Lectio Divina miércoles 29 de junio 2011, T.O. Ciclo – A- Lecturas: Hech 12,1-11; Sal 33; 2Tim 4,6-8.17-18 Mateo 16,13-19
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
A TI TE ENTREGO LAS LLAVES
1. Hagamos las LECTURAS
Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Del Evangelio según san Mateo 16, 13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan Bautista, otros que Ellas, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: -«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hoy es día de pedir sinceramente por la Iglesia , de sentirnos identificados con ella, de agradecerle tanto como nos ha dado y de desear sinceramente que vaya limando constantemente las aristas que puede tener y que evitan a los hombres el encuentro con Dios en ella. Es día de examinarnos, como componentes de esa Iglesia y de ver si el fundamento de nuestra pertenencia a ella, es por encima de todo, el que Cristo exigió a Pedro: el amor a El. Sólo si podemos contestar, aunque sea desde nuestra pequeñez, con la misma sinceridad con que lo hizo Pedro que, ciertamente, amamos a Cristo podremos ser piedras útiles en ese edificio de la Iglesia que, a pesar de nosotros mismos, no se derrumbará nunca y que es absolutamente necesaria para el mundo si de verdad cumple con la misión que tiene encomendada: llevar a los hombres hacia el Reino, haciendo que ese Reino sea una realidad ya, aquí y ahora. Hoy es día de penetrar en el conocimiento de la Iglesia , de aceptarla tal como es con toda su grandeza y sus posibles zonas de sombra que hacen resplandecer todavía más la luz de Cristo que es quien, en definitiva, la sostiene por encima de cualquier terremoto.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Ellos son los dos pilares sobre los cuales el Señor construyó su Iglesia y a quienes confió la fe. Su misma fe había sido probada, cuando Pedro negó a Cristo y Pablo perseguía al mismo Cristo en la persona de sus discípulos. Después, con su fe fortalecida ya, dedicaron toda su vida a difundir el evangelio. Podemos aprender de ellos hoy cómo permitir a Cristo que tome posesión de nosotros, de tal forma que vivamos para él y para su Iglesia y estemos dispuestos a sufrir por esa misma fe.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Son, Pedro y Pablo fundamento de nuestra Iglesia. Son, los dos, hombres con un pasado no precisamente brillante.
PEDRO - Pedro es un predilecto de Jesús, desde el primero momento. Vive con el Señor los acontecimientos más importantes de su vida, todos aquéllos que estaban reservados para unos pocos. Fogoso y temperamental no tiene inconveniente en asegurar a Jesús que es capaz de morir con El y que le seguirá fielmente hacia ese camino de dolor y renuncia que el Señor estaba pintando y que Pedro, en un primer momento, rechazó con toda la energía de su temperamento. Pero todos sabemos que Pedro falló en toda la línea. Bastó la insinuación de una mujer, en los momentos de peligro, para que negase rotundamente conocer al Maestro. No es para escandalizarse. Todos nosotros tenemos más que motivos suficientes para comprenderlo y disculparlo. Lo comprendió y lo disculpó el Señor. Siguió encontrándose con él después de su resurrección, concediéndole, como siempre, un "trato de favor" y, tal como hoy leemos en el evangelio, quiso dejarle el cuidado de los suyos, sin recordarle nunca su estrepitoso fallo. No hubo para Pedro, por parte de Jesús, reprensión sino perdón. No le echó en cara Jesús a Pedro su pasado sino que le echó en cara su futuro, un futuro en el que Pedro, efectivamente, será capaz de seguir, paso a paso, las huellas de su Maestro. Y quedó claro que lo único que Jesús exigió a Pedro para que fuera su fiel imagen en la tierra, era que le amase. Si hay algo claro por parte de Cristo es el deseo de fundamentar a los cristianos en el amor, en el amor a su Persona y, como consecuencia lógica, en el amor a todos los hombres.
PABLO - Pablo también es un hombre con tristes antecedentes. Fanático de la Ley , dogmático, duro e intransigente, se caracterizó por la persecución a los primeros cristianos creyendo a pies juntillas que así hacía un buen servicio a Dios, naturalmente a "su" Dios. Hizo falta que cegaran sus ojos, que tan claramente veían, para que una luz nueva se hiciese en su interior y rompiera completamente con aquel estilo que tan contrario era con el del Señor al que, a partir de entonces, iba a servir con una dedicación exclusiva y excluyente. También para Pablo será el amor de Cristo el que cimentará su vida ya para siempre orientada hacia una sola meta.
