jueves, 24 de febrero de 2011

Lectio Divina domingo 20 de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Levítico 19,1-2.17-18; Salmo 102; 1Cor 3,16-23 Mateo 5,38-48

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA



1. Hagamos la LECTURA 
"Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.  "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo  y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?  Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El 7º domingo Ordinario, desafortunadamente celebrado de tarde en tarde, por cuanto está inserto en el breve período entre el tiempo de Navidad y la Cuaresma, nos enfrenta con uno de los pasajes evangélicos más radicales, provocadores y, al mismo tiempo, consoladores que un cristiano pueda encontrar: las palabras conclusivas de la ‘antítesis’ del discurso de la montaña.
La primera lectura, tomada del Levitico (19,1-2; 17-18), es un texto de la  “ley de santidad”. Se remite directamente a la segunda parte del texto evangélico, con el mandamiento de amar “al prójimo” y el estrecho paralelismo con la última frase de las palabras del Señor.
La segunda lectura (1 Cor 3, 16-23) nos muestra un posterior desarrollo del tema evangélico: el camino de la santidad cristiana que, en cuanto humanamente paradójico, es difícil de comprender y practicar, es posible por nuestra recíproca pertenencia a Dios, al cual estamos consagrados y que se nos da enteramente en el amor, haciéndonos capaces de amar a los hermanos como Él, a causa de Él y en Él.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Mateo 5,38: La exhortación de Jesús parte de la “ley del talión”, precepto nacido de la voluntad civil de evitar las venganzas desordenadas, especialmente si eran exageradas, usando un criterio de proporcionalidad entre el mal inferido y el “devuelto” y, sobre todo, reservando el ejercicio en el ámbito judicial.

Mateo 5,39a: El intento evidente de Jesús no es la condena de la antigua “ley del talión” con todos sus rigores. Lo que él pretende sugerirnos es una orientación de vida práctica, que se conforme con la infinita bondad y misericordia del Padre celeste como comportamiento global del vida, posible gracias al anuncio del reino. Los discípulos de Jesús deben portarse según un criterio que supera, en fuerza de un amor desbordante, la inclinación natural de exigir el respeto absoluto de los propios derechos. A quien es de Cristo se le pide vivir según la generosidad, el don de sí, el olvido de los propios intereses, no dejándose llevar por la tacañería, sino mostrándose benévolo, perdonando, dando prueba de grandeza de ánimo.
Se trata de un modo práctico, aunque también radicalísimo, para la interpretación de las bienaventuranzas de los mansos (Mt 5,5).

Mateo 5,39b-42: He aquí los ejemplos concretos de la magnanimidad (que es tener un animus magnus) que debe caracterizar al cristiano, llamado a conceder más de lo que se le pide o pretende él. Naturalmente, no se trata de una ley absoluta que se convertiría en una agitación social de toda la vida civil, sino de un modo de mostrar el espíritu de amor también hacia quien ha hecho el mal. El mensaje de fondo contenido en estos célebres ejemplos  vienen a corregir profundamente el contenido de la “ley del talión” y no se puede comprender correctamente sino a la luz de ella.

Mateo 5,43: El mandamiento veterotestamentario que Jesús cita es el resultado de la combinación de una cita del Levítico ( 19,18) y las palabras extrabíblicas “ y odiarás a tu enemigo” que procede de una mentalidad confusa, totalmente negativa hacia los paganos, vistos como enemigos de Dios y, por tanto, del Pueblo de Dios que los rechaza totalmente para evitar ser contagiados por su idolatría y sus malas costumbres morales.

