Lectio Divina miércoles 26 de enero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Hebreos 10,11-18; Salmo 109; Marcos 4, 1-20
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: -«Escuchen: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: -«A ustedes se les ha comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen."» Y añadió: -«¿No entienden esta parábola? ¿Pues, cómo van a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD. Cómo nos cuesta hoy aceptar nuestros fracasos. Por eso nos desanimamos y dejamos las cosas a medio palo. Muchas veces, veo y oigo la frase: “Aquí no se está haciendo nada”. “Aquí es difícil trabajar”. “Aquí lo mejor es darle campo a otros”. Veamos la enseñanza del Maestro. Jesús es honesto y valiente y confiesa su fracaso, pero no renuncia: gran parte de su esfuerzo se está perdiendo. El Reino no tiene medidas humanas de eficacia. Hay que sembrarlo en todos los terrenos. Es una gracia universal y Dios Padre no quiere excluir de ella a nadie. Por eso no hay examen de campo, para establecer dónde debe sembrarse. Jesús es fiel a esta lógica y siembra los contenidos del Reino por donde camina. Su conexión con el Padre Celestial o sea la oración, le enseña que el cambio verdadero comienza poco a poco, desde el fondo, aunque sea sólo con un puñado de personas, o aunque sean éstas las más débiles ante los ojos del poder humano. La lógica de Dios, de Jesús y del Reino sigue parámetros distintos y hasta en muchos casos contrarios a la lógica del poder. Entonces quien dijo miedo a anotarse a formarse y capacitarse para ser discípulo y misionero, para esta gran Misión Continental Arquidiocesana y Parroquial.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
En un escenario magnífico, con la barca como cátedra, Jesús comienza a narrar un hecho cotidiano, pero con la intención de comunicar a través de él algo espiritual y misterioso: la llegada del Reino o soberanía de Dios, que se hace presente ya con sus palabras y sus milagros. En su fase inicial este Reino de Dios choca todavía con numerosas dificultades, pero el éxito final es seguro. El Reino de Dios viene de modo irreversible y alguna vez aparecerá en todo su esplendor; por eso no importa el fracaso momentáneo, reflejado en el aparente derroche de la semilla.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Jesús parece hablar del sembrador que no se altera y que no sucumbe al desaliento; cuando un sembrado no ha resultado, realiza otro en condiciones algo diferentes, y así hasta lograr una cosecha superabundante, insospechada. Recordemos que cuando una inundación, cuando llueve mucho, o hay alguna plaga, el agricultor pierde la cosecha, peros sigue sembrando. Jesús anuncia que Dios se dispone a crear un mundo según su proyecto, a establecer su Reino, y quizá los discípulos sonríen irónicamente: “¡Qué ingenuo es! ¿No se da cuenta de que…?” Pero Jesús no se echa atrás; sabe que el “sí” de Dios es más fuerte que cualquier “no” de los hombres. Nadie puede sacar a Jesús de su confianza sin límites en el poder y la bondad del Padre.
Eso sí, él sabe que su mensaje no se capta con la simple audición; son indispensables unos mínimos de sintonía con él. Con una cita de Isaías 6, 9-10 (“por más que miren, no ven, y, por más que oyen, no entienden; a no ser que se conviertan y Dios los perdone”) afirma Jesús que “a los de fuera”, a quienes no se enrolan en su seguimiento, todo “les resulta un enigma”; pero a quienes han optado por él las parábolas les manifiestan el misterio del Reino de Dios. El romance medieval del conde Arnaldos concluía con aquella conocida advertencia: “Respondiole el marinero, / tal respuesta le fue a dar /: yo no digo esa canción / sino a quien conmigo va”. Sólo quien ha optado por Jesús dispone de las claves para entender sus acciones y palabras. En cambio, “los de fuera…..”.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
El evangelista Marcos pone en boca de Jesús una explicación de la parábola del sembrador para que sus discípulos reflexionen sobre su identidad. ¿Qué clase de terreno representan? ¿Con cuál se identifican? Son interrogantes que todos nosotros debemos respondernos, tratando de ablandar el camino de nuestra insensibilidad, de arrojar lejos las piedras de nuestra aridez y de arrancar las malezas de nuestros caprichos sofocantes.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Perdona, Señor, nuestra superficialidad: somos, con frecuencia, el terreno pedregoso en el que tu Palabra no puede echar raíces. Perdona, Señor, nuestra inconstancia, que seca enseguida en nuestro corazón el entusiasmo suscitado por tu Palabra. Perdona, Señor, nuestra fragilidad: las preocupaciones cotidianas nos distraen y corremos detrás de muchas cosas superfluas. Perdona, Señor, nuestra presunción: creemos poder predisponerlo todo y hacerlo todo con nuestras fuerzas. Ayúdanos a confiarnos con la seguridad del niño a tu guía: sólo tú puedes hacer estable nuestra fe para siempre. Convierte nuestro corazón y mantennos cerca de ti hasta el momento en el que, nos lleves de la mano a “descansar con nuestros antepasados”.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: La Palabra de Dios ha de caer sobre veredas y caminos, entre piedras y abrojos, sobre la tierra buena y la mala. A nadie debe ser negado el don de la semilla, el pequeño granito que puede llegar a ser una espiga bien llena. La semilla crecerá en la tierra mejor dispuesta y dará una copiosa cosecha. “Semillas del Reino”
Son semillas del Reino plantadas en la historia. Son buenas y tiernas, llenas de vida.
Las tengo en mi mano, las acuno y quiero, y por eso las lanzo al mundo: ¡Riéguense! No tengan miedo a tormentas ni sequías, a pisadas ni espinos. Beban de los pobres y empápense de mi rocío.
Fecunden, revienten, no se queden enterradas. Florezcan y den fruto. Déjense mecer por el viento.
Que todo viajero que ande por sendas y caminos, buscando o perdido, al verlas, sienta un vuelco y pueda amarlas. ¡Son semillas de mi Reino! ¡Somos semillas de tu Reino!
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