Lectio Divina lunes 27 de junio 2011, T.O. Ciclo – A- Lecturas: Génesis 18,16-33; Salmo 102; Mateo 8,18-22.
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
¡TÚ, SÍGUEME!
1. Hagamos las LECTURAS
Viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.» Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – “El hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”…. Quizá nuestro problema consiste precisamente en que nos acostumbraron a reclinar la cabeza… y nos masificaron. Y esto es fatal para caminar en el Reino de Dios que se construye de novedades y de creatividad. El “sígueme” que nos dice hoy Jesús no consiste en sentarse en una banca y dejar pasivamente que otros vivan el Reino y nos lo cuenten. El “sígueme” tiene que ver con un camino, y los caminos están afuera, y afuera hay peligros y hay tropiezos, pero nos enseñan a desarrollar los criterios evangélicos. Es la única manera de que nos nos quedemos “enterrando muertos”.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El seguimiento de Jesús requiere un compromiso serio y sin condiciones. Pero hay que tener en cuenta que quien llama es Jesús: “No me han elegido ustedes, sino que fui yo quien les elegí” (Jn 15,16). El letrado que quiere seguir a Jesús está bajo los efectos del entusiasmo y la emotividad, al ver la multitud que se arracimaba en torno al Maestro. El verdadero discípulo de Jesús sabe a qué se atiene con el seguimiento: 1) La fe y la libertad como características fundamentales, 2) La disponibilidad para la misión, 3) El camino y las exigencias del reinado de Dios no tienen espera, y 4) La entrega como muestra del servicio a los demás. Por tanto, a la propuesta del Maestro Jesús tiene que seguir una respuesta sincera por parte del discípulo. Si no es así, tarde o temprano desistirá de la misión encomendada. No somos nosotros, por iniciativa propia, los que hemos elegido ser discípulos. Esta elección propia puede ser ocasionada por la euforia y el entusiasmo, que no están fundamentados en un verdadero seguimiento. Esta elección implica una ruptura con nuestro estilo de vida anterior, un tomar conciencia de las implicaciones.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Jesús es un maestro tan exigente que podemos desanimarnos pensando que es imposible cumplir lo que él propone. Su lenguaje resulta tan radical y exigente que corremos el riesgo de considerarlo una utopía en el sentido literal de la palabra: algo que no tiene lugar, que no puede realizarse. Pero no. Como buen maestro, sus palabras se presentan, con frecuencia, como formulaciones extremas, verdaderas utopías hacia las que hay que caminar, aunque se diste mucho de alcanzarlas. El evangelio de hoy presenta dos de ellas.
Un letrado, del grupo de los fariseos, que tal vez creía reunir todos los requisitos para seguir a Jesús, le promete seguirlo adonde vaya. Los fariseos, grupo al que pertenece el letrado, eran amigos del dinero, dice el evangelista Lucas (16,14), y Jesús se apresura a recordarle el radical desprendimiento de los bienes al que está llamado el discípulo: como el maestro no tiene ni siquiera un hogar donde cobijarse ni un lecho donde reclinar la cabeza. Pero ser discípulo no quiere decir haber llegado a la meta, sino estar en el camino mirando a la utopía de un mundo donde los bienes estén lejos de ser el centro de atención y de interés.
Otro, ya discípulo, se acerca a Jesús rogándole ir a enterrar a su padre y Jesús le responde con una frase, que si hubiésemos de entender al pie de la letra, nos parecería inhumana: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”. Dentro del contexto del evangelio el padre representa “la tradición”, el pasado judío. Y el discípulo está llamado a mirar hacia delante dejando a los muertos –los que siguen las viejas tradiciones- enterrar a sus muertos. Para seguir a Jesús hay que romper con el pasado y aventurarse por el sendero de las bienaventuranzas. ¿Estamos dispuestos?
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
- «Al ver Jesús que una multitud lo rodeaba ordenó que salieran para la orilla de enfrente»
¿Necesidad de silencio, de soledad? ¿Retirarse de su marco habitual? Trato de adivinar los sentimientos profundos de Jesús al tomar esa decisión. ¿Qué me sugiere el Espíritu de Jesús, a través de esas palabras? El equilibrio humano corporal y espiritual... exige a veces ciertas decisiones ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de vacaciones?
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Nosotros tenemos parte en los pecados del mundo, en las injusticias y en la falta de amor, tantas veces por nuestro silencio y cobardía. Haznos conscientes de que tú también nos llamas a elevar este mundo por encima de sí mismo proclamándole la Buena Nueva de tu Hijo Jesucristo. Y para hacer creíble este mensaje de esperanza ayúdanos a vivirlo consistentemente, para que la gente se percate de que tú eres nuestro Dios de justicia, amor y paz, ahora y por los siglos de los siglos. Amén
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: "Sígueme", dice Jesús. Tenemos que dejar atrás todo lo que no esté en conformidad con su mensaje. Esto se aplica no solo a religiosos, sacerdotes y misioneros, sino a todos los cristianos.. Tenemos que entender y aceptar que el evangelio es radical y nos pide a veces tomar decisiones que sobrepasan los lazos familiares y todo lo que nos es tan querido. “HAGAN DISCÍPULOS”
Ø Hagan discípulos míos, no maestros; hagan personas, no esclavos; hagan caminantes, no gente asentada; hagan servidores, no jefes. Hagan hermanos.
Ø Hagan creyentes, no gente creída; hagan buscadores de verdad, no amo de certezas; hagan creadores, no plagistas; hagan ciudadanos, no extranjeros. Hagan hermanos.
Ø Hagan poetas, no pragmáticos; hagan gente de sueños y memoria, no de títulos, arcas y mapas; hagan personas arriesgadas, no espectadores. Hagan hermanos.
Ø Hagan profetas, no cortesanos; hagan gente inquieta, no satisfecha; hagan personas libres, no leguleyas; hagan gente evangélica, no agorera. Hagan hermanos.
Ø Hagan sembradores, no coleccionistas; hagan artistas, no soldados; hagan testigos, no inquisidores; hagan amigos de camino, no enemigos. Hagan hermanos.
Ø Hagan personas de encuentro, con entrañas y ternura, con promesas y esperanzas; con presencia y paciencia, con misión y envío. Hagan hermanos.
Ø Hagan discípulos míos; denles todos los que les he dado; descarguen sus espaldas y siéntanse hermanos.
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