistad personal con Él, normalmente prolongada.

La muerte del profeta precursor. El relato de la muerte de Juan Bautista viste de luto y de tristeza el pasaje.El profeta fue ejecutado como venganza de una mujer despechada, por haber denunciado públicamente su unión con Herodes: «Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano». Su muerte estampa una oscura sombra sobre el poder político de Herodes, que queda definitivamente desacreditado ante la historia. Pero muestra de modo fehaciente el destino de todo profeta. Marcos no deja de aprovechar la ocasión para contar el homicidio del Bautista, del que todo el mundo hablaba en Palestina. Poco antes, Jesús acababa de decir que el éxito aparente de la misión no está asegurado: ya se lo advirtió a sus amigos antes de enviarlos. Y los primeros lectores de Marcos, en Roma, que vivían también en la persecución, debieron rumiar a fondo esta página pascual. Es la Pasión redentora que comenzó, y que prosigue hoy.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Qué cara debía tener Herodes, cuando hacía esto? Le tenía miedo al pueblo, y además admiraba a Juan. Parece que su vida era doble. Por un lado tenía que hacer callar a su conciencia que le reclamaba el mal hecho, pero por otro le hacía mucho bien el escuchar al hombre de Dios. Dos caras de una misma moneda. Todo se deshizo cuando lo mandó matar por “no quedar mal con todos los comensales, y a causa del juramento que había hecho”. Su fama no podía decaer en esos momentos tan importantes para su vida, por eso prefirió el mal ante el bien que le reclamaba su conciencia y todo el pueblo: la libertad del Bautista. No queramos ser dobles como le sucedió a Herodes. Llamemos a cada cosa por su nombre y hagámosle caso a nuestra conciencia cuando nos dice que hagamos algo o evitemos el mal.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Juan el Bautista instó sin miedo a los grandes y poderosos
que ellos también estaban sometidos a las leyes de Dios. Arriesgó su vida por lo justo, lo verdadero y por lo bueno. Que él nos inspire también a dejar que tu palabra se encarne profundamente en nosotros asumiendo los riesgos de nuestra fe y viviendo tal como creemos. Que éste sea el modo cómo preparamos la más plena venida entre nosotros de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
 Motivación: Hoy hemos visto unos personajes nefastos: Herodes, Herodías, Felipe, la hija de Herodías, los invitados al banquete... todos gente de mentira, que odian la verdad... gente que no nos debe ni gustar ni mucho menos debemos imitar... Pero también el evangelio nos presenta a Juan el Bautista y a Jesús... Estos sí son dignos de imitar... Esta es la gente que me gusta, como dice el poema de Mario Benedetti: “LA GENTE QUE ME GUSTA…”
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.

Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.
Me gusta la gente justa con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.

Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables a las decisiones de un jefe.

Me gusta la gente de criterio, la que no traga entero, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.

Me gusta la gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, a éstos les llamo mis amigos.

Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Con gente como ésa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

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