Lectio Divina miércoles 16 de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Génesis 8,6-13.20-22; Salmo 115; Marcos 8, 22-26
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
¿VES ALGO?
1. Hagamos la LECTURA
Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: « ¿Ves algo?» Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan» Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hoy vemos tanto que casi no vemos… O mejor dicho, no tenemos el tiempo para procesar lo que vemos. Muchos también tenemos “ojos perezosos” y sólo vemos lo que los demás quieren que veamos. Y casi siempre vemos las cosas distorsionadas: “veo a los hombres pero los veo como árboles”. Necesitamos de aquel que nos aclara la visión.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Para Marcos, el paso de la incomprensión a la fe es como el paso de la ceguera a la visión. La curación del ciego tiene lugar en Betsaida, una pequeña población de pescadores, ubicada en la margen izquierda del río Jordán, en su desembocadura en el mar de Galilea. Su población era tanto judía como pagana. Para la mentalidad judía la ceguera representaba un castigo divino, personal o familiar, proveniente de la aceptación de dinero por corrupción. Jesús no se contenta simplemente con tocarlo sino que entra, con la ternura de un padre, en contacto directo con el enfermo. Lo toma de la mano y lo conduce a las afueras de la ciudad. La actitud de Jesús nos introduce en su intención de evitar el escándalo y la espectacularidad. El efecto de este último contacto se describe con tres acciones: poder ver con buena vista, recuperarse plenamente y ver con toda claridad. Queda ratificado que el hombre puede regresar a casa sin la ayuda de nadie, Jesús le ha devuelto la luz y la dignidad.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
¿Ves algo? Cristo en este pasaje nos hace esta pregunta. ¿Podremos responderle que sí vemos? Impresiona que Dios mismo esté preguntando de esta forma. Pero ¿qué es lo que quiere que vea? ¿Cómo tengo que verlo?
Jesús nos pregunta si vemos con los ojos de la fe, es decir: que si en todo lo que hacemos está detrás la mano de Dios. Esta es la visión que Él quiere que tengamos en todas nuestras actividades, no quedarnos solamente con el ver cosas borrosas: "...veo a los hombres como árboles...", mas bien hay que procurar que nuestros ojos estén limpios.
¿Qué es lo que no nos deja ver bien? Las preocupaciones de la vida, los problemas que agrandamos, el querer estar a la moda, buscar tener por tener, o por envidia... Por eso limpiemos nuestra vista, quitando lo que más nos estorbe para mirar con claridad la mano de Dios en nuestra vida, haciendo lo contrario a lo que nos aparta de tan digna visión.
Cuando sobreviene cualquier catástrofe, se combinan una impaciente espera de la vuelta a la normalidad con el deseo de un nuevo orden, que supere el caos y prevenga cualquier mal. Dios responde a esta espera humana.
Los discípulos despistados seguimos olvidando esta respuesta de implicación divina. Hoy podemos ponernos en el lugar del ciego de Betsaida. Él no tiene nombre y tiene todos nuestros nombres, uno a uno. Porque, como él, necesitamos una curación que resulta lenta y laboriosa. En ningún caso desesperante.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Aún no entienden? ¿Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen? Jesús insiste en la urgencia de tomar postura, de permanecer con los ojos abiertos y los oídos atentos para descubrir en las realidades cotidianas todo aquello que, alejándonos del proyecto del Evangelio, nos ciega y nos hace cómplices de proyectos contrarios que se expanden sutilmente en la conciencia social. ¿Cómo estamos viviendo esto hoy?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor, sácanos de nuestro mundito llevándonos de tu mano. Úngenos con tu saliva de paciencia, de esperanza, de consuelo. Imponnos las manos. Nos fiamos de ti. Empezaremos a distinguir con una vista borrosa. Ten paciencia con nosotros y no apartes tu mano, hasta que veamos con claridad. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
El texto de hoy nos habla de cosas que se hacen “poco a poco”, cosa que no nos gusta mucho... Porque asistimos día a día al avance tecnológico impresionante de los medios de comunicación: La televisión, el cine, la radio, la prensa, Internet, etc. que nos presentan todo de golpe y demasiadas veces con una visión tergiversada de la realidad. Y el efecto es enceguecedor. “ELOGIO DE LA CARIDAD”
Un mendigo, enfermo, estaba cierto día a la vera de un camino que sube de la ciudad de Córdoba, España, a su famosa sierra, concretamente al lugar llamado Scala Coeli, escalera que quiere tocar al cielo.
Ese mendigo, enfermo, como acontecía en los itinerarios seguidos por Jesús en Galilea, alargaba la mano a los viandantes: ¡Una caridad, por Dios! ¿A qué viandante alargaba la mano el enfermo aquel día? A un fraile dominico, llamado fray Álvaro de Córdoba, insigne predicador, peregrino de Roma y Tierra Santa, místico y asceta, maestro en Teología, confesor de reyes, iniciador de la reforma dominicana en España, por el año 1415. ¿Cómo reaccionó un hombre tan aureolado de títulos humanos y religiosos? Al oír la voz del necesitado, fray Luis se detuvo; miró con amor al mendigo y enfermo, y le respondió: Amigo, otra caridad no tengo; y, poniéndolo sobre sus hombros, lo llevó hacia su convento de Scala Coeli.
Por el camino iba un poco preocupado. En el monasterio había amor, pero no había medicamentos ni buen enfermero. ¿Qué podría hacer por el enfermo, excepto ungirle las heridas y darle un poco de calor? Al llegar al portal de entrada a la Iglesia y al monasterio, colocó al enfermo sobre un banco, junto a la puerta monástica, y, antes de gestionar qué posada podría ofrecerle, pasó a saludar al Señor del sagrario y de la cruz. ¡Allí fue la sorpresa! En el templo, al contemplar el rostro dolorido de Cristo crucificado, percibió que el rostro del Nazareno de la capilla era el mismo rostro del enfermo que había dejado reposando en el portal. La hagiografía no nos aclara qué sucedió después: si el enfermo desapareció o si más bien fray Álvaro llevó al enfermo a una habitación, lo cuidó, y tuvo la sensación gozosa de que cada vez que limpiaba su rostro estaba limpiando el rostro de Cristo.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, la gracia de comprender que, viviendo en tu Reino, Tú estás en el corazón y en el rostro de cada uno de los que sufren en el mundo, y que cualquier servicio de amor o de justicia es inmensamente grato a tus ojos. Amén.
Concédenos, Señor, la gracia de comprender que, viviendo en tu Reino, Tú estás en el corazón y en el rostro de cada uno de los que sufren en el mundo, y que cualquier servicio de amor o de justicia es inmensamente grato a tus ojos. Amén.
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