jueves, 1 de septiembre de 2011


Lectio Divina miércoles 31 de agosto 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Colosenses 1, 1-8; Salmo 51; Lucas 4, 38-44

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

DE PIE, A SU LADO, INCREPÓ A LA FIEBRE

“Ojalá el dolor de toda persona sea preocupación de la comunidad, de la Iglesia y nos sea tan importante que no dudemos en suplicar la acción sanadora de Cristo” Lucas 4,38-44


1. Hagamos las LECTURAS 
Al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -«Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: -«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» Y predicaba en las sinagogas de Judea.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  Hoy estamos presos de diversas fiebres que nos atan y no nos permiten  incorporarnos al servicio al prójimo. La comunidad está llamada a liberar a las personas atadas por autojustificaciones ideológicas, problemas psicológicos o por ligaduras de cualquier índole que no les permiten ser libres. Pues, solamente hombres y mujeres libres están en condiciones de servir bien al prójimo.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Tres acciones de Jesús nos ayudan a comprender el ímpetu de su acción misionera. Primero, la capacidad de recuperar en el hogar personas que se habían abandonado a sus dolencias y que habían  perdido su capacidad de amar en el servicio. La suegra de Pedro en su postración es objeto de atenciones, pero es incapaz de responder a ellas con generosidad. La mano que Jesús le tiende le ayuda a salir de ese estado y la motiva a servir a la comunidad de servidores que sigue a Jesús. En segundo lugar, lo que se hace en el hogar se extiende para todos en la puerta de la ciudad. Las personas afectadas por esas posesiones ideológicas que los anulan descubren en Jesús al ungido, a la persona capaz de comunicar la vida y el amor, de liberar al ser humano abatido y enajenado. En tercer lugar lo que acontece en la entrada de la ciudad se extiende por toda la comarca. El evangelio es una buena noticia para todos y aquellos que quieran acogerse a ella encuentran en Jesús un puente hacia una nueva realidad en la que la esperanza, el amor y la fe son posibles.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Estamos en Cafarnaún, en la casa de Pedro, que probablemente fue también la casa de Jesús en esos años. Él sigue atendiendo a todos los necesitados de curación, uno a uno. Desde la puesta del sol hasta el amanecer. Jesús busca la soledad pero no por ello deja de atender a quienes le andan buscando. No se ata a nada ni a nadie. No deja que nada ni nadie le retenga. Sabe que la misión recibida es más grande y no es suya. No le pertenece. Tampoco a nosotros, pero ¡qué difícil a veces!

Un detalle más: la suegra de Pedro, alguien de “la casa”, de la familia. Es bonito ver cómo su fiebre es motivo de preocupación para los demás, hasta el punto de ser ellos quienes piden a Jesús que haga algo por ella. Ojalá tengamos nosotros esa misma sensibilidad con los más cercanos, con el mal que sufren “los de casa”. Ojalá el dolor de toda persona sea preocupación de la comunidad, de la Iglesia y nos sea tan importante que no dudemos en suplicar la acción sanadora de Cristo.  Quizá sólo entonces, la sanación de los demás revierta en mayor servicio a la comunidad, como de inmediato hace la suegra de Pedro. Si hacemos nuestros los dolores de los demás, ¿cómo no haremos también comunes nuestros talentos, nuestra disponibilidad, nuestro deseo de servicio?

Que la exigencia de la misión, de tener que predicar por todos los lugares y atender todas las necesidades de nuestro mundo, no sea nunca excusa para desentendernos de los dolores de los de casa y dejar de ponernos también a su servicio.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
A simple vista, parecería que en el Evangelio de este día Jesús no pronuncia una palabra, pero nos dice mucho, muchísimo. Nos dice que los ruegos de la comunidad siempre son escuchados -le rogaban que curara a la suegra de Pedro- y que esos ruegos han de ser primordialmente la preocupación comunitaria por la hermana o el hermano que sufre. Nos dice que Dios nos libera no tanto "de" sino más bien "para"... La liberación -no debo cansarme de insistir/me en ello- es el paso de la servidumbre del mal y el dolor al servicio. Y nos dice especialmente que Jesús toma todas nuestras cosas en forma enteramente personal: se inclinó ante la suegra de Pedro, le imponía las manos a cada uno de los enfermos... Y previo a ejercer su poder de curar y liberar, el Maestro ejerce su ternura. Dios es Todopoderoso y lo expresa en su Infinita Misericordia dicha con ternura.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Con tu poder tú cuidas a los débiles; por eso Jesús prefirió a los pobres y desamparados. Danos su Espíritu de compasión y de fortaleza, para que nosotros también nos comprometamos a llevar esperanza y justicia a los desposeídos y a los que viven en soledad. Y elimina nuestra soberbia, Señor,  porque quizás nosotros somos más débiles y pobres que aquellos a los que supuestamente animamos. Cuéntanos entre los que necesitan de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor y Salvador nuestro  que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  Jesús curó a tantos y tantos que se acercaron a él con toda clase de enfermedades. ¿Somos conscientes de que también nosotros podemos sanar a otros, mostrándoles afecto, compasión, perdón?  Que el Señor nos haga atentos a los poderes de curación que él nos da.  CUIDARÉ LA COMUNIDAD

Cuidaré a mis hermanos,  pues con ellos vivo y camino,  ellos me dan aire fresco y para ellos soy cristiano.

Prepararé con ilusión y mimo mi regazo para la acogida,  mis manos para la compañía,
mis entrañas para la misericordia.

Velaré para que no salgan de mí  palabras aceradas ni gestos vanidosos;  no criticaré sus manías,  no trivializaré sus problemas,  no los encasillaré en mis cuadrículas,  no envidiaré sus triunfos ni me alegraré de sus fallos.

Pero no quitaré vigor y ternura a mi palabra de hermano.  Si tengo que felicitar, felicitaré;  sí tengo que afrontar, afrontaré;  si tengo que decidir, decidiré;  si tengo que corregir, corregiré; si tengo que denunciar, denunciaré.

Entonaré mi corazón noche y día,  lo tendré siempre a punto,  enseñado y dispuesto a abrir puertas y ventanas,  a no robar paz ni alegría,  a dar y recibir todo lo que es vida y a soñar utopías comunitarias. No osaré hacer comunión contigo, Señor,  si estoy alejado de mi hermano.  No mostraré suficiencia, pediré perdón,  ofreceré la mano y buscaré el abrazo fraterno.

Amaré y cuidaré mi comunidad.  No devolveré a nadie mal por mal.  Con los que están alegres, me alegraré;  con los que lloran, lloraré;  con los que sufren, sufriré.  No me dejaré vencer por el mal,  antes bien, venceré al mal a fuerza de bien.

Amaré y cuidaré la comunidad,  me esmeraré con ella,  le seré fiel,  la defenderé, viviré con fervor sus proyectos,  y no le negaré los dones que Tú me has dado. Amaré y cuidaré la comunidad,  tu comunidad,  mi comunidad,  nuestra comunidad.

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