Lectio Divina jueves 13 de enero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Hb 3,7-14; Salmo 94; Marcos 1, 40-45
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
Carta a los Hebreos 3, 7-14
Como dice el Espíritu Santo: «Si escuchan hoy su voz, no endurezcan el corazón, como cuando la rebelión, cuando la prueba del desierto, donde me pusieron a prueba sus padres y me tentaron, a pesar de haber visto mis obras durante cuarenta años; por eso me indigné contra aquella generación, y dije: "Siempre tienen el corazón extraviado; no han conocido mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso."» ¡Atención, hermanos! Que ninguno de ustedes tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo. Anímense, por el contrario, los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy», para que ninguno de ustedes se endurezca, engañado por el pecado. En efecto, somos partícipes de Cristo, si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.
Del Evangelio según san Marcos 1, 40-45
Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: -«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
VEAMOS NUESTRA REALIDAD. Está clarito: porque no escuchamos la voz del Señor hoy en día, muchos tenemos el corazón extraviado del proyecto de Dios. Por esa razón los marginados que a esta altura tendrían que haber disminuido, aumentan. Y por esta misma razón hay más “lepra” que antes. Porque ya no se oye casi aquel grito de ánimo: ¡Quiero, queda limpio!
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
La Carta a los Hebreos se escribió para judíos convertidos al Cristianismo, que sufrían mucho a causa de su fe. Por las persecuciones de los judíos contra los cristianos, muchos habían emigrado de su país Palestina, para vivir entre paganos. Se sentían inseguros y amenazados como “personas desplazadas”; por eso estaban en peligro, como sus antepasados en el desierto, de jugar juegos de apuesta, rechazar a Dios, quizás abandonando su fe. Hoy se les dice: “No endurezcan sus corazones, sino sigan confiando en Dios y escuchándole”. ¿Acaso no encajan estas mismas palabras hoy en una Iglesia en transición, en una Iglesia inestable y agitada?
Y en el Evangelio, con este nuevo milagro hace estallar Jesús una auténtica revolución: no se aleja del leproso, como quería la Ley ; no rechaza el contacto con él, no teme ninguna amenaza. Su propuesta no consiste ya en separarse del inmundo, sino en la transformación por contagio vital que va del puro al inmundo.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
La primera lectura bíblica y el salmo nos invitan hoy con estas palabras: “Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón».
Sólo así es posible entender las palabras y acciones de Jesús. La curación de leprosos fue una de las acciones más incomprendidas y más revolucionarias de Jesús. Sabemos que el leproso era el marginado por antonomasia: la lepra era la mayor muralla social -algo así como el sida hoy día- y, al mismo tiempo, una enfermedad que sólo Dios podía curar.
En la tierra de Jesús y en aquella época el enfermo de lepra era un muerto viviente, aislado, despreciado y condenado a estar lejos de los hombres y de Dios. El leproso no podía acercarse y Jesús no podía tocarlo. La fe del leproso expresada en el grito: «Si quieres, puedes limpiarme» y el amor de Jesús, hacen realidad la Buena Noticia de salvación para todos sin excepción. Jesús, “sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó”. No se conforma con estar cerca, con mirarle y hablarle, pasa a transformar una realidad de marginación sanando al leproso.
Ante la petición humilde del impuro leproso, Jesús no espera, no repara en tocar al “intocable” y, en lugar de quedar él contaminado, como afirmaban los maestros de la ley, comunica su propia pureza al enfermo, una fuerza de vida que desborda los deseos más atrevidos y exigentes. Así el segregado queda integrado en la comunidad y mediante la salud recibida, quedan abolidas las fronteras que dividen a los hombres en puros e impuros.
“No se lo digas a nadie”, le insiste Jesús. Pero quién puede guardar por mucho tiempo escondida tanta felicidad. El leproso curado se convierte en un evangelizador que propaga con entusiasmo desde su experiencia las acciones y palabras de Jesús: “empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones”.
Detrás de la insistencia de Jesús a los curados para que guarden silencio, se esconde, según Marcos, la clave de comprensión de su proyecto y de sus milagros, que sólo pueden ser correctamente comprendidos después de su muerte y resurrección.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-¡Velen, hermanos! que no haya en ninguno de ustedes un corazón pervertido por la incredulidad que le haga apostatar del Dios vivo.
La Fe nos hace corresponder a la voluntad y al pensamiento de Dios.
De ahí la gravedad de la incredulidad voluntaria que es en verdad un «abandono», una separación del Dios vivo... una «perversión». Creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe. Ciertamente no tenemos derecho a juzgar a nuestros hermanos no creyentes, pues nadie conoce la responsabilidad de sus hermanos. El autor de la Epístola a los Hebreos se dirige aquí a cristianos que están tentados de abandonar su Fe en Cristo. Como siempre, es a nosotros a quienes debemos aplicar esta exigencia y no a los demás. Te ruego, Señor, por todos los cristianos de HOY, que, como entonces, se sienten tentados a vivir sin fe.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios y Padre nuestro: Tú aceptas que tu Hijo Jesucristo comparta la suerte de los marginados de la sociedad y cargue sobre sí el sufrimiento de todos. Que ojalá nosotros lleguemos a ser como él, para que entre nosotros no haya ni un solo marginado,
para que ningún pecado sea imperdonable, y para que ninguna miseria sea causa de rechazo. Haznos, siguiendo el ejemplo de tu Hijo, personas que alcen al despreciado con palabras cálidas de acogida y con obras de ánimo y aliento. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
para que ningún pecado sea imperdonable, y para que ninguna miseria sea causa de rechazo. Haznos, siguiendo el ejemplo de tu Hijo, personas que alcen al despreciado con palabras cálidas de acogida y con obras de ánimo y aliento. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: ¿Quién puede entender mejor nuestro dolor y sufrimiento que el Hijo de Dios, Jesucristo, que experimentó nuestras tentaciones, nuestros sufrimientos y hasta nuestra muerte, por nuestro bien? Él sabe cómo es nuestra vida y permanece a nuestro lado en momentos difíciles: “tú eres mi refugio
¿A dónde irá el leproso impuro, harapiento y despeinado? ¿A dónde irán los leprosos excluidos, de los nuevos paraísos desterrados? ¿A dónde irán los enfermos terminales, los del Sida, y los viejos y los fracasados? ¿A dónde irán los que ruedan sin rumbo por la vida, tristes y desarraigados? ¿A quién podrán decir: Tú eres mi refugio, mi techo y mi descanso? ¿Irán a la puerta de los templos, a los callejones, o en la santa calle quedarán tirados?
Pobres de la tierra, excluidos de la sociedad triunfante, inmigrantes, desheredados, ustedes van a encontrar una mano tendida, mano amiga, una comunidad de hermanos. Encontrarán mesa abundante, pan y vino de alegría, cordero asado. Pobres y excluidos, leprosos de la tierra que van por ahí rodando, fíjense en la luz que se enciende en las ventanas de tantos corazones humanos, y de las comunidades creyentes, de las iglesias, y de los voluntarios: son «casas y escuela de comunión», centros de acogida y de amparo, son fermentos del mundo nuevo, talleres del hombre nuevo, los hombres todos de la mano.
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