Lectio Divina lunes 12 de septiembre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: 1Timoteo 2,1-8; Salmo 27; Lucas 7,1-10
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
NO SOY DIGNO
1. Hagamos las LECTURAS
Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio –digo la verdad, no miento– yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones.
Del Evangelio según san Lucas 7, 1-10
Cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaum. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: "Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga". Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace". Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía dijo: "Les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe". Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
VEAMOS NUESTRA REALIDAD -Por los jefes de Estado y todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir con tranquilidad y seguridad, como hombres religiosos y cabales.
Ya entonces sentía san Pablo la importancia de orar por «aquellos que tienen responsabilidades» sobre todo un conjunto de hombres. No olvidemos que los jefes de Estado por los que Pablo pedía oraciones eran en aquella época todos paganos. Hoy casi todos tienen una confesión religiosa, aunque algunos no la practiquen. Pero según san Pablo: en su terreno profano deben permitir y facilitar la paz civil, en la tranquilidad y seguridad... para que sea posible una vida humana religiosa y seria. ¿Será que nuestros gobernantes andan a la libre porque nosotros que estamos encargados de orar por su sensatez, estamos peor que ellos? ¿Será que en lugar de orar por ellos nos estamos dedicando a criticarlos y estamos contribuyendo a que no modifiquen sus conductas erráticas?
Hoy, en nuestro mundo en el que están mezcladas tantas razas y religiones nos resulta muy conveniente constatar que Jesús tenía ideas muy amplias y abiertas... en contradicción con la actitud corriente de su tiempo, que era muy particularista. Igual sucedía con el centurión. Sería conveniente hoy en día imitar esta actitud: tener mente amplia y abierta. No encerrarnos en particularismos y tratar de buscar y vivir entre todos y con todos, la verdad.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Pablo, por medio de Timoteo, urge a los cristianos a ser mediadores e intercesores con sus súplicas y oraciones por toda la humanidad. La razón es que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres y que Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. ¡Qué universal es el Plan y la voluntad salvífica de Dios para salvar a todos! En el evangelio de hoy contemplamos la bella escena del centurión romano, quien, por medio de emisarios, pide a Jesús que cure a su esclavo. Él amaba al pueblo judío y tenía fe en Jesús por lo que había oído acerca de él y de sus milagros. Y, algo insólito en un mundo de esclavitud, otra señal de su fe es que pidió por la curación de un esclavo. --- De él tomamos también las palabras que utilizamos en la celebración eucarística, en el momento de la comunión: que “no es digno de que Jesús vaya a su casa.”
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Pertenecía a otro pueblo, cultura e idioma distintos. A la vez, tenía su relevancia dentro del ejército de ocupación imperialista. Probablemente, era poseedor de esclavos y profesaba una religión contraria a la fé de Israel. San Lucas nos añade que, a pesar de todo esto, este oficial romano era tenido en gran estima por los paisanos del lugar, por respetar sus costumbres y sus creencias. Inclusive, hasta les había construido una sinagoga.
No obstante, el hombre se sabía forastero, extranjero en esos lugares. Y desde ese lugar en el que se descubre y ubica, reconoce al Maestro, confía en Él. En esa confianza, no pide nada para sí, sino para un sirviente enfermo; hasta se considera indigno de dirigirle la palabra a Jesús, por eso envía a algunos conocidos a hablarle. Menos aún, que el Señor ingrese en su casa. Le basta su Palabra, cree en su corazón en el poder de ese galileo. Y sucede el milagro por la fé de ese soldado, fé que es exaltada por el Maestro.
Quizás nosotros debamos descubrirnos forasteros también, indignos de que Él venga a nuestra casa. Porque el forastero es, tal vez, el que mejor está capacitado para valorar la hospitalidad, la generosidad de quien abre las puertas de su hogar. Y también hacernos uno más entre tantos miles de hermanos nuestros ilegales por haber nacido extranjeros de todo lugar.
Somos forasteros en la casa del Padre, y por eso mismo, el regalo es aún más valioso. Ese hogar nos es tan ajeno, y sin embargo tenemos todos y cada uno de nosotros un lugar... No sólo en un futuro, sino ahora mismo.
Cuando verdaderamente nos descubramos forasteros e indignos de que Él entre a esta casa que llamamos existencia, por la ventura de la verdad que echa raíces en esa humildad, sucederán los milagros.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Sabemos reconocer los valores que tienen "los otros", los que no son de nuestra cultura, raza, lengua, religión? ¿Sabemos dialogar con ellos, ayudarles en lo que podemos? ¿Nos alegramos de que el bien no sea exclusiva nuestra?
La actitud de aquel centurión y la alabanza de Jesús son una lección para que revisemos nuestros archivos mentales, en los que a veces a una persona, por no ser de "los nuestros", ya la hemos catalogado poco menos que de inútil o indeseable. Si fuéramos sinceros, a veces tendríamos que reconocer, viendo los valores de personas como ésas, que "ni en Israel he encontrado tanta fe".
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios, Padre de todos: Tú llamas a gente de toda lengua, cultura y nación
para adorarte y vivir en tu amor. Que tu Hijo Jesucristo hable en medio de nosotros,
como lo hizo con el centurión, tu palabra salvadora que lleva curación a todos. Que muchos acepten su invitación a sentarse con nosotros a su mesa. Danos suficiente fe y amor para que nosotros también, como tú y tu Hijo, sepamos hacer de gente extraña y desconocida verdaderos amigos. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
para adorarte y vivir en tu amor. Que tu Hijo Jesucristo hable en medio de nosotros,
como lo hizo con el centurión, tu palabra salvadora que lleva curación a todos. Que muchos acepten su invitación a sentarse con nosotros a su mesa. Danos suficiente fe y amor para que nosotros también, como tú y tu Hijo, sepamos hacer de gente extraña y desconocida verdaderos amigos. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación:
Para Dios no hay extraños ni extranjeros. Él conoce a todos, los acepta y los ama a todos, lo sepan ellos o no, porque todos son hijos suyos. Que nosotros también sepamos aceptarlos como lo hace Dios