jueves, 29 de septiembre de 2011

Lectio Divina miércoles 28 de septiembre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Nehemías 2,1-8; Salmo 136; Lucas 9, 57-62

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

PA’LANTE


1. Hagamos las LECTURAS 
Mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: «Sígueme.» Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  - Las exigencias dirigidas a los discípulos fueron efectivas en el pasado y hoy conservan todo su vigor. El llamado requiere decisión, entrega y responsabilidad. Sólo los seres humanos dispuestos a ser libres se incorporan a la comunidad de discípulos y emprenden el camino del Maestro.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Ahora que hemos leído detenidamente a Lucas desde el capítulo 5  (jueves 1 a hoy) hasta el fin del capítulo 9 comprendemos mejor por qué se ubica el texto del seguimiento radical a Jesús en este lugar del evangelio, o mejor dicho, en esta parte del camino. La emoción que suscita la personalidad de Jesús conduce a expresiones como ésta: “Te seguiré a donde vayas”, y, si el lugar de destino es la muerte en el patíbulo, seguirá en pie la oferta. La misión por el Reino de Dios es asumida ahora por quienes lo han seguido, escuchado y han asimilado sus enseñanzas. Ahora es Jesús quien ratifica su llamado a quienes lo siguen; quiere saber con quiénes cuenta hasta el final, pues con razón presiente que se irá quedando solo. La opción por el Reino amplía la familia y crea una nueva forma de lazos familiares y de fraternidad. Por esta razón los operarios que aún añoran su antiguo estilo de vida familiar no son aptos para el Reino de Dios. Jesús radicaliza su ministerio público, ahora va al corazón de cada uno de los que le siguen, allí radica la fuerza para asumir el reto que les espera.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
El que escribe estas líneas hizo hace algunos años el Camino a Guanacaste. Lo hice sólo. Y tuve la oportunidad de experimentar lo que es salir al camino sin estar seguro de cuál es la meta, a dónde voy, dónde me voy a quedar. Ni siquiera tenía la seguridad de dónde estaba la meta. Cada mañana  tomaba la mochila y salía al camino. Siempre hacia el oeste. 

Estar con Jesús era algo parecido al camino de Guanacaste. Con la diferencia de que no era para un mes sino para toda la vida. Con Jesús se sabía de dónde se salía pero no a dónde se llegaba. Los discípulos habían dejado atrás sus casas, sus trabajos, sus redes. Con Jesús no tenían nada más que sus propias fuerzas y el polvo del camino. Jesús iba por delante. Todo era posible. Porque Jesús era absolutamente sorprendente. Sus caminos siempre parecen nuevos. 

En el Evangelio de hoy, como en el caso de los peregrinos, no es Jesús el que invita a seguirle. Son algunos de los que están con él los que parece que se quieren comprometer a seguir a Jesús, a estar siempre con él. Da la impresión de que se habían encontrado con él, que le habían acompañado unos días. Y que de esa experiencia había brotado el deseo de quedarse en la compañía de Jesús.

Pero no saben donde se han metido. Jesús les pide una entrega y una radicalizad total. Hay que dejarlo todo y encontrarse con nada. Si el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza tampoco los que están con él. Jesús va camino de Jerusalén y allí las expectativas no son buenas. Esos nubarrones terribles también están sobre la cabeza de los que acompañan a Jesús.

Hoy sucede algo parecido. Seguir a Jesús es comprometerse con la justicia, acercar el amor de Dios a los más pobres y marginados, renunciar a la violencia en todas sus formas y abrir caminos a una fraternidad en la que toda la humanidad está invitada a participar sin excepciones ni exclusiones. En ese camino no hay vuelta atrás. Y no hay otro camino para encontrar la vida de verdad.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Jesús se entregó totalmente a su misión. Él exige de nosotros la misma entrega al reino de Dios, reino de justicia y amor; exige eso no solo de sus apóstoles, sino también de todos los que “le siguen” – de nosotros. Se nos pide un compromiso “radical”, es decir, que vaya a las “raíces” en las profundidades de nuestro ser; y tiene que ser consistente; es un compromiso y una entrega que no miran atrás, sino que tienen sus ojos puestos tanto en el presente como en el futuro.

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Jesús, tú sabes que también nosotros, como los apóstoles, nos imaginamos un seguimiento fácil, embriagador, sin tropiezos, y rechazamos el camino que tú nos preparas. Concédenos, Señor, sabiduría y fuerza para tus proyectos y adherirnos al camino que tú, con amor, nos has preparado. Ayúdanos a comprender y de modo profundo lo que quieres de nosotros. Hasta tu cruz nos resulta difícil de comprender; más redescubrirla en la trama cotidiana de nuestra vida.  Ayúdanos, al menos, a no desistir de la lectura de nuestra experiencia, a fin de que podamos descubrir tu amor y tu intenso deseo de que nos adhiramos a ti. Y si también esto nos resulta difícil, ayúdanos a dejarnos acoger por ti sin dudar de tu amor infinito. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  La perseverancia en los trabajos del Reino de Dios no son cosa de un fin de semana o del “tiempo que me quede libre, si me posible, lo dedico a ti”… es cuestión de toda la vida… Es cuestión de no dejarse “enterrar” por las dificultades que se presenten, como el caballo de la parábola siguiente:

Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algu­nos caballos para que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña hacienda.

Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí.

El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que no valía la pena invertir en la operación de rescate.

Tomó entonces, la difícil decisión: Determinó que el capataz sa­crificase al animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo allí mismo. Y así se hizo. Los empleados, comandados por el capa­taz comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo como para cubrir al caballo.

Pero, a medida que la tierra caía en el animal, éste la sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para ir subien­do. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente, ¡consiguió salir!

Si estás "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y los otros lanzan sobre ti la tierra de la incomprensión, la falta de oportunidad y apoyo, recuerda el caballo de esta historia. No aceptes la tierra que tiraron sobre ti; sacúdela y sube sobre ella. Y cuanto más tiren más irás subiendo, subiendo, subiendo...

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