Lectio Divina domingo 16 de enero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Isaías 49,3.5-6; Salmo 39; 1Cor 1,1-3; Juan 1,29-34
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Ése es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Para comprender mejor este fragmento del evangelio de Juan, tengamos en cuenta en primer lugar, la presentación que hace Juan el Bautista de Jesús como el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. A pesar de que el pueblo de Israel –a diferencia de sus vecinos- fue poco dado a la imaginación de fábula para identificar a las personas con algún animal, el Cordero (o la oveja) desempeña un papel importante (así, por ejemplo, el mismo pueblo se identifica con la oveja o rebaño del pastor Sal 23), siendo la Alianza y la Pascua los dos acontecimientos con los que guarda más relación. En Ex 12 la sangre del cordero está relacionada con la preservación de la vida y la liberación de la esclavitud. El texto de Isaías 53,7, al hablar del siervo sufriente usando la imagen del cordero, deja entrever el sufrimiento redentor, el del inocente que entrega la vida. Es muy seguro que el evangelio de Juan tenga este trasfondo, especialmente, el texto de Isaías que a la letra dice: “como un cordero conducido al matadero, como una oveja muda ante los trasquiladores; él no abre la boca…”. Sin embargo, existe una diferencia muy grande; el cordero de Isaías expía o “lleva” el pecado de Israel pero no lo quita.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
La esperanza de que el pecado dejara de existir era una señal de la plenitud de los tiempos. Quitar (en griego airein) el pecado significaría, entre otras cosas, eliminar lo que se opone a la vida auténtica que ofrece Dios, lo que se opone a los valores; esta acción incluye el perdón pero también la posibilidad real de que el mal se corte de raíz. Ahora bien, el pecado, en nuestra manera común de pensar, es hacer algo malo. Para la mentalidad israelita (y es muy seguro que también para muchos de los primeros cristianos) pecar tiene detrás el sentido de transgredir pero también el de “no dar en el blanco”. En este sentido, el pecado no es sólo faltar contra algo o alguien sino al mismo tiempo, no tener objetivos fijos, no tener claridad del blanco al que se apunta. En este sentido, la proclamación de que el Cordero de Dios quita el pecado no incluye sólo el perdón sino que va más allá: a la capacitación para acertar cada vez más y mejor. El Cordero de Dios purifica pero sobre todo, si las personas así lo quieren, ofrece las capacidades –según el evangelio de Juan- para que el pecado se vaya erradicando del mundo. De hecho, el verbo griego que utiliza Juan para decir “quitar” tiene el sentido de “levantar de la superficie”, “llevar lejos”, “retirar”. Esta eliminación del pecado va más allá de los pecados personales; el texto bíblico se refiere al pecado del mundo. “Del mundo” podría estarse refiriendo al lugar donde está el pecado; significaría entonces, de acuerdo a los diversos significados que le da Juan al término “mundo”, el espacio en el que vive el ser humano; de esta manera, el Jesucristo, el Cordero de Dios, realmente ofrece la seguridad –si el ser humano pone lo que está de su parte- de que el pecado se elimine de raíz.
En segundo lugar, vale la pena tomar por el contexto en que ha sido puesta esta declaración de Juan el Bautista que a Jesús se le presenta como el Cordero de Dios para que se le siga. Así sucede con dos de los discípulos de Juan que, después de que él mismo les presenta a Jesús como el Cordero de Dios (Jn 1,35ss) dice que lo siguieron. Es posible que la presentación que ha hecho Juan el Bautista en el v. 29 y que después se repite en el v. 36 sirva de desenlace para los otros títulos que irán apareciendo en los versículos siguientes en la medida en que los discípulos van compartiendo la noticia de haberse encontrado con Jesús.
Es aquí, por último, en donde se ubica el reconocimiento que hace Juan el Bautista. Hubo personas que no comprendían adecuadamente el papel que había tenido Juan el Bautista; al grado de confundirlo con el Mesías (Jn 1,6-8). El mismo evangelio de Juan nos presenta –quizás con intención de catequizar- la figura del Bautista en dos etapas. La primera corresponde a su identidad y la segunda a su función. En la primera etapa, ante la pregunta de los enviados por los judíos de Jerusalén confiesa que él “no es el Cristo”, el Mesías (v. 20); incluso especifica que no es ni Elías ni el profeta (vv. 21-22). Enseguida, de manera sencilla pero profunda se identifica como el que invita a que se rectifique el camino del Señor. En la segunda etapa, los enviados le preguntan por lo que hace; Juan acepta que bautiza, sin embargo lo más importante según el evangelio de Juan es que él es el testigo del Cordero de Dios.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Somos personas que recapacitan? ¿Lo que realizamos, personal o grupalmente, ayuda en realidad a ir generando un ambiente de recapacitación?
2. ¿Sentimos la necesidad de compartir a Jesucristo? Cuando las personas nos tratan y escuchan ¿se animan a encontrarse con Jesucristo?
3. ¿Qué podemos ir haciendo desde nuestra fe en Jesucristo para ir creando un ambiente de auténtica esperanza en nuestro entorno donde el pecado se vaya erradicando?"
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Hagamos una oración de petición, perdón, acción de gracias… a partir de lo que hemos meditado. Procuremos no salirnos del tema.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: La presentación que hace el evangelio de Juan el Bautista puede aprovecharse en sentido catequético. Se ubica adecuadamente en lo que es y en lo que le corresponde hacer: él no es el Mesías; le corresponde ser testigo de éste y facilitar que se encuentren con él, que lo sigan.
Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo tiene un gran alcance. La presencia del Señor debe provocarnos una gran esperanza; el ser humano puede evitar el mal, pero sobre todo, puede evitar andar sin rumbo, andar sin dar en el blanco. El pecado (en la vida personal comunitaria) se va erradicando no sólo porque nos arrepintamos sino porque vayamos teniendo suficiente claridad y disposición para decidirnos por lo bueno. Esta esperanza se redobla al percibir que el evangelio de Juan habla del pecado del mundo, es decir, de lo que impide diariamente en el espacio y tiempo en que vivimos que seamos verdaderos hijos de Dios y auténticos hermanos entre nosotros. A este Cordero de Dios se le identifica pero sobre todo se le sigue.
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