viernes, 11 de febrero de 2011

Lectio Divina viernes 11de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Génesis 3,1-8; Salmo 31; Marco 7,31-37

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

PALABRA DE DIOS, NO DE SERPIENTE



1. Hagamos la LECTURA 
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: « ¿Cómo es que les ha dicho Dios que no coman de ningún árbol del jardín?»  La mujer respondió a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No coman de él ni lo toquen, bajo pena de muerte."»  La serpiente replicó a la mujer: «No morirán. Bien sabe Dios que cuando coman de él se les abrirán los ojos y serán como Dios en el conocimiento del bien y el mal.»  La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencias; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se le abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Oyeron al señor que pasaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD.  La palabra del egoísmo y de la autosuficiencia ciega, nos arrastra lejos de nosotros mismos. Es palabra de engaño, que hace leer de modo distorsionado la realidad del mundo, de nosotros mismos, de Dios, y conduce al desolador descubrimiento de nuestra propia e irreductible vulnerabilidad. La Palabra de Dios, en cambio, nos introduce en la realidad, descubre estremecimientos de admiración, libera cantos de alabanza y de alegría. ¿A qué palabra decidimos prestar atención?

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Estamos en el segundo acto del drama del paraíso. Los protagonistas: la mujer y la serpiente. El hilo conductor: la prohibición divina sobre el árbol del conocimiento.  La serpiente, creada por Dios y presentada como el animal más astuto, simboliza la tentación (al igual que en los cultos cananeos del antiguo Israel).  Su propósito es sembrar la desconfianza con relación a Dios.  Es la vieja (y siempre actual) tentación de dominar a Dios, conocer su secreto para ser como él. La trampa surte efecto: la mujer mira con otros ojos al árbol y ve con gusto la posibilidad del conocimiento total, de la plena autonomía e independencia. El hombre, hasta ahora espectador pasivo, se convierte en cómplice mudo. El desenlace, cargado de ironía, parece dar razón a la serpiente: se les abren los ojos, pero no para verse como dioses, sino para avergonzarse de su desnudez. El acto concluye con el anterior, pero con una terrible diferencia: la desnudez que antes era expresión de felicidad es ahora signo de vergüenza, del propio fracaso, de deshumanización.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Qué personaje más astuto e inquietante el que interviene en este relato por primera vez: la serpiente. Ésta, en la tradición posterior -tanto en la judía como en la cristiana-, se convertirá en una figura del diablo, del Maligno.
Sin embargo, la serpiente era más bien, en el Antiguo Oriente, un símbolo de fertilidad sexual y de salud: todavía hoy sigue siendo el emblema de los farmacéuticos. De hecho, en el relato bíblico, se presenta a la serpiente como un “animal del campo”, ni más ni menos que los otros: su figura está completamente desmitificada.
La serpiente, en realidad, no puede hacer ni el bien ni el mal: los únicos responsables del pecado, si nos fijamos bien, los únicos que pueden cometerlo, son el hombre y la mujer, no la serpiente. De ahí que la presencia de la serpiente en el huerto no sirva para explicar el origen del mal en el mundo: es poco más que un recurso narrativo (el animal que habla) destinado a introducir la dinámica seductora que figura en el origen del pecado humano. Son el hombre y la mujer los que pecan, y eso es lo que interesa al narrador.
El animal que habla (en la Biblia, además de la serpiente, encontramos a la burra de Balaán) es un recurso conocido por todas las literaturas para describir lo que pasa en la mente de los protagonistas del relato. En la mente de la mujer adquiere la forma de un diálogo consigo misma sobre el alcance exacto de la prohibición divina y su verdadera motivación. El autor bíblico, haciendo gala de una gran penetración psicológica, nos advierte que el pecado, antes aún de consumarse en un gesto, en un acto, tiene lugar en la conciencia, en una duda que se insinúa poco a poco y que versa, a fin de cuentas, sobre la bondad del Creador.
Génesis 3 no quiere explicar, por tanto, el origen del mal en el mundo, que sigue siendo un hecho misterioso, sino el origen y la dinámica del pecado humano como un proceso sutil y progresivo de desobediencia a la Palabra de Dios. De seguro, en este proceso pueden intervenir también factores externos, causas sobrehumanas, pero el acento del relato bíblico cae sobre la responsabilidad del hombre-mujer. Por eso hablamos de un “pecado original”: porque nos describe el origen de todo pecado.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 
Todas las culturas antiguas supieron que existe una diferencia irreductible entre el hombre y Dios, que existe un límite más allá del cual no puede ir el hombre. Mientras respete este límite y permanezca en el ámbito que le ha sido asignado en cuanto criatura, el hombre puede ser feliz y gozar de todo lo creado. Ahora bien, el pecado original consiste precisamente en pasar la frontera del límite fijado, en la pretensión de ser ilimitados como Dios.
¿En qué consiste la seducción de la “serpiente” o -digamos también- del pecado? En una triple transgresión de nuestros límites como criaturas, en arrogarnos tres prerrogativas que son únicamente divinas: una pretensión de inmortalidad (“¡no morirán!”), una pretensión de omnisciencia (“se les abrirán los ojos”), y una pretensión de omnipotencia (“serán como Dios”).

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios? con el Salmo 31
Dichoso el que está absuelto de su culpa
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;  propuse: «Confesaré al Señor mi culpa,»  y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Por eso, que todo fiel te suplique  en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. 

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación Para ser felices nos creó Dios y nos dio todo lo necesario para que  así fuera.  El ser humano sin embargo pretende: No morir… que se le abran los ojos para conocer todo… ser como Dios… “LÍBRAME, JESÚS”
Del anhelo de ser amado, del deseo de ser alabado, del ansia de ser honrado, del afán de ser consultado, del empeño de ser aprobado, de la aspiración a ser perfecto… líbrame, Jesús.

Del afán de almacenar bienes, del anhelo de ser rico, del empeño en caer bien, del deseo de sobresalir, del ansia de darme a la buena vida, de la aspiración a no fallar…líbrame, Jesús.

Del temor a ser despreciado, del temor a ser calumniado, del temor a ser olvidado, del miedo a ser ofendido, del miedo a ser ridiculizado, del miedo a ser acusado…líbrame, Jesús.

Del temor a lo desconocido, del temor a ser amado,  del temor a salir perdiendo, del miedo a vivir en pobreza, del miedo a renunciar a lo necesario, del miedo a fracasar en la vida…líbrame, Jesús.


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