Lectio Divina viernes 28 de enero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Hebreos 10,32-39; Salmo 36; Marcos 4, 26-34
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
Jesús dijo a la gente: -«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» Dijo también: -«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
VEAMOS NUESTRA REALIDAD. Lo que la palabra nos presenta hoy es totalmente diferente a lo experimentamos hoy en día: todo lo queremos ya y la impaciencia es nuestra compañera. Por eso decimos que esta parábola es desestresante. En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado la gracia, la santidad, la Verdad... Hemos de hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber de cada instante y para hacer felices a los que nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por conseguir crecer en virtudes, de alegría...
Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Porque quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios? (San Gregorio Magno).
Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Porque quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios? (San Gregorio Magno).
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El evangelio de hoy nos presenta dos bellísimas parábolas relacionadas con la vida que crece desde dentro y, como dice una de ellas, sin que ni siquiera nos demos cuenta: la del grano que crece por sí sola, que por cierto es de lo más desestresante... y la del grano de mostaza... que nos hace ver el sorprendente y grandioso final de la acción de Dios, pero que al mismo tiempo nos habla sobre el valor decisivo del momento presente, por insignificante que parezca. Con estas dos breves parábolas, tomadas del mundo agrícola, Jesús ilustra el proceso de crecimiento del Reino de Dios en el mundo.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Hace un par de días la parábola del sembrador inalterable nos hablaba de la esperanza inquebrantable de Jesús en el triunfo final del plan de Dios; habrá dificultades y obstáculos, pero la cosecha definitiva supera todas las expectativas y cálculos humanos. Hoy, la consideración de cómo la semilla se va desarrollando sin llamar la atención nos remite al mismo pensamiento: lo que aparentemente comenzó por un mero pudrirse en la tierra termina siendo una dorada espiga doblada por el peso de su grano abundante. Pero ello ha requerido un tiempo, han tenido que pasar los meses del gélido invierno; no sucedió de la noche a la mañana. Por eso al labrador le parecía que allí no se daba ningún desarrollo, que nada se podía esperar. Sólo la cosecha final le llenó de admiración.
Esta llamada a la admiración se nos hace nuevamente hoy, al contemplar la grandiosidad que puede encerrarse en las cosas pequeñas: una semilla minúscula o unos gramos de levadura son algo que apenas admite ser medido, y sin embargo allí se aloja una magnitud insospechada, un hermoso pan henchido, un arbusto capaz de cobijar pájaros.
Tal vez estas parábolas sean explicación de mucho del ministerio de Jesús; quizá más de una vez los seguidores le llamaron iluso, haciéndole notar que eran pocos y mal avenidos y que los signos realizados por el Maestro alcanzaban a personas aisladas y pasaban inadvertidos a las mayorías menesterosas del pueblo.
En una cultura totalmente religiosa y de escasos conocimientos botánicos, estas parábolas orientaban la atención hacia algo que era considerado misterioso y que remitía al inconmensurable poder de Dios. De ellas se sirve Jesús para ilustrar su enseñanza sobre lo misterioso del Reino que él proclama: “a ustedes se les ha dado a conocer el misterio del Reino de Dios…”.
Nosotros hoy podemos tener la misma falta de fe, o la misma sobra de escepticismo, que pudieron tener entonces los seguidores de Jesús. Él nos invita a mirar en profundidad y a saber valorar lo pequeño, el inmenso cúmulo de detalles minúsculos que a diario embellecen y ennoblecen nuestra vida por obra de quienes nos rodean, o con los que nosotros embellecemos la de otros. No perdamos de vista la fecundidad de la fe que los engendra y alimenta.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-El "Reino de Dios" es como un hombre que arroja la semilla en la tierra.
Contemplo a Jesús sembrando. Es un gesto absolutamente natural, apasionante, misterioso. Un gesto de esperanza y de aventura. ¿Crecerá? ¿Habrá buena cosecha, o no habrá nada? ¿Habrá inundaciones en invierno y destruirá las tiernas plantas? o bien, ¿quemará el sol lo que estoy sembrando? No lo sé. Pero lo que sí sé es que hay que sembrar y arriesgarse.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios, siempre paciente y bondadoso: Calma nuestra impaciencia cuando tratemos de imponer tu verdad, tu justicia y tu paz a un mundo, e incluso a una Iglesia, que aún no están dispuestos a acogerlas. Que en nuestro desaliento e impotencia logremos aceptar que todo crecimiento verdadero viene de ti. Nosotros sólo podemos plantar la semilla: hazla tú brotar y florecer hasta hacerse un árbol frondoso que cobije a muchos en sus ramas. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: La paciencia y un sentido de humilde modestia son necesarios en el trabajo de Dios. Él siembra, él planta, y él da crecimiento. Él también cosechará. Pero él espera, de todos modos, que nosotros colaboremos con él, bajo su amparo y bendición: “Semilla Nueva”
Guíanos, Señor, en la tarea que nos has encomendado de cambiar corazones y estructuras, día a día, para que nuestro mundo sea cada vez un poco más semilla y primicia de tu Reino, pues si Tú no lo haces confundiremos, de nuevo, tu querer con nuestros mezquinos proyectos. Planta, Señor, semilla nueva dentro de nosotros. Áranos, riéganos, cuídanos como Tú sabes. Afina nuestra sensibilidad y haznos permeables para que tu agua, tu brisa y tus caricias hagan de nosotros un campo fértil donde florezcan la paz, la justicia y la solidaridad.
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