jueves, 2 de septiembre de 2010

Lectio Divina Miércoles 1 de Setiembre.

Lectio Divina miércoles 01 de septiembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: 1Corintios 3,1-9; Salmo 32; Lucas 4, 38-44



1. Hagamos la LECTURA Del Evangelio según san Lucas 4,31-37


Al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -«Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: -«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» Y predicaba en las sinagogas de Judea.

2. MEDITEMOS la lectura

a. ¿Qué dice el texto?

QUE VEAMOS NUESTRA REALIDAD - Hoy estamos presos de diversas fiebres que nos atan y no nos permiten incorporarnos al servicio al prójimo. La comunidad está llamada a liberar a las personas atadas por autojustificaciones ideológicas, problemas psicológicos o por ligaduras de cualquier índole que no les permiten ser libres. Pues, solamente hombres y mujeres libres están en condiciones de servir bien al prójimo. Eso es lo que dice el texto.

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?

Hay un proceso que todo ser humano está llamado a vivir: de ser simples criaturas (seres vivos como los peces o los árboles, ligados a un ciclo vital más o menos determinado, dentro de lo esperable, de lo necesario…) a ser personas de espíritu, personas libres que viven de pie, que eligen, que disciernen, que dicen sí y dicen no, que van haciéndose una sola cosa con el Padre poco a poco, creciendo cada vez más.

El mismo Jesús, si somos fieles a la fe que profesamos en el Credo, tuvo que ir haciendo humanamente este proceso. Era verdadero hombre y verdadero Dios. El hombre Jesús fue creciendo en edad, en estatura y en gracia, en sabiduría... es decir, fue aprendiendo a vivir según el Espíritu de Dios, según sus criterios y prioridades.

Y llegar aquí no fue cosa de un día ni se improvisó. Los evangelios nos muestran a un Jesús cotidiano y oculto (¡la mayoría de su vida!); un Jesús que se retiraba a orar, que buscaba el silencio y la escucha del Padre; un Jesús que se dejaba conmover ante cualquier dolor y sufrimiento, ya fuera una mala fiebre como en la suegra de Pedro, ya fuera el drama de un endemoniado. Iba con su madre y sus amigos a las bodas (al menos la de Caná), comía y bebía cuando tocaba hacerlo porque le llamaban comilón y borracho. Era amigo de sus amigos, comía y cenaba en sus casas disfrutando de la conversación y el encuentro. Corregía sin temor y decía lo que el Padre quería que dijese, aún sabiendo que muchos se le echarían encima.

Y no creo que nada de esto sea casual o accesorio. Todo lo que vivimos cada día, en lo pequeño y en lo grande, va haciendo que crezcamos o nos quedemos estancados; que seamos gente de espíritu o gente sin criterio, traídos y llevados por lo que toca, por lo que apetece o no apetece; gente fría e impasible o gente que se deja conmover por los dolores y alegría de los demás. La decisión y el deseo de vivirlo de un modo u otro, es nuestra. Dios ya pone su gracia.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

Jesús, cuando estabas en Nazaret, pasabas la mayor parte del día con tu familia. Al empezar tu vida pública, adoptaste otra familia, otra casa, la de Simón-Pedro en Cafarnaúm. Allí tenías tus relaciones familiares, las de la vida ordinaria. Mi primer deber, también para mí, es el de prestar atención a aquellos con quienes comparto la vida cotidiana. Trato de imaginar tu actitud, con las personas que te encontrabas todos los días... Pedro, su suegra... Esa es una de tus ocupaciones esenciales, Señor. Tu evangelio está lleno de enfermos curados y de demonios expulsados. Has venido al mundo para sanar y salvar. Por tu sola presencia, el mal retrocede. ¿Cómo es mi jornada? ¿De qué está compuesta? ¿Qué curación, HOY, puedo yo contribuir a hacer avanzar en mí? ¿en mis hermanos? ¿En la sociedad?

4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios? Con el salmo 145,8-9

Si hoy puedo pedirte algo, Señor, es eso que haces tan bien: ¡encárnanos, Jesús!, ayúdanos a ser como tú, humanos en el Espíritu y espirituales en la carne del mundo; que anunciemos, sanemos y caminemos con los hermanos sin dejarnos retener por nada ni por nadie. Pues sólo en tu libertad podremos llevar a cabo aquello para lo que hemos sido enviados: anunciar tu Reino. En lo profundo de mi vida, como en el mundo que me rodea, ¡que sepa yo hacer retroceder el mal y progresar el bien! ¡Que, contigo y como Tú lo hiciste, trabaje para el desarrollo, la felicidad y la promoción de mis hermanos! Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?

Motivación: Es necesario reflexionar sobre la jornada de Jesús en Cafarnaúm y cómo tenemos nosotros que pegárnosle para ser como Jesús, “grandes misioneros”… Hagamos pues juntos esta Plegaria para nuestro tiempo… hoy que inicia Septiembre, mes de la Biblia… “un alto en el camino”

Señor, no sé bien por qué hoy quiero agradecerte todo lo que Tú me has dado y tengo: lo que me hace vivir y ser feliz, lo que me permite creer y esperar, lo que me da fuerzas para amar y descansar.

Gracias por esta vida humana que me ha marcado, como marca a todos, con marcas indelebles en el cuerpo y el espíritu: son tus huellas en mi historia, huellas de pasión y ternura.

Gracias por las personas de mi vida: por las que ya se han ido, por las que permanecen fieles, y por las que me sorprenden con su presencia cuando abro mis puertas y ventanas.

Gracias por los momentos fuertes de decisión, de entrega y ruptura: por los que he tenido que vivir en soledad, por los que he podido compartir y por esos en los que he sido oyente y testigo.

Gracias por quienes despertaron mi fe, y por quienes la mantienen hoy. Por las redes que acunan mis esperanzas, por los lazos de solidaridad que nos unen, por los brotes de fraternidad que me ilusionan.

Gracias por el agua, los perfumes y la casa, por la comida necesaria y el descanso, por quienes cantan y escriben poemas a la vida, por los besos y abrazos compartidos, y por todas las cosas puestas hoy en mi camino.

Gracias, sobre todo, por tu Palabra de vida, por la Biblia, que celebramos en este mes de septiembre y que has puesto al alcance de nuestras manos y de nuestros corazones, para que haciéndola vida podamos ser felices y hacer felices a todos los hombres y mujeres que nos dejaste como hermanos.

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