jueves, 20 de octubre de 2011

Lectio Divina jueves 20 de octubre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Romanos 6,19-23; Salmo 1; Lucas 12, 49-53

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

PROHIBIDO APAGAR ESTE FUEGO


1. Hagamos las LECTURAS                                                 
Jesús dijo a sus discípulos: -«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  -  En esta etapa de nuestra existencia hemos construido una religión tan fácil y sin sabor que muchos no se animan a seguirnos… mucho menos los jóvenes. Es que un proyecto de vida sin retos para muchos, con todo hecho y resuelto por unos pocos, no es lo que Dios quiere para sus hijos. ¡Fuego he venido a traer y ojalá que ya estuviera ardiendo! Qué pesar que el Maestro haya dicho estas palabras, y a dos mil años de cristianismo, nos hemos vuelto magníficos bomberos.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Pareciera que la frase de Jesús, de que no vino a traer paz, sino división, fuera una frase difícil de entender en la boca del Señor. Él, que siempre habló del amor, de paz, de tranquilidad, de poner la otra mejilla, de perdonar hasta setenta veces siete, hoy nos presenta un mensaje diametralmente opuesto. Todo está en la medida en que sepamos vivir nuestra vida. Si la vivimos de tal forma que sólo nos preocupe el bienestar material y la “felicidad” elusiva que podamos alcanzar con lo que poseemos, habremos de entender la frase literalmente. Pero, si somos capaces de vivir nuestra vida procurando esforzadamente su calidad, se producirá una transformación que dará una nueva dimensión al diario vivir. Y así es cómo Jesús quiere que la entendamos. Cuando seguimos a Jesús, nuestro accionar es distinto y puede parecer que rompe las reglas de lo normal, superando peleas, divisiones, rencores, incapacidad de ver más allá de aquello a lo que estamos acostumbrados. Seguir a Jesús significa romper esquemas y situaciones, para ir viendo cómo se va construyendo el Reinado de Dios.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Cada instante de la vida del Maestro otorga significado e identidad al discípulo, es decir, el sentido que Jesús le pone a su vida ha de ser también el sentido de quien sigue sus pasos.

-quizás de modo más sencillo nos animamos a afirmar que en Jesús está nuestra suerte-

No obstante, no es una cuestión romántica ni de palabras gratas, términos adecuados a un falso dios que calme ansiedades mundanas.

Se trata de morir; el Bautismo entendido como sumergirse en las aguas profundas de la Palabra, implica morir para resucitar a la vida increíble de hijas e hijos de Dios.

Se trata de encenderse, de arder por el fuego del Espíritu... No hay lugar para medias tintas, no hay espacio para tibiezas, la opción es radical y abarca la totalidad de la existencia.

Y ese comprometerse -nada más ni nada menos que hacerse otro Cristo- entraña graves riesgos. Porque hacer presente el Reino, edificarlo en el aquí y en el ahora es signo de división. O el Reino o el egoísmo del mundo, no hay una butaca para espectadores.

Quiera el Espíritu incendiarnos y volvernos maravillosamente filosos en la solidaridad, locos en la generosidad y felices esclavos de la Gracia.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Hoy el Señor nos confronta con esta pregunta: ¿Cómo son de ardientes la fe y el amor de ustedes? ¿Puede nuestra fe aguantar contradicción y ridículo, sin que nos dejemos reducir al silencio vergonzoso? Quizás nos resignamos al mal que percibimos en nosotros y en el mundo, y dejamos de alzarnos con valentía en apoyo y defensa de lo bueno y justo. Si nuestro amor al Señor y a la gente fuera suficientemente fuerte, no toleraríamos en nosotros mismos una paz facilona que adormezca nuestra conciencia. Que el fuego del Espíritu arda en nosotros.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios, Padre nuestro: Tu Hijo vino a traer fuego a la tierra; él mismo experimentó el fuego  de la condición de la vida humana. Haznos comprender, Señor, y aceptar
que no queremos paz a cualquier costo.  Danos el fuego de tu Espíritu para que no busquemos seguridad en la auto-satisfacción del status quo,  sino que nos comprometamos  a llevar a cabo animosamente nuestra misión,  como Jesús, Hijo tuyo y Señor nuestro que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: Con demasiada frecuencia el fuego de la fe y del amor fácilmente se extingue en nosotros. No somos héroes, o quizás, si acaso, muy raramente. Nos es más fácil vivir tranquilamente en paz, sin complicarnos la vida. Que el Señor nos preserve de una paz mediocre y culpable, y guarde el fuego de la fe y del amor vivo en nosotros, con su bendición.  Creo nos ayudará el siguiente tema para poner en acción la Palabra: “EN LAS CRISIS”

Con tanta historia sabida, con tanta madurez humana,  con tanta vida ya vivida, con tanta gracia derramada, con tantos medios poseídos, con tanta ciencia conocida,  con tanta prueba superada, con la fe ya acrisolada, caminando en solidaridad y justicia, estando en tu comunidad cristiana, creí que esto no llegaría: que los aprietos y pruebas ya no podían mellar mi ánimo ni el alma mía.

Y de la noche a la mañana todo se me hace cuesta arriba, todo punza y desgarra, todo es insoportable, todo es triste y negro, y parece que no hay salida posible. Me cuesta mucho ser yo mismo y más dejarme guiar por tu Espíritu.

Tu nombre ni me cura ni me calma  -es como ceniza-, y mis obras se desploman. No sé en qué terminará esta lucha,  no sé qué será de nuestra tierra, no sé cómo germinarán nuestros sueños,  no sé qué será de los que sufren y esperan,  no sé qué será de los que te testimonian,  no sé adónde irán nuestras vidas, pero yo me pongo en tus manos con la esperanza de que nada se pierda, nada de cuanto ahora peno, sufro y quiero.

Álzame hasta tu regazo; cálmame, si es necesario.

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