Estas son las "piedras" fundamentales de nuestra Iglesia. Unas piedras que tienen sus grietas y sus resquebrajaduras, porque la única Piedra fundamental, aquella que desecharon los constructores, es Cristo y sólo en El no hay fisura, ni tacha ni grieta. En todos los demás, estén más o menos arriba o abajo, sean más o menos importantes o corrientes, es posible la grieta, como fue posible en Pedro, que vivió tan cerca de Cristo y en Pablo que era un estupendo cumplidor de la Ley , un religioso de cuerpo entero. Es ésta una realidad confortante y que además ha tenido en la Iglesia una demostración constante a través de los siglos.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Hoy es día de penetrar en el conocimiento de la Iglesia , de aceptarla tal como es con toda su grandeza y sus posibles zonas de sombra que hacen resplandecer todavía más la luz de Cristo que es quien, en definitiva, la sostiene por encima de cualquier terremoto.
Pedro y Pablo son dos cristianos en los que debemos mirarnos con frecuencia. Ambos tuvieron sus fracasos personales y ambos siguieron tan fielmente a Cristo que lo hicieron visible en el mundo acercando a El a todos aquéllos que se les aproximaban. Esto es lo que cuenta y lo que les hace grandes a los ojos de Dios y también, desde luego a los de los hombres y, por supuesto, a los que de todos los que, como ellos, pretendemos seguir siendo Iglesia, esa Iglesia que ellos construyeron con su propia sangre.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro, te damos gracias hoy por tus apóstoles Pedro y Pablo. Danos su fe y fidelidad para que podamos construir entre nosotros --como una comunidad de fe y amor— la Iglesia para la que ellos vivieron y murieron. Otórganos sus convicciones y su valor para que todo el mundo participe de la Buen Noticia de tu Hijo Jesucristo, hasta que ojalá él sea todo en todos, ahora, y por los siglos de los siglos. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
PARA ACTUAR – Pidamos a Dios que nos bendiga, para que seamos la Iglesia de Pedro, firme en la fe, construida sobre roca, unida como el Cuerpo de Cristo, y a la que no se puede vencer. Que seamos también nosotros la Iglesia de Pablo, dinámica, sin fronteras, inquieta hasta que Cristo sea conocido y acogido por todos. ¨ A TI TE ENTREGO LAS LLAVES¨
A ti te entrego las llaves: en tus manos pongo la creación entera, también mi Reino, mis ilusiones y mi confianza y palabra de Padre. Te hago portero de esperanzas y proyectos para que te sientas libre y responsable.
Llaves para abrir las puertas cerradas, los corazones duros e insolidarios y todos los secretos fabricados. Llaves para repartir los bienes de la tierra, todo lo que puse y produce, sin que te sientas ladrón de haciendas.
Llaves para mostrar todos los tesoros de arcas, baúles y bibliotecas, y poder sacar las cosas buenas. Llaves para dar a conocer los misterios de la ciencia y desenredar conciencias.
Llaves para abrir lo que otros cierran -Iglesias, fronteras, fábricas, bancos—,
quizá tu casa, tu patio, tu cuenta. Llaves para entrar en cárceles, quitar trabas, soltar cadenas, anular grilletes, conocer mazmorras.
Llaves para perdonar barbaridades, quitar miedos y culpabilidades y andar con la espalda bien alta. Llaves para que nadie encuentre las puertas de su camino cerradas, aunque sea de noche. Llaves para desatar leyes, normas, mandatos y edictos de gobernadores, representantes y falsos dioses. Llaves para liberar a los que sienten que tienen las puertas cerradas y la vida hecha y planificada.
Llaves para que los insensatos no pierdan el tiempo quejándose, y puedan entrar aunque lleguen tarde. Llaves para que siempre puedas, a quien llega a tiempo o deshora, enseñar tus entrañas, tus rincones.
Llaves para abrir heridas -en el cuerpo, en el alma, en las estructuras- y así poder curarlas. Llaves para cuidar y mostrar la buena noticia, mi casa, mis tesoros de Padre y Madre.
A ti te entrego las llaves; pero mira los rostros setenta veces siete antes de creerte juez, clérigo o jefe.
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