miércoles, 2 de noviembre de 2011

Lectio Divina miércoles 02 de noviembre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A-Lamentaciones 3,17-26; Salmo 129; Juan 14,1-6
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

POR ELLOS Y POR NOSOTROS


1. Hagamos las LECTURAS 
Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.» Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Del Evangelio según san Juan 14,1-6
Jesús dijo a sus discípulos: «Que no les tiemble el corazón; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿les habría dicho que voy a prepararles sitio? Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino.»  Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

VEAMOS NUESTRA REALIDADEs lógico tenerle miedo a la muerte, lejana o cercana, nuestra o de nuestros seres allegados. Pero también es muy reconfortante saber en quién tenemos puesta nuestra fe. Si esta certeza de saber de dónde venimos y a dónde vamos la tenemos y la compartimos,  habría menos maldad en el mundo y seríamos todos más felices. La seguridad de tener un hogar definitivo y un puesto que nadie nos arrebatará, aleja el temor y atrae el amor que es el que nos capacita para realizar el bien. Cada uno de nosotros debería hacer cuentas tempranas con la muerte. Y poder decir como el autor de la primera lectura: El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
La muerte permanecerá siempre como un misterio y un sufrimiento. Pero, como cristianos, vivimos en fe y esperanza. Si tuviéramos suficiente fe, soportaríamos la muerte sin miedo y la acogeríamos como un regreso a la casa del Padre. En nuestra fe no hay lugar para dudar de que en la muerte Dios abandonará a sus gentes, que son obra de sus manos, hechas a su imagen y semejanza, por quienes Cristo murió y resucitó de entre los muertos. Dios no nos dejará perecer para siempre. En Cristo tenemos la promesa de Dios de que nosotros resucitaremos también de entre los muertos para la gloria y alegría eternas. Con esta esperanza ponemos hoy espiritualmente nuestros difuntos en las manos del Dios de vida.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Somos hombres y mujeres creyentes. En lo más profundo de nuestro corazón habita una confianza: Dios es nuestro futuro y su corazón el lugar donde ya viven aquellos a quienes amamos en vida y nos dejaron. Ellos viven ya junto a Dios y, por la fe, esperamos eso mismo para nosotros: vivir para siempre junto a Dios. Y es que Dios ¡es un Dios de vivos!

Hoy nos acercamos a ese misterio de la vida por el que, a sabiendas que la vida terrena tiene un final y que nuestros cuerpos mortales acabarán en los cementerios, confiamos y creemos en que nuestro verdadero hogar está y estará siempre junto al Padre. El es nuestro hogar definitivo.

Quien vive con esta confianza hoy reza agradecido. Agradecido a Dios por la vida, por tener la suerte de compartir la historia humana con tantos hombres y mujeres que han vivido antes y vivirán después. Todos ellos son y serán buenos a los ojos de Dios. Aunque a los ojos de los hombres quizá algunos se equivocaron, Dios confió un día en ellos, como confió en nosotros, con la convicción de haber puesto en el corazón humano la fuerza suficiente para querer hacer las cosas lo mejor que pudieron. Y así, queriendo hacer las cosas lo mejor que sabemos y lo mejor que podemos, empeñémonos en seguir construyendo en esta vida ese pedacito de cielo en el que un día nos encontraremos. No por nuestros méritos, evidentemente, sino porque Él lo ha dispuesto así. No porque seamos buenos, sino porque Él es bueno. Esa es nuestra fe.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
A pesar del dolor y de la carga de la ausencia, con toda la incertidumbre y la soledad que puedan agobiarnos, tenemos una certeza: la muerte no tiene la última palabra.  Con nuestras lágrimas y nuestra tristeza al hombro, es día de serena celebración. Sabemos que habrá un reencuentro con Él y con todos los que nos han precedido en estos caminos. Sabemos que también todas las estructuras de muerte no prevalecerán. Tenemos inscrito corazón adentro un destino de vida abundante, plena e interminable. Jesús ha Resucitado, y la humanidad tiene a su alcance -con todo y a pesar de todo- un comienzo y un renacer de feliz común unión de los que viven para siempre.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios de la vida y de los vivos:  Creemos que tú eres un Dios de un amor
que es más fuerte que la muerte ya que tu Hijo Jesucristo, nacido como uno de nosotros, destruyó la muerte para siempre.  Te pedimos confiadamente que todos los fieles difuntos vivan en la seguridad de tu amor; que disfruten de paz,  tu paz, que con tanta frecuencia se les escapaba en la vida,  y danos también a todos nosotros el valor para enfrentar la vida  dándole auténtico sentido, viviéndola en unión íntima  con tu Hijo Jesús, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Roguemos hoy por todos los difuntos, conocidos o desconocidos, distantes o cercanos. Esta es una ocasión para nosotros de profundizar nuestra fe en la resurrección prometida a los difuntos, y también a nosotros, peregrinos todavía en este mundo. Creemos en un Dios vivo que quiere que todos vivan en su alegría y amor.  “Oremos a nuestro Dios vivo, que nos creó para la vida y la felicidad. Dios no nos va a entregar a la muerte definitiva, sino que nos va a dar vida eterna”.

Señor de vida, escucha bondadoso a tu pueblo.
Ø  Por los difuntos de nuestras familias y de nuestra comunidad, por todos los que significaban mucho para nosotros en la vida, para que Dios, que los llamó por su nombre, sea su alegría sin fin.
Ø  Por los que tuvieron que sufrir mucho en la vida a causa de la enfermedad, de la injusticia o de la pobreza, para que sus penas se acaben ya ahora, y para que su felicidad no tenga fin.
Ø  Por los difuntos que tuvieron que caminar en la vida en triste soledad, porque nadie o muy pocos se cuidaron de ellos, o porque ellos mismos eran personas inadaptadas y solitarias, o porque sus hijos o compañeros les abandonaron; también por aquellos por quienes nadie llora, para que ahora puedan descubrir y gozar la alegría de la amistad de los santos en el cielo.
Ø  Y finalmente por nosotros mismos, para que sepamos ayudarnos y apoyarnos unos a otros en el viaje a través de la vida, para que vayamos juntos por los caminos del Señor y compartamos penas y alegrías, vida y muerte.

Oh Dios de vida, te damos gracias por la certeza que nos das de que los muertos están en tus manos y que nosotros estamos llamados y destinados a la vida eterna, gracias a tu Hijo Resucitado, Jesucristo. No permitas que se inquiete nuestro corazón, y reúnenos un día con gozo con todos los que hemos conocido y amado. Llévanos a todos hacia ti por medio de aquél que es nuestro camino, Jesucristo nuestro Señor.

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