Lectio Divina jueves 30 de septiembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: Job 19,21-27; Salmo 26; Lucas 10,1-12.
Designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos: rueguen, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los mando como corderos en medio de lobos. No lleven talega, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz de ustedes; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “está cerca de ustedes el Reino de Dios”. Cuando entren en un pueblo y no los reciban, salgan a la plaza y digan: “Hasta el polvo de su pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que está cerca el Reino de Dios”. Les digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”.
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hoy vamos a recibir unos consejos sabios que si los seguimos nos traerán paz. Pero primero veamos cuál es nuestra realidad, tal como la hemos aprendido: (1) La religión la vemos como un asunto individual; cada quien a lo suyo. “Mi” salvación es lo que cuenta. (2) Nos dejamos vencer más rápidos que ligeros por el mal. Es más, hasta nos encanta estar enfermos y hasta acostumbrados estamos al mal y a la cultura de la muerte. (3) Confiamos mucho más en los medios humanos que en Dios, aunque nos llenamos la boca de decir: Jesús en ti confío (4) Nos importa mucho lo que los demás piensen de nosotros, por lo tanto, no hablamos mucho de Dios ni de sus asuntos porque a la gente no le gusta. ¿Por qué entonces nos quejamos de la falta de paz?
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
10.1, precisando que los envía delante de sí, es decir, con la misma resolución con la que él se encamina a Jerusalén. Las recomendaciones que Jesús les da antes de enviarlos son una invitación a ser conscientes de la misión a la que se les envía: la mies abundante en contraste con el número exiguo de obreros. El Señor de la mies llega con toda su fuerza, pero la alegría de su llegada se ve impedida por el reducido número de obreros. De aquí, la invitación categórica a la oración: “Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”
v.2. La iniciativa de enviar a la misión es competencia del Padre, pero Jesús da la orden: “Id”, indicando después el modo de seguir (vv.4-11). Empieza con el equipamiento. Ni bolsa, ni alforja, ni sandalias. Estos elementos manifiestan la fragilidad del que es enviado y su dependencia de la ayuda que viene del Señor y de los habitantes de la ciudad.
v. 5-7. La paz es el don que precede a la misión, es decir, la plenitud de vida y de relaciones; la alegría verdadera es el signo que caracteriza la llegada del Reino. No hay que buscar la comodidad, es indispensable ser acogidos.
vv.10-11. A este último aspecto se une el gesto de sacudirse el polvo, como si los discípulos, al abandonar la ciudad que los ha rechazado, dijesen a sus habitantes que no se han apoderado de nada, o también podría indicar el cese de las relaciones. Al final, Jesús recuerda la culpabilidad de la ciudad que se cierre a la proclamación del evangelio (v.12).
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Jesús va de camino con sus discípulos hacia Jerusalén y durante este largo viaje, aprovecha para designar a otros 72 discípulos y enviarlos de dos en dos, con la tarea misionera de preparar el sitio por donde Él iba a pasar. Les da estas recomendaciones:
Dios quiere que cambien las relaciones entre los seres humanos; que todos se vean como iguales y se traten como hermanos; por eso tienen que vivir como una familia, sin competencias, sin ambiciones. El Reino no es tarea para gente solitaria; por eso les envío de dos en dos, para que se ayuden, se confronten, se complementen.
El Reinado de Dios que van a anunciar va a vencer al mal y a la muerte. Ustedes se van a enfrentar con los demonios y los van a vencer; van a tener poder para curar, para acabar con las consecuencias del dominio del mal sobre el pueblo, porque lo que el Padre quiere es que tengan vida en abundancia.
En el Padre deben poner toda su confianza, más que en los medios humanos. Eso es condición fundamental para quien quiera colaborar con el Reino. Por eso, cuando salgan a algún pueblo no lleven nada de dinero, nada más un vestido, unas sandalias, un bastón. Esa pobreza les dará libertad y será un testimonio más grande que mil palabras, de que el Reino no se impone por la fuerza, sino que se ofrece desprovisto de todo poder, inerme, como el amor. También deben aprender a confiar en la comunidad a la que vayan. Quédense, pues, en la primera casa que entren, hasta que termine su trabajo en ese pueblo. Ustedes miraran por ellos, y ellos mirarán por ustedes. Así se irán reconstruyendo las relaciones y la confianza entre ellos, que es lo que Dios quiere.
Cuenten con que a todos no les va a gustar lo que ustedes digan o hagan, porque al llegar Dios a reinar, van a cambiar muchas cosas que están mal, y eso va a incomodar a los que viven a costa de los demás. Cuando los rechacen y no los quieran escuchar, sálganse de ese pueblo y sacúdanse hasta el polvo que se les haya pegado a la planta de los pies, como testimonio de protesta contra ellos.
Lo fundamental que deben tener en cuenta los discípulos de Jesús es que están trabajando en la construcción del Reino de Dios, no por su propio reino. Nosotros, como los discípulos, nos tenemos que poner en camino para anunciarle al mundo que el Reino de Dios esta presente, y que por lo tanto, es urgente que nos convirtamos y asumamos el compromiso de construir una nueva sociedad, donde se hagan realidad los valores del Reino.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce. ¿Qué frutos producimos en la comunidad?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Te damos gracias Padre, por el rayo de luz que nos dejas en el mensaje de Jesús dirigido a los discípulos de todos los tiempos: "¡Pónganse en camino!" A veces soñamos con tener todo claro para tomar una decisión. Pero esperar a ver con claridad nos paraliza. La luz se hace caminando. Porque cada vez que nos ponemos en camino, Él -como nos recuerda el relato de Emaús- "se pone a caminar con nosotros". Que nos tomemos en serio tu palabra. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Menuda tarea tenemos si queremos contarnos entre los 72… Pero si reflexionamos un poco no es tan difícil. Solo es cuestión de echar un poco de nuestro ego afuera y llenarlo del corazón inmenso de Dios… así empezaremos a juntarnos de dos en dos y juntos emprender el camino con la confianza puesta en aquel que nos envió… Porque somos: “Semillas del reino”
Son semillas del Reino plantadas en la historia. Son buenas y tiernas, llenas de vida.
Las tengo en mi mano, las acuño y quiero, y por eso las lanzo al mundo: ¡Piérdanse!
No tengan miedo a tormentas ni sequías, a pisadas ni espinos. Beban de los pobres y empápense de mi rocío. Fecunden, revienten, no se queden enterradas. Florezcan y den fruto. Déjense mecer por el viento.
Que todo viajero que ande por sendas y caminos, buscando o perdido, al verlas, sienta un vuelco y pueda amarlas. ¡Son semillas de mi Reino! ¡Somos semillas de tu Reino!
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