Lectio Divina lunes 14 de febrero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Génesis 4,1-15.25; Salmo 49; Marcos 8,11-13
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO?
1. Hagamos la LECTURA
El hombre se llegó a Eva; ella concibió, dio a luz a Caín, y dijo: "He adquirido un hombre con la ayuda del Señor." Después dio a luz a Abel, el hermano. Abel era pastor de ovejas, mientras que Caín trabajaba en el campo. Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del campo, y Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, y no se fijó en Caín ni en su ofrenda, por lo cual Caín se enfureció y andaba abatido. El Señor dijo a Caín: "¿Por qué te enfureces y andas abatido? Cierto, si obraras bien, estarías animado; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; y, aunque viene por ti, tú puedes dominarlo."
Caín dijo a su hermano Abel: "Vamos al campo." Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: "¿Dónde está Abel, tu hermano?" Respondió Caín: "No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?" El Señor le replicó: "¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. Por eso te maldice esa tierra que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano.
Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte su fecundidad. Andarás errante y perdido por el mundo." Caín contestó al Señor: "Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Hoy me destierras de aquí; tendré que ocultarme de ti, andando errante y perdido por el mundo; el que tropiece conmigo me matará." El Señor le dijo: "El que mate a Caín lo pagará siete veces." Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien tropezase con él, no lo matara. Adán se llegó otra vez a su mujer, que concibió, dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo: "El Señor me ha dado un descendiente a cambio de Abel, asesinado por Caín."
VEAMOS NUESTRA REALIDAD. La narración del Génesis nos coloca ante las consecuencias que, desde el principio de la humanidad, han tenido las actitudes de pecado: envidia, odio, muerte; y también ante la complacencia de Dios por las obras buenas de sus hijos. La historia de Caín y Abel es la historia de la antifraternidad que tiene dividido el mundo, los países, las familias, las relaciones interpersonales… Y esto nos hace terriblemente infelices: “el pecado acecha a tu puerta y te acosa”, o sea que hay que luchar constantemente contra esto; porque hay una salida: “aunque tu puedes dominarlo.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Caín y Abel son los nombres con que designamos a la primera generación nacida de Adán y Eva con sus oficios de sembrador y pastor. Y son también en la historia religiosa de los pueblos los símbolos del “hombre bueno” que se ofrenda a sí mismo por los demás y del “hombre asesino de su hermano”. En sus personas tenemos encarnadas la bondad y la maldad, dos fuerzas siempre en tensión y al acecho de los corazones humanos.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Las consecuencias del pecado de Adán y Eva no se hacen esperar: se rompe la armonía de relaciones con Dios y entre los mismos seres humanos. El deterioro de la humanidad es evidente.
No sabemos cuál fue el motivo por el que Dios no miraba con buenos ojos las ofrendas de Caín y sí las de Abel. Los dos le ofrecían sacrificios. No parece que sea por el hecho de que Abel era pastor (más nómada) y Caín agricultor (más sedentario). Lo que pasa es que Dios actúa libre y gratuitamente. Como hará después tantas veces, no elige al primogénito o al que ha hecho más méritos, sino al más joven y más débil. Aunque también dialoga con Caín, cuando le ve abatido y le deja abierta una puerta: «Cuando el pecado acecha a tu puerta, tú puedes dominarlo». Aunque de alguna manera hay algo en Caín que le inclina al mal, Dios también vela por él.
Esta muerte de un hombre a manos de su hermano es por desgracia una de las escenas más representativas de la maldad que hay en el corazón humano. Matar al hermano es el pecado que más expresa el odio, la violencia, la intolerancia. Desde entonces Abel será el representante de todos los que son víctimas de la envidia y la maldad ajena. Y Caín, prototipo de los que odian y matan a su hermano.
Dios defiende la vida humana y pide cuentas de la de Abel a su hermano: «La sangre de tu hermano me grita desde la tierra». Pero, a pesar de la respuesta un tanto insolente de Caín (« ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?»), Dios también le protege a él: «El que mate a Caín lo pagará siete veces». Además, Dios concede a Adán y Eva otro hijo, Set: sigue la aventura de la humanidad.
Todos somos un poco Caín. Sigue existiendo la envidia y la intolerancia en nuestro mundo. Jesús -a quien sus enemigos envidiaron y llevaron a la muerte, como a Abel- nos enseñó a amarnos los unos a los otros, también cuando no coincidimos en carácter y cuando hay ofensas de por medio. Pero es lo que más nos cuesta: las relaciones con los que conviven con nosotros. Somos complicados, egoístas, susceptibles.
