miércoles, 16 de noviembre de 2011

Lectio Divina martes 15 de noviembre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: 2Macabeos 6.18-31; Salmo 3; Lucas 19, 1-10

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

TENGO QUE ALOJARME EN TU CASA


1. Hagamos las LECTURAS 
Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al
Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD –  Quizá nuestro problema radique en que no nos consideramos “perdidos” como la oveja, ni “ciegos” como el de Jericó, y mucho menos “pecadores” como Zaqueo. Y por esa razón no nos acabamos de convertir nosotros ni dejamos que los demás lo hagan.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Zaqueo es cobrador de impuestos y además rico. Lucas nos relata las peripecias de este hombre, pequeño de estatura, que siente una gran curiosidad por conocer a Jesús. Podemos constatar dos ideas fundamentales en este El tema de la salvación en y por Jesús, y el tema de la universalidad de la salvación, que alcanza a todos, espacial y temporalmente. La recaudación de impuestos era vista por los judíos como una forma de humillación a la que todos tenían que someterse, aunque fuera a regañadientes. Quienes se prestaban a ese “sucio” oficio eran vistos como indeseables e impuros. Es lógico que la decisión de Jesús de hospedarse en la casa de Zaqueo provocara la crítica y el descontento de sus acompañantes. Ante las mismas, Zaqueo se aflige, pero no elude su responsabilidad, ya que decide dar la mitad de sus bienes a los pobres y resarcir cuatro veces más a quienes haya defraudado. Las palabras de Jesús, dirigidas a los murmuradores, justifican a Zaqueo y dejan bien claro que incluso una persona como él puede encontrar la salvación. Es importante en nuestra época, donde hay quienes viven a costa de los pobres, discernir la tarea que nos ha sido dada: no podemos callar frente a las injusticias.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Nada a favor para Zaqueo. Publicano -el jefe de ellos en Jericó- es decir, recaudador de impuestos para la potencia ocupante de la Tierra Sagrada de Israel, el Imperio Romano, y casi seguramente corrupto en sus exacciones. Es rico, con lo cual aparentemente está excluido de la entrada al Reino -es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja...- Es reconocido por sus paisanos como un pecador, la peor de las clasificaciones morales que lo equiparaba a las prostitutas. El Maestro mismo lo reconoce como uno de los perdidos. El mismo Zaqueo acepta haber hecho mal y ejercido concientemente la deshonestidad y la corrupción.

Nada a favor, y a nuestros ojos acostumbrados al cálculo preciso y a la clasificación del hermano, Zaqueo era un caso casi perdido, como tantos otros Zaqueos a los que prejuzgamos de imposibles de aceptar al Evangelio y convertirse.

Pero es Año de Gracia y Misericordia y -le moleste a quien le moleste- la Salvación es ofrecida a toda la humanidad. Nadie -ni el que nos parece peor, ni el más horrendo criminal- es ajeno a la Misericordia de Dios. Como nos enseña el Apóstol: en donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia.

Quizás sea tiempo de volver a mirar a tantos Zaqueos que posiblemente, hayamos descartado de antemano como ajenos a la Buena Noticia. No es producto de nuestro juicio, ni cuestión de nuestras razones.

Es ante todo, voluntad universal de Aquel a quien Jesús nos enseñó a llamar ¡Abbá! ¡Papá!, que no quiere que ninguna de sus hijas ni de sus hijos se pierdan. Tal vez desde allí, podamos reencontrar el significado verdadero de esa universalidad que implica el término católico.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Jesús no le había pedido nada; pero su contacto había dado origen a una criatura nueva. Los predicadores de antaño amenazaron demasiado con el infierno, aterraron, y la excomunión de los “pecadores” –jurídica o de hecho- llevó a muchos al endurecimiento en sus desviaciones. Jesús cosechó frecuentemente mejores éxitos por el camino del amor, de la acogida, de la oferta de vida. Jesús nunca humilló a un pecador. El evangelista Lucas ha querido dejar claro a su comunidad que al excluido se le recupera por el camino de la gracia y comprensión. Y ya de paso, según su tendencia habitual, se reafirma en que el que es “tocado” por la cercanía de Jesús cae en la cuenta de que hay injusticias que remediar y pobres en que pensar: La nueva conducta de Zaqueo es la demostración de haber adquirido ese nuevo sentido, esa nueva sensibilidad.   Pensemos en esto la próxima vez que nos de ganas de condenar a alguien.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios misericordioso y compasivo: Tú sabes con qué frecuencia nuestro fervor se enfría, y qué pobres de corazón somos a veces cuando pensamos que somos ricos  y que estamos seguros por pertenecer a ti. Te pedimos, Padre, que sepamos encontrar de nuevo a tu Hijo en lo más profundo de nuestros corazones;  ayúdanos a buscarle sinceramente para que su presencia nos cambie  y para que él viva realmente en medio de nosotros.  Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  Que ojalá también nosotros oigamos del Señor aquellas palabras: “La salvación ha llegado hoy a esta casa, a estas personas, a esta comunidad.”  YO NO LLAMO A LOS BUENOS
Yo no llamo a los buenos.  Yo llamo a los malos. Los buenos ya tienen bastante con su bondad. Tienen virtudes, valores, méritos, un historial de compromiso,  y una colección de sacrificios,  que almacenan ufanos y muestran a menudo,  por si acaso...

Tienen una conciencia perfecta y una armadura sin defecto.  La moral de su piel siempre intacta, sin una herida,  sin una puntada mal dada.  El horizonte de su vida claro,  sus necesidades bien cubiertas,  y el precio a pagar por el Reino tasado, de antemano,  a espaldas del convenio por mí firmado.

¿Para qué me quieren a mí? Yo sólo puedo dar algo a los malos,  a los que no pueden hacerse a sí mismos,  a los que andan vacíos,  a los que siguen haciendo pecados después de haber prometido  mil veces que quieren ser hombres y mujeres nuevos,
a los que se sienten lejos del Reino...  Yo les ofrezco mi compañía; les doy todo lo mío.

Y Jesús, cuando el murmullo enmudece,  dice con voz clara y fuerte:  “El que quiera oír que oiga:  Misericordia quiero,  estoy harto de sacrificios  y de que me devuelvan lo que siempre fue mío”.


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