Mateo 5,44a:El evangelista usa , significativamente, el verbo agapào para indicar el deber cristiano de amar a los enemigos más allá de cualquier  procedencia o más allá de todo tipo de amistad. Se trata del verbo más característico del comportamiento de Dios hacia los hombres y de  los hombres hacia Dios y hacia los propios semejantes: una voluntad radical de bien gratuito y oblativo. Este precepto, ciertamente nuevo y en muchos aspectos sorprendente, completa las enseñanzas precedentes de Jesús y se refiere a la  “justicia sobreabundante” que comenzó  el discurso de la montaña. Hasta esta altísima meta él pretendía llevar a sus discípulos: “ Amad a vuestros enemigos.”
Los enemigos de los que se habla son aquí, específicamente, los perseguidores, los paganos, los idólatras, los que más directamente contrastan el ideal cristiano, viniendo a constituir una amenaza para la fe. De todos modos, son el prototipo y el símbolo de todo enemigo. El cristiano debe usar hacia ellos la misma benevolencia que se tiene con los hermanos en la fe. No sólo la tolerancia, el amor en general o la amistad, sino el amor profundo y desinteresado de sí que el creyente puede tomar del corazón de Dios y aprender de su ejemplo, viéndolo en la creación y en la historia del universo.

Mateo 5,44b: «Amad y orad, amad hasta la plegaria”. Es el don supremo que se puede hacer al enemigo, porque pone en acción la máxima energía interior: la fuerza de la fe. Es más fácil ofrecer un gesto externo de ayuda o de socorro que no desear íntimamente, en el corazón y en verdad, el bien del enemigo tanto de hecho como desde la intención en la plegaria delante de Dios. Si se ora por él, pidiendo para él la gracia y la bendición, quiere decir que se desea su bien. Por tanto se es sincero en el amor. La plegaria es la recompensa del cristiano a las injusticias del enemigo.” (OP).

Mateo 5,45: Jesús explica por qué se debe amar a los enemigos. La filiación de la que habla, que en este texto no excluye la que se da por creación y por adopción, es ante todo la de la semejanza de nuestros sentimientos con los de Dios. El cristiano debe imitar en la vida cotidiana la bondad de su Padre celeste.
Amar al enemigo de este modo lo vuelve a hacer hijo del Padre celeste en cuanto es fruto del deseo de amar como Él.
Cierto, la identidad de los hijos de Dios no es estática, sino que surge de un proceso dinámico. Quiene son hijos de Dios por el bautismo van viviendo plenamente y creciendo en la misma lógica del Padre, por tanto también teniendo gestos de amor que revelan su semejanza con Dios. Ya que Dios es bueno e imparcial, sus hijos son buenos e imparciales, capaces de regular su amor no según sus méritos ajenos, sino que sobre el amor y el cuidado de cualquier ser viviente es objeto continuamente de parte del amor de Dios.
Cuanto más nos dejamos llenar por la gracia divina más se puede poner en práctica este mandamiento, más testimonio dará el Espíritu Santo a nuestro espíritu de ser hijos de Dios (cfr Rm 8,16).

Mateo 5,46-47: la verdadera diferencia entre los cristianos y los otros hombres consiste en el comportamiento y en la capacidad de amar también a quien sea “naturalmente” no amable.

Mateo 5,48: Perfecto (teleios, completo- en este caso en el amor).
De nuevo Jesús relaciona el mandamiento del amor al enemigo con el ejemplo del Padre, con la acción que él cumple cada día en beneficio de todos y que es fruto de su corazón lleno de amor, que Él, el Hijo, conoce profundamente. Este es el corazón que late en la moral cristiana la cual no es norma, ley, observancia, sino comunión de vida con este Padre dada por el  Espíritu    Santo: “la ley del Espíritu, que da vida en Cristo Jesús” ( Rm 8,2).
En esta comunión el cristiano se empapa  del mismo amor del Padre, un amor que pretende cambiar a  los enemigos en amigos; que cambia a los malos, haciéndolos buenos.
Isaías de Nínive, en el comentario al v.45, afirma: “Cerca del Creador no hay cambio, ni intención de que sea anterior o posterior;en su naturaleza no hay ni odio, ni resentimiento, ni lugar más grande o más pequeño en su amor, ni después ni antes en su conocimiento. De hecho si todos creen que la creación se inició como una consecuencia de la bondad y del amor del Creador, sabemos que este motivo no cambia ni disminuye en el Creador como consecuencia del curso desordenado de su creación.
Sería muy odioso y blasfemo pretender que existen en Dios el odio o el resentimiento- y menos hacia los demonios- o imaginarse alguna otra debilidad o pasión... Por el contrario, Dios actúa siempre con nosotros a través de lo que nos sea ventajoso, sea para nosotros causa de sufrimiento o de alivio, de alegría o de tristeza, sea insignificante o glorioso. Todo se orienta hacia los mismos bienes eternos.” ( Discursos, 2ª parte, 38,5 e 39,3).

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1.      Me detengo: ¿sé que estas palabras son para mí, en este hoy mío? ¿Jesús me habla a mí, en la situación en que vivo en este preciso momento de mi vida?
2.      ¿Tomo bien en serio estas palabras del evangelio?
3.      ¿Cómo vivo  estas normas éticas altísimas pero, sin embargo, ineludibles?
·         “Yo os digo que no os enfrentéis con el malvado”
·         “Si uno te golpea en la mejilla derecha preséntale también la otra...”
·         “ Amad a vuestros enemigos y rogad por quienes os persiguen”
·          Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo.”
4.      Me examino: ¿cuáles son mis modelos de conducta cuando me encuentro en situaciones de dificultad? ¿Cuando me siento agredido o tratado injustamente?
5.      Y cuando advierto la falta de amor de los otros o su aversión hacia mí, ¿cómo reacciono? ¿Mi modo de actuar en estas situaciones según qué criterios se rige?
6.      ¿En mi plegaria me enfrento con el ejemplo de Jesús? ¿Veo, al menos un poco, al Padre que es Padre misericordioso de todos los seres del universo y que a todos mantiene en la existencia?
7.      ¿Es ahora tiempo de hacer un paso hacia delante en mi modo de actuar: invoco al Espíritu Santo para que me conforme interiormente con la imagen de Jesús, haciéndome capaz de amar a los otros como Él y a causa de Él ?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
La Palabra de Dios nos ofrece un himno magnífico para nuestra plegaria. La belleza y la actualidad del famoso “himno de la caridad” (1Cor 13,1-9.12b-13) vienen intensificadas para nosotros, al orarlo, si probamos  sustituir la palabra “caridad” por el nombre de Jesús, que es el amor divino encarnado y que es fiel reflejo del amor del Padre hacia todas sus criaturas:
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes,
 y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.
 La caridad es paciente, es servicial;
la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal;
 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas.
 Desaparecerá la ciencia. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad!

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Un héroe de la no-violencia, Martin Luther King, escribió: “Los océanos de la historia se hicieron turbulentos por los flujos, siempre emergentes, de la venganza. El hombre no es llevado nunca por encima del mandamiento de la lex talionis: “Vida por vida, ojo  por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” A pesar del hecho de que la ley de la venganza no resuelve ningún problema social, los hombres continúan dejándose llevar por su desastrosa guía. La historia se hace eco del estruendo de la ruina de las naciones y de los individuos que han seguido este camino autodestructivo.
Jesús afirmó elocuentemente desde la cruz una ley más alta. Él sabía que la antigua ley del ojo por ojo habría dejado a todos ciegos, y no trató de vencer el mal con el mal; vence el mal con el bien.
Crucificado por odio, responde con amor excesivo.
¡Qué magnífica lección! Generaciones surgirán y caerán; los hombres continuarán adorando al dios de la venganza y postrándose ante el altar del talión; pero siempre y por siempre esta noble lección del Calvario será una apremiante exhortación  de que sólo la bondad puede eliminar el mal y sólo el amor puede derrotar el odio.” ( La fuerza de amar, Societá Editrice Internazionale, Torino, 1994, p.65).





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