domingo, 5 de junio de 2011

Lectio Divina  sexta semana de Pascua viernes 03 de junio 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 18, 9-18; Salmo 46; Juan 16, 20-23

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

LA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA


1. Hagamos las LECTURAS 
Jesús dijo a sus discípulos: - «Les aseguro que llorarán y se lamentarán ustedes, mientras el mundo estará alegre; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También ustedes ahora sienten tristeza; pero volveré a verlos, y se les alegrará el corazón, y nadie les quitará esa alegría. Ese día no me preguntarán nada.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Nosotros queremos alegría a corto plazo. O alegría sin esfuerzo. Y nada válido se consigue, ni en el orden humano ni en el cristiano, sin esfuerzo, y muchas veces sin dolor y cruz. Ojalá se pueda decir de nosotros, ahora que estamos terminando la vivencia de la Pascua, que «se alegrará el corazón de ustedes y nadie les quitará su alegría».

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
 Ayer comentábamos el impacto de las palabras contrastantes de Jesús. Hoy, ese contraste se plasma en un acontecimiento de la vida ordinaria: El parto. Todos sabemos que el dolor de parto es fuerte y angustioso, pero que se transforma en gozo y alegría al nacer el bebé, la nueva criatura. Con este ejemplo Jesús nos da a conocer que, a pesar de las dificultades y contrariedades que pueda traernos la vida, siempre habrá una luz al final del camino, que nos brinda esa esperanza que es lo último que se pierde. La vida del cristiano no acaba con la muerte. La vida de Jesús no se acabó con la muerte sino que, por el amor del Padre, Jesús resucitó y sigue vivo hoy en nuestras comunidades, en nuestra Iglesia. Cada uno de nosotros está llamado a seguir siendo testigo comprometido de esa vida para los demás, a seguir generando vida a pesar del doloroso parto. Pero, ¡dichoso desenlace! La tristeza se convierte en alegría. Pidamos al Espíritu del Resucitado que siga acompañando nuestro peregrinar y nos dé la capacidad de brindar alegría al prójimo.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
La vida humana tiene un componente incurable de dolor y de sufrimiento. Nacemos llorando… y las lágrimas nos acompañan en no pocos momentos de nuestra existencia hasta el final. La vida cristiana participa también de este misterio. En efecto, todos portamos nuestras heridas: las de la vida y las de la fe. Por ello, no debemos proponer a nadie, menos a los niños, que ser cristiano sea algo así como un viaje a Disneylandia o como una frecuente visita a la clínica que previene todo dolor. Es algo muy distinto.

Jesús profetiza que el llanto y el lamento de los suyos será simultáneo al gozo del mundo. Como vemos, es una profecía extraordinariamente dura, que cuando se cumpla hará que se resientan y tambaleen los cimientos de la fe. Son muchos los que han tirado la toalla al experimentar la dureza del seguimiento de Jesús. La tristeza se convierte en una de las más difíciles pruebas de resistencia por las que pasa la fe. Por eso, Jesús quiere iluminarla desde la Pascua, única clave que le da sentido.

La comparación con una mujer que da a luz es sumamente adecuada para hacerlo entender. La desolación de aquella es transitoria. No es estancia definitiva, sino espacio de transición, puerta de entrada. Lo importante es lo que está detrás de esa puerta, no la puerta misma. Cuando se entiende esto, el dolor se relativiza, convirtiéndose en un lugar de nacimiento de lo nuevo y definitivo. La muerte y la desesperación quedan desactivadas y pierden su veneno.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
La situación conflictiva que vivimos hoy, incluso la sensación de que Jesús se ha ido de nosotros, hace necesaria la experiencia de la alegría. Sólo así podemos vivir la dureza del presente como el parto de algo nuevo. A veces es más fácil verlo en nosotros mismos que en el mundo. ¿Cuántas de nuestras crisis, de nuestras tristezas, no han sido sino la antesala de nuevos descubrimientos, de un gozo más enraizado? ¿No estamos llamados los creyentes a interpretar nuestro momento como un parto?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Para ti, Señor, los sufrimientos de aquí abajo no son sufrimientos de agonía -que conducen a la muerte-... son sufrimientos de alumbramiento -que conducen a la vida-... Y he aquí que a veces la ¡"tristeza se cambia en gozo"! Sucede también que nada ha cambiado en las circunstancias externas -el mal o la desgracia, subsisten desgraciadamente- y sin embargo, la tristeza se ha cambiado en gozo. Gracias, Señor. Concede esta alegría a todos los que están en la tristeza: una alegría conquistada, una alegría que sigue a la pena, una alegría que, misteriosamente, como una fuente, rezuma en tierra árida. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  Aprendamos de la mujer-madre: en ella concurren sucesivamente tristeza-dolor y triunfante alegría, porque el don de la maternidad es muy grande; pues así también nosotros, hijos de Dios, discípulos de Cristo, caminaremos de la prueba-sufrimiento-tristeza hacia la alegría-consuelo-fecundidad del gozo en el Espíritu. “CALLAR, ESPERAR, GOZAR”

v  Quiero callar un momento, y serenar el torbellino de mis ideas y sentimientos, para estar ante Ti atentamente con todos mis sentidos despiertos.

v  Quiero vaciar mi casa de tantos objetos y antojos de relleno, y estar despejado  y libre aguardando tu venida.

v  Quiero hacer un alto en el camino, mirar hondo y otear el horizonte, para caminar a tu encuentro y, contigo, al encuentro de tus preferidos.

v  Quiero permanecer en silencio y escuchar el susurro de tu voz que trae buenas nuevas, cada día, para todos los que andamos por la vida.

v  Quiero estar solo contigo para sentir el ritmo de tu corazón y aprender a vivir como Tú en el corazón del mundo.

v  Quiero verte y conocerte, fijar mis ojos en tu rostro, sentir tu mano sobre la mía, y callar, esperar y gozar.

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