Lectio Divina miércoles 05 de enero 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: 1Juan 4,11-18; Salmo 71; Marcos 6, 45-52
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
MÁS AMOR… MENOS TEMOR
Primera carta de san Juan 4, 11-18
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.
Del Evangelio según san Marcos 6, 45-52
Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: - «Ánimo, soy yo, no tengan miedo.» Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Seguimos con el tema del amor y la fe: Dios es amor. Juan, en su carta, no se cansa de repetirnos las mismas ideas. Por tanto, nosotros no deberíamos cansarnos de escucharlas y tratar de que impregnen nuestra vida. Tras la multiplicación de los panes, el grupo de los discípulos es objeto de una revelación especial por parte de Jesús, pues están llamados a conocer su identidad. Desde la oración, Jesús sale al encuentro de los suyos caminando sobre las aguas del lago, es decir, abatiendo los poderes del mal (Job 9, 8 “Sólo él extiende los cielos y camina sobre las olas del mar”). El paso de Jesús sobre el lago es, pues, una revelación de su poder divino y una promesa de protección y salvación a sus discípulos.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Los discípulos, solos en la barca, todavía están digiriendo lo que ha pasado con la multiplicación de los panes. Todavía no comprenden. Están en el comienzo del proceso de su travesía espiritual. Ese es el simbolismo de la barca en el lago. Nuestra vida en el mundo. Dice el evangelio que ellos estaban remando con trabajo pues había viento contrario. Esto aumentaba el miedo de ellos. Primero no comprenden el milagro, se sienten aturdidos; y para colmo tienen que enfrentarse a vientos contrarios. Es así para muchas personas en nuestras vidas. Hemos conocido de Dios, hemos aceptado a Jesús como nuestro Salvador en nuestras vidas, pero todavía estamos en el comienzo de la travesía. No comprendemos muchas cosas que pasan en ella; y, ante cualquier viento contrario tenemos miedo. El evangelio nos comunica una buena noticia para esos momentos en que la travesía parece endurecerse por lo contrario del viento. Dice la palabra que Jesús miraba a los discípulos desde tierra mientras ellos estaban en medio del lago. Él ve el esfuerzo con el que está remando y decide ir hacia ellos. Debemos tener fe. Jesús está mirando la situación por la cuál estamos pasando, ya sea individualmente o como colectividad. Él vendrá en nuestro auxilio, se dará prisa en socorrernos.
Pidamos a Dios que nos llene de su amor para estar atentos a la llegada de Jesús en medio de la tribulación y podamos invitarlo a subir a nuestra barca.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
A Dios, nadie le ha visto.
Pero, si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros. La significación es clara: el verdadero amor hace visible al Dios invisible. Cada vez que amo de veras, "hago visible" a Dios. Dios está allí. Si en casa, en mi ambiente de trabajo, pongo amor, Dios se habrá hecho visible allí. Pienso a veces en cambiar de ocupación, de estilo de vida, de empleo del tiempo. Pero es mi «corazón» lo que tendría que cambiar: haz, Señor, que sepa amar la situación en que me encuentro, a las personas que me rodean... "Dios está allí, si nos amamos unos a otros".
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor, tengo miedo… Miedo de que mi barca zozobre… Pero es que me empeño en seguir obrando y el viento me es contrario, ¿qué puedo hacer entonces? Confiar… Tener fe… Cuando tú, Señor, estás presente, se hace por sí sola la calma y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro en la orilla. Pero, ¿cómo va a reinar en mí la paz si no quiero calmarme cuando tú lo ordenas? Si no quiero renunciar a mis trabajos en el mar, ¿cómo vas a poder hacerme arribar a la orilla? Ayúdame, Señor, a confiar más en tu voluntad que en la mía… Que pueda abandonar todo temor delante de ti. Que sólo el amor impulse mi obrar. Señor, Tú que eres Amor, ven a mí. Libera toda mi potencia de amar. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Hoy Cristo nos invita a permanecer en su amor y a ser fuertes ante las dificultades. Porque Él está con nosotros y sólo con Él seremos capaces de vencer los vientos más fuertes que arrecien contra nuestra barca. “Tormentas de verano”
Con tanta protección, con tanta garantía, con tanto amparo, con tanta defensa, con tanta muralla, con tanto derecho, con tanto seguro, con tanto capricho…estamos mal acostumbrados a bregar en el mar de la vida. Y cualquier imprevisto, -aún el más trivial y anodino, la incertidumbre ante el futuro, el presentimiento de un cambio, el miedo a lo desconocido, un dolor fortuito, la presencia de extranjeros, la sospecha de nada concreto…- nos paraliza y produce recelo. ¿Por qué temen, hombres de poca fe? Sólo es una tormenta de verano.
Días hay, es cierto, en que se nos nubla el cielo y parece ennegrecerse el horizonte de la vida. Nos sentimos acorralados, amenazados: los reveses de la vida, los caprichos de la suerte, los avatares del destino, la rueda de la fortuna o los designios de la providencia, ¿qué sé yo?, son rayos y truenos sobre nuestras cabezas. La tierra, bajo nuestros pies, tiembla estremecida. “Podría hundirme”, pensamos. ¿Por qué temen, hombres de poca fe? Sólo es una tormenta de verano.
Un marinero se crece en la fuerte marejada, mientras tierra adentro hay quien se ahoga en un vaso de agua. Los chaparrones sólo duran horas, pero nunca semanas. Y después de la tempestad viene la calma. Puede que diluvie, a veces es necesario, pues si no, ¿quién nos quitará tanta costra?, ¿quien nos arrancará las entretelas del alma? ¿Por qué temen, hombres de poca fe? Sólo es una tormenta de verano.
A veces llueve a cántaros, y la fuerza del viento huracanado puede arrastramos al desastre, y destruir en unos minutos de inclemencia la obra laboriosa y paciente de muchos años. Andamos a la deriva y angustiados. Nos tambaleamos, miramos perplejos, dudamos de todo, desconfiamos, y estamos a punto de hundirnos. ¡Señor, sálvanos! ¿Por qué temen, hombres de poca fe? Sólo es una tormenta de verano.
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