jueves, 16 de septiembre de 2010

Lectio Divina. Jueves 16 de setiembre.

Lectio Divina jueves 16 de septiembre 2010, Tiempo Ordinario, Ciclo –C- Lecturas: 1Corintios 15,1-11; Salmo 117;  Lucas 7, 36-50



Un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: -«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.» Jesús tomó la palabra y le dijo: -«Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: -«Dímelo, maestro.» Jesús le dijo: -«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: -«Supongo que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: -«Has juzgado rectamente.» Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: -«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: -«Tus pecados están perdonados.» Los demás convidados empezaron a decir entre sí: -«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: -«Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El evangelio de hoy nos habla del episodio de la mujer que fue acogida por Jesús durante una comida en casa de Simón, el fariseo. Uno de los aspectos de la novedad que la Buena Nueva de Dios trae es la actitud sorprendente de Jesús hacia las mujeres. En la época del Nuevo Testamento, la mujer vivía marginada. No participaba en la sinagoga, no podéis ser testigo en la vida pública. Muchas mujeres, sin embargo, se resistían contra esa exclusión. Desde el tiempo de Esdras, crecía la marginalización de las mujeres por parte de las autoridades religiosas (Es 9,1 a 10,44) y crecía también la resistencia de las mujeres contra su exclusión, como aparece en las historias de Judit, Ester, Ruth, Noemí, Susana, de la Zalamita y de tantas otras. Esta resistencia encuentra eco y acogida en Jesús. En el episodio de la mujer del perfume emergen el incorfomismo y la resistencia de las mujeres en el día a día de la vida y de la acogida que Jesús les daba.

b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? 
El Evangelio nos pone en primer plano a la mujer pecadora, una historia de amor, de perdón, de salvación; como en las cosas humanas, no faltó la debilidad, la dureza de corazón de Simón, el anfitrión.

Otra vez, veremos que las cosas de Dios no son las cosas de los hombres, que la mirada de Dios es muy diferente de la mirada de los hombres.

Colémonos en la escena. Se da un banquete en casa del fariseo Simón. Jesús está invitado y acepta, es un signo de amistad. Pero no fue una comida pacífica. Dos personajes muy distintos llenan la narración.

Primero, el fariseo Simón. De entrada tiene un gesto de afecto hacía Jesús, por eso, le invita. Pero, luego, le juzga; se siente en posesión de la verdad, no duda, se ve autosuficiente, firme en sus juicios.

Sin embargo, la mujer pecadora descoloca a todos. No ha sido invitada, pero allí se presenta. Ha conocido al Maestro, ha quedado seducida por su mensaje e irrumpe en el banquete. Y empieza a ofrecer a Jesús lo único que le queda: perfumes, lágrimas y besos. Los comensales la juzgan, es una pecadora; Jesús la ama; solamente la ama.

Recordemos hoy y siempre que Dios perdona sin condiciones
El perdón de Dios está siempre a punto. Luego, por parte del hombre, está el aceptarlo, como la mujer pecadora, o rechazarlo, como el fariseo. Porque el Señor toma la iniciativa en todo momento.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Ahora nos toca a nosotros preguntarnos en la piel de qué personaje nos metemos. Como la mujer, ¿nos sentimos necesitados del perdón divino?, ¿Nos mueve la confianza?, ¿Sabemos que Dios nos ama? O, como el fariseo, ¿miramos poco a Dios y mucho a nosotros mismos?, ¿Nos sentimos justos y cumplidores?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Jesús, tú haces tu elogio a la mujer del perfume. Hablas de ella con respeto, la valoras. Subrayas todo lo que ha hecho bien. Había sufrido mucho. Señor, ayúdame a ver a los pecadores con tu propia mirada llena de bondad y misericordia. Dame el don de saberlos rehabilitar a sus propios ojos. Que todas mis palabras y mis actitudes digan ¡cuán bueno eres, Señor! Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación- El evangelio de hoy nos invita a mirar el amor y no el precio. Nos invita a revisar nuestro corazón para esté lleno de amor y no de envidia e hipocresía… Por eso hagamos: “Lo que a Dios le place”
·         Cuando entré en tu casa tú no me ofreciste agua para los pies; ella, en cambio, me los ha regado con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo largo.
·         Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme.
·         Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, ha ungido mis pies con perfume caro.
Y si pasamos a otras cosas…
·         Tú no me invitaste y me has dejado plantado; ella se invitó y me ha acompañado.
·         Tú has estado mirando de reojo; ella, con sus húmedos ojos llorosos.
·         Tú, en tu fuero interno, has murmurado de ella y de mí sin reparo; ella me ha amado como sabe y me place ser amado.
·         Tú has sido bien tacaño y hasta taimado; ella, agradecida con sus gestos humanos.
·         Tú te has escandalizado; ella ha recuperado su dignidad perdida y se ha salvado…
·         El banquete ha terminado. No te sorprendas. Dios quiere personas nuevas-

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