Por desgracia no han desaparecido los conflictos entre hermanos de una misma familia, entre ciudadanos de los diversos estamentos sociales -el pastor Abel y el agricultor Caín-, entre miembros de una comunidad religiosa o de una parroquia. Nuestra vida se parece más a esta página que a aquella otra ideal del Salmo 133: «Qué bueno y agradable es vivir los hermanos unidos». No llegaremos, es de esperar, a derramar la sangre del que no nos cae bien. Pero sí podemos tratarle con intolerancia o incluso con violencia, ignorarle, odiarle, hablar mal de él, catalogarle en nuestro archivo particular como indeseable: lo que a veces equivale a matarle moralmente.
Desde las primeras páginas de la Biblia -antes de que Cristo Jesús nos diera la consigna del amor fraterno- ya nos pide Dios cuentas de la sangre de nuestro hermano, o también de su fama, como nos hace decir el salmo: «Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre, esto haces ¿y me voy a callar? ¿crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara». Deberíamos oír en nuestro interior muy clara la voz de Dios: «¿Dónde está tu hermano?». Es de esperar que no contestemos como Caín.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Variemos un poquito el giro literario: donde dice –sin explicación- que Dios “se fijó” en la ofrenda de Abel y “no se fijó” ni en la persona ni en la ofrenda de Caín, digamos que ‘Dios no se complació en el espíritu de Caín”. Tratamos así de evitar el que Dios aparezca como un ser humano caprichoso y veleidoso. A Caín le faltó ‘espíritu’, y en Abel el ‘espíritu’ fue de bondad. ¿Qué faltaría entonces en el texto original?
Faltaría decir que la ofrenda de Caín no llevaba en la bandeja amor sino mal humor, no llevaba agradecimiento filial sino cierto egoísmo que se resiste a la generosidad y al compartir. Si no, ¿cómo entender esas reacciones de violencia y muerte que acaban cegando su mente y le llevan a la ruina? Interrogante: Dios nos pregunta hoy: tu hermano, tuyo y mío, ¿dónde está? ¿No tenemos todos un poco de Caín? Lo tenemos. Podemos comprobarlo examinándonos a fondo: cuando envidiamos en vez de alegrarnos del bien ajeno, e incluso lo destruimos; cuando no reconocemos la bondad de los demás y nos cegamos en nuestros intereses egoístas; cuando nos amargamos la vida y no nos comunicamos con los demás, porque son “buenos”, o porque “los despreciamos”, o porque son “pobres”... ¡Qué gran problema tenemos en la humanidad con miles de niños que mueren de hambre, con drogadictos que caminan hacia la muerte, con familias que se separan y persiguen, con las desigualdades crecientes motivadas por las injusticias...! ¿Dónde están nuestros hermanos?
Faltaría decir que la ofrenda de Caín no llevaba en la bandeja amor sino mal humor, no llevaba agradecimiento filial sino cierto egoísmo que se resiste a la generosidad y al compartir. Si no, ¿cómo entender esas reacciones de violencia y muerte que acaban cegando su mente y le llevan a la ruina? Interrogante: Dios nos pregunta hoy: tu hermano, tuyo y mío, ¿dónde está? ¿No tenemos todos un poco de Caín? Lo tenemos. Podemos comprobarlo examinándonos a fondo: cuando envidiamos en vez de alegrarnos del bien ajeno, e incluso lo destruimos; cuando no reconocemos la bondad de los demás y nos cegamos en nuestros intereses egoístas; cuando nos amargamos la vida y no nos comunicamos con los demás, porque son “buenos”, o porque “los despreciamos”, o porque son “pobres”... ¡Qué gran problema tenemos en la humanidad con miles de niños que mueren de hambre, con drogadictos que caminan hacia la muerte, con familias que se separan y persiguen, con las desigualdades crecientes motivadas por las injusticias...! ¿Dónde están nuestros hermanos?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios? con el Salmo 49
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza
El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente."No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí." "¿Por qué recitas mis preceptos, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?" "Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara."
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Tanto si hemos cooperado con la destrucción del plan de Dios como si no (cosa imposible pues todos somos pecadores)… es tiempo hoy de hacer corrección: “¡Basta ya de destrucción!”
· No más violencia no más relaciones destruidas, no más hijos maltratados, no más desenfreno sexual, suicidios, depresiones, soledad ¡... No más!
· Es hora de rescatar las herramientas necesarias para vivir esa VIDA ABUNDANTE de la cual habla Jesús: Una Vida llena de Matrimonios con propósito, de hijos capaces de responder a los desafíos del mundo, de profesionales íntegros, de Hombres de verdad, dispuestos a vivir por principios.
· La Decisión es hoy! No podemos seguir cometiendo inocentemente equivocaciones, condenando a nuestros hijos a sufrir innecesariamente, contribuyendo a que cada día nos sintamos más vacíos y peor aún: alimentando una sociedad cada vez más caótica.
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