jueves, 13 de octubre de 2011

Lectio Divina miércoles 12 de octubre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Romanos 2,1-11; Salmo 61; Lucas 11,42-46

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

ESTO ES LO QUE HAY QUE PRACTICAR



1. Hagamos las LECTURAS 
Tú, el que seas, que te eriges en juez, no tienes disculpa; al dar sentencia contra el otro te condenas tú mismo, porque tú, el juez, te portas igual. Todos admitimos que Dios condena con derecho a los que obran mal, a los que obran de esa manera. Y tú, que juzgas a los que hacen eso, mientras tú haces lo mismo, ¿te figuras que vas a escapar de la sentencia de Dios? ¿O es que desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al no reconocer que esa bondad es para empujarte a la conversión? Con la dureza de tu corazón impenitente te estás almacenando castigos para el día del castigo, cuando se revelará el justo juicio de Dios, pagando a cada uno según sus obras. A los que han perseverado en hacer el bien, porque buscaban contemplar su gloria y superar la muerte, les dará vida eterna; a los porfiados que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia, les dará un castigo implacable. Pena y angustia tocarán a todo malhechor, primero al judío, pero también al griego; en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el bien, primero al judío, pero también al griego; porque Dios no tiene favoristismos.

Del Evangelio según san Lucas 11, 42-46
Pero, ¡ay de ustedes, los fariseos, que pagan el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejan a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de ustedes, los fariseos, que aman el primer asiento en las sinagogas y que se les salude en las plazas! ¡Ay de ustedes, pues son como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!» Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!» Pero él dijo: «¡Ay también de ustedes, los legistas, que imponen a los hombres cargas intolerables, y ustedes no las tocan ni con uno de sus dedos!

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  - Hoy nuestra sociedad vive de unas contradicciones que la mantienen en pie: la explotación como forma de producción, el lucro como forma de intercambio y la manipulación como la ideología vigente. Como Jesús necesitamos denunciar estos mecanismos de opresión y permitir que el pueblo acceda al verdadero conocimiento. De esta forma recuperaremos lo central de la revelación divina: la justicia y la misericordia como los fundamentos del proyecto de humanización.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Como continuación del texto de ayer, las críticas que Jesús hace tenían mucha vigencia en tiempos de Lucas, pues algunos cristianos podrían sentirse atraídos por este ritualismo de los fariseos. Los fariseos, por cumplir el pago del diezmo, olvidan cumplir lo principal, el amor y la justicia: amor que es justicia y justicia que se cumple desde la práctica del amor. Jesús reprocha la tonta vanidad de los líderes religiosos por su deseo de ocupar los “primeros puestos”, de estar siempre delante, de ocupar el primer plano para sí mismos y el segundo para los demás. Con tanto precepto inventado, hacen cargar sobre las espaldas de los fieles cargas insoportables, mientras que ellos “ni siquiera mueven un dedo para llevarlas”. Condenar a otros es cuestionarnos a nosotros mismos. Gloria y paz para los que hacen el bien, pues para Dios no hay favoritismos. No es Dios quien aleja al ser humano, sino es el ser humano quien se aleja de Dios.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
El Maestro entona como una elegía de su enseñanza, varios ayes dirigidos a aquellos que imponían cargas imposibles de sobrellevar al pueblo.

El ¡Ay! dirigido a quienes se preocupan por detalles pequeños y dejan de lado el amor de Dios y su derecho, que no es otro que la justicia y el bien para los hermanos.

El ¡Ay! dirigido a la búsqueda del reconocimiento ajeno de títulos, primacías y prebendas, una trampa del ego y la soberbia que cierra toda posibilidad del conocimiento del otro, es decir, de hacerse prójimo.

El ¡Ay! dirigido a los que dan culto a una apariencia impecable, la que sin embargo esconde un panorama de muerte, pura máscara y engaño.

El ¡Ay! dirigido a aquellos que exigen -bajo amenaza de divinos castigos- el cumplimiento estricto de normas y leyes a los demás, considerándose ellos mismos exentos de practicar la justicia de Dios, es decir, ajenos a la compasión y la misericordia, enconados opresores profesionales.

Esos ayes deberían interpelarnos en este presente que se nos ha regalado, para que no se nos disuelva el alma en el cúmulo de falsedades que nos agobian y con las que podemos ahogar a los hermanos.

Quizás debamos suplicar que la Palabra del Maestro nos moleste y nos desinstale de toda falacia, y nos borre toda imagen de ese ídolo que a menudo nos inventamos para nuestra conveniencia y que, sin dudas, no es el Dios de Jesús, nuestro hermano y Señor.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-No tienes excusa, hombre quienquiera que seas, tú que juzgas. Pues juzgando a otros a ti mismo te condenas, puesto que obras como ellos, tú que juzgas.
El «panorama» de la degradación a que llegó la existencia atea es tan sombrío -«¡se degradaron a sí mismos !»- que muchos hombres, en particular los fieles judíos o cristianos de HOY, están tentados de decir: «Yo no soy como éstos». Ahora bien, san Pablo quiere que todo hombre, quienquiera que sea, tome conciencia de su condición radicalmente pecadora. El hombre seguro de sí mismo, el hombre que se cree perfecto tiende a «juzgar a los demás» desde su superioridad. Pues bien, al hacer esto, se juzga a sí mismo porque hay en él las raíces mismas del mismo mal. Solidaridad profunda: todos somos pecadores.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro, hoy te llamamos Padre con la confianza que nos da el Espíritu de Jesús. Queremos vivir siempre alegres en un clima filial, en la libertad que Cristo ganó para los hijos de Dios. Ayúdanos, Señor, en la lucha de cada día por la difícil conquista de la libertad cristiana  viviendo del Espíritu y actuando según él. Líbranos de la vieja esclavitud del pecado y del moralismo estéril que desvirtúa la amistad contigo; para eso, haz que nuestra respuesta moral se funde no en una ley exterior e impersonal, sino en tu amor: en ese cariño abrumador y en esa ternura si límites que nos manifestaste en Jesucristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Los fariseos pretenden mostrarse como perfectos cumplidores de las prescripciones legales y por eso buscan los primeros puestos y el aplauso de los otros. Su religión es insincera porque su motivación interior es la búsqueda de sí mismos; es la autosuficiencia del que se cree perfecto y superior a los demás.  LLAMANDO A LAS COSAS POR SU NOMBRE

Dar de comer no es caridad; es justicia.
Ayudar a un minusválido no es bondad; es justicia.
Vestir a los desnudos no es altruismo; es justicia.
Hospedar a un peregrino no es generosidad; es justicia.

Dar cuatro monedas para sentirse bien es conveniencia.
Rechazar al extranjero porque incomoda es injusticia.
Someter al débil es tiranía.
Hacer chantaje al necesitado es usura.
Rezar, para hacerse ver, con un corazón malvado, es fariseísmo.
Observar la ley y creerse superior es soberbia.
Proclamarse hombre de bien sin misericordia es dureza de corazón.
Cantar las alabanzas del Señor y calumniar al hermano es hipocresía.

Danos, Señor, conciencia de que “basta con ser un hombre para ser un pobre hombre”. Ayúdanos, Señor, a no caer en la degradación que supone la versión farisaica de quien está repleto de sí mismo. Haz, Señor, que vivamos tu ley con actitudes humanas sugeridas por el Evangelio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario