jueves, 17 de febrero de 2011

Lectio Divina jueves 17 de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Génesis 9,1-13 Salmo 101; Marcos 8, 27-33

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
AVERSIÓN AL SUFRIMIENTO


1. Hagamos la LECTURA 
Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: “Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le contestaron: “Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.”  Él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?” Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías.” El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”

VEAMOS NUESTRA REALIDAD – De conocer, conocemos a muchísima gente… pero lo que es realmente conocer a alguien, sólo se logra mediante la intimidad con esa persona… compartiendo con esa persona… Por eso es difícil contestar a esta pregunta sobre Jesús… al que muchos solo conocen de oídas…

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El evangelio de hoy nos dice que un día Jesús preguntó  a sus discípulos quién pensaban que era él, y Pedro dijo: Tú eres el Cristo, es decir el Salvador prometido. Pero cuando Jesús les dijo que él salvaría a su pueblo por su sufrimiento y muerte antes de su resurrección, Pedro protestó. No podía aceptar la figura de un Señor sufriente. --- A nosotros también nos es difícil aceptar el dolor y la contradicción. Nos quejamos y protestamos: “¿Por qué yo;  por qué a mí?”  Pero tenemos que aprender de Jesús que el dolor y la dificultad son parte de nuestra vida y, con frecuencia, son también el camino para la vida y la alegría. Personas que han sufrido por los otros comprenden bien lo que significa amar.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
El milagro de la curación del ciego es como el anticipo de la luz de la fe que se abre paso en el corazón de los discípulos de Jesús. Mientras tanto la gente siegue perpleja y titubeante.
Pedro en nombre de todo el grupo proclama abierta y certeramente la identidad de Jesús: “Tú eres el Mesías, el enviado de Dios”.
 Estamos en el corazón del evangelio de Marcos. En las páginas anteriores ha ido resonando una y otra vez la pregunta sobre la identidad de Jesús: ¿Quién es este hombre?
Reconocer, por fin, a Jesús como Mesías, suponía reconocerle como el último y definitivo enviado de Dios que había de conducir al pueblo de Israel a la plenitud de la salvación.
Los discípulos se han colocado en el punto de mira correcto, pero la manifestación completa de lo que entraña la Persona misma de Jesús, Hijo de Dios y Mesías, sólo se desvelará totalmente al pie de la cruz. Y quien sea capaz de reconocer al crucificado como Hijo de Dios habrá encontrado la fe verdadera, a la que Marcos quiere llevar a los lectores de su evangelio: “Y el centurión romano que estaba frente a Jesús, al ver que había expirado de aquella manera, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Nosotros estamos invitados a revisar nuestra fe, a preguntarle a Pedro y al centurión romano qué les llevó a una confesión tan plena de su fe y a una adhesión a la persona de Jesús sin sucumbir al escándalo de las opiniones tan dispares de la gente o a la vergüenza de una humillación tan extrema como el suplicio y la muerte en la cruz.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 
De las dos preguntas que hace Jesús en el sondeo de opinión, la que más le interesa es la segunda: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Interrogante que sigue abierto, hoy como ayer, esperando la respuesta de cada uno de nosotros.  Es la pregunta central de la religión cristiana, pues contiene el fundamento de nuestra fe y la razón de nuestra vida y conducta. ¿En quién creemos? Este cuestionario lo tenemos que responder personalmente y con absoluta sinceridad, conscientes de que en la respuesta nos va el ser o no ser cristianos, porque no se queda en la periferia, sino que toca el centro mismo de la fe y del seguimiento.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Con frecuencia nos resulta difícil aceptarla dificultad y el sufrimiento que salen a nuestro encuentro causados por otros o a causa de otros. Nos quejamos, y sentimos sacudida nuestra confianza. Ayúdanos a aceptar el sufrimiento como parte de nuestra vida y como una forma de crecimiento y, si no entendemos su misterio, ayúdanos al menos a soportarlo en beneficio de los otros, como hizo Jesús, tu Hijo. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
 Pedro protestó contra el sufrimiento, que marcaría la vida y la muerte de Jesús, su acto salvador. --- Nosotros también a veces protestamos por problemas y dolores que nos hacen sufrir. Sin embargo, somos seguidores de Cristo.  “Y TÚ, ¿QUIÉN DICES QUE SOY YO?”
·         Cualquier día, en cualquier momento, a tiempo o a destiempo, sin previo aviso, lanzas tu pregunta: Y tú, ¿quién dices que soy yo?
·         Y yo me quedo a medio camino entre lo correcto y lo que siento, porque no me atrevo a  correr riesgos cuando tú me preguntas así.
·         Nuevamente me equivoco, y me impones silencio para que escuche tu latir y siga tu camino.   Y al poco, vuelves a la carga: Y tú, ¿quién dices que soy yo?
·         Enséñame como tú sabes.  Llévame a tu ritmo por los caminos del Padre y por esas sendas marginales que tanto te atraen.
·         Corrígeme, cánsame y vuelve a explicarme tus proyectos y quereres,  y quién eres.
·         Cuando en tu vida toda encuentre el sentido para los trozos de mi vida rota;  cuando en tu sufrimiento y en tu cruz  descubra el valor de todas las cruces; cuando haga de tu causa mi causa; cuando ya no busque salvarme sino perderme en tus quereres... Entonces, Jesús, vuelve a preguntarme:   Y tú, ¿quién dices que soy yo?

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