jueves, 24 de febrero de 2011

Lectio Divina lunes 21 de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Ecle 1,1-10; Salmo 92; Marcos 9,14-29

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

TENGO FE, PERO DUDO, AYÚDAME



1. Hagamos la LECTURA 
Cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. Él les preguntó: -«¿De qué discuten?» Uno le contestó: -«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.» Él les contestó: -« ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los tendré que soportar? Tráiganmelo.» Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: -«¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?» Contestó él: -«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.» Jesús replicó: -«¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.» Entonces el padre del muchacho gritó: -«Tengo fe, pero dudo; ayúdame.» Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: -«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.» Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie. Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: -«¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?» El les respondió: -«Esta especie sólo puede salir con oración.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD   Nuestra lucha contra el mal, el mal que hay dentro de nosotros y el de los demás, sólo  puede ser eficaz si se basa en la fuerza de Dios. Sólo puede suceder desde la fe y la  oración, en unión con Cristo, el que libera al mundo de todo mal. No se trata de hacer  gestos mágicos o de pronunciar palabras que tienen eficacia por sí solas. El que salva y el  que libera es Dios. Y nosotros, sólo si nos mantenemos unidos a él por la oración. Esta es  la lección que nos da hoy Jesús. 

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El tema central del relato de hoy es la incredulidad, es decir, la falta de fe en el poder salvador de Jesús, expresada en los discípulos, que no fueron capaces de expulsar el demonio aun teniendo ese poder, y especialmente en el padre del niño epiléptico, quien le pide a Jesús, de manera un poco desconfiada, que sane a su hijo. Si leemos con atención, podemos descubrir que el texto se orienta a detallar el proceso de fe del padre, quien al entrar en diálogo con Jesús se va dando cuenta de su propia fragilidad, de la necesidad de abrir mucho más su corazón a Dios, llegando al punto de afirmar que cree en el poder de Jesús, pero que necesita de su ayuda para continuar en este camino. El padre entonces da a conocer el verdadero sentido de la fe, que corresponde a la integración de la persona con Dios mismo, haciendo de aquel una nueva existencia; se trata de una actitud de ilimitada confianza en la acción de Dios. Es necesario abrirnos a la fe; la oración es importante, pues nos permite vencer los obstáculos que se presentan en nuestro proceso de seguimiento.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
Sanar y curar fueron las acciones centrales de Jesús que acompañaron su anuncio. Si realizó signos fue para liberar y no para exhibirse, pues bien sabía que si hacía esto último corría el riesgo de deformar una imagen de Dios que Él intentaba purificar por todos los medios. Esto nos muestra este relato de exorcismo y sanación: la misericordia de un Dios que no permanece impasible frente al sufrimiento. Pero atención, no sólo el niño curado es el beneficiario de la acción de Jesús. El padre de la criatura y los discípulos de Jesús también reciben una buena lección y enseñanza que la Palabra nos extiende hoy: “todo es posible para quien cree / para quien tiene fe” Mc 9, 23. Quien tiene fe pone su confianza en el poder de Dios y no únicamente en sus propias fuerzas. Trabaja como si todo dependiera de ti y sólo de ti y confía como si todo dependiera de Dios y sólo de Dios.
Dudar nos ocurre a todos los creyentes y nos seguirá ocurriendo. Pero confiar es lo que Jesús nos pide que hagamos con más frecuencia e intensidad. Confía en el poder de Dios, confía en el avance del Reino, confía en la Providencia que guía los entresijos de la historia, confía en el regalo del perdón y en la fuerza transformadora del amor, confía en que Aquel que te llamó llevará en ti su obra a buen término. Tengamos fe.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Jesús cura a un muchacho poseso, alzándolo, tomándolo de la mano. Jesús pide fe y oración confiada, de otro modo nos cerramos a la acción de Dios. Marcos dice que “Jesús levantó al muchacho poseso cogiéndolo de la mano”; así describe su curación en términos de resurrección, como la curación de la suegra de Pedro o la resurrección de la hija de Jairo. Con su tacto, “cogiéndolo de la mano”,  Jesús cura y restaura vida.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios, Padre compasivo: Por medio de tu Hijo Jesucristo tú alzaste a los enfermos a una vida plena,  curándolos de sus enfermedades. Tómanos a nosotros también de la mano, tócanos y restáuranos a una humanidad más plena. Toca nuestra mente, para que seamos más sabios y mira al mundo y a la gente  con tus ojos compasivos. Toca nuestro corazón, para que sepamos amar más   y servir mejor a nuestros hermanos. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Tocar con cariño a los hermanos, tomarles de la mano, librarlos de su aislamiento y levantarlos de su tristeza y desesperación… es también nuestra tarea, si queremos continuar el trabajo y la misión de Jesús. Para poder realizarlo, contemos con la bendición del Señor. “EL SEÑOR DEL UNIVERSO ES MI PADRE”
Un niño estaba de pie en la playa. Un barco de pesca regresaba bordeando la costa. El niño hacía grandes señales para llamar la atención de los pasajeros. Cerca de él había un hombre que lo estaba observando, y le dijo: «¡No seas tonto, el barco no va a cambiar de rumbo aunque muevas los brazos!». Pero inesperadamente el barco viró y se acercó a la orilla.
Echaron un bote al mar y éste vino a recoger al niño. Una vez a bordo, el niño gritó desde la cubierta: «¡Señor, no soy tonto; el capitán del barco es mi padre!».
Esta historieta contiene una enseñanza para nosotros los cristianos.
¿Por qué el capitán cambió de rumbo? No fue porque el niño tuviera derecho a parar el barco, sino porque se trataba de su hijo.
Cuando las circunstancias de la vida son difíciles y no hay esperanza, ¿Puede ser que Dios cambie el curso de las cosas por un sólo hombre que ore? Sí, y el que gobierna el universo a menudo lo hace, porque el creyente que ora no sólo es un hombre, sino su hijo.
Al igual que este niño de la playa, podemos ser incomprendidos, pero no dejemos de orar a Dios, a pesar de su grandeza, y a veces de su silencio, pues es nuestro Padre, quien nos conoce personalmente. Aquel niño era insignificante ante un barco, pero ocupaba un lugar importante en el corazón del capitán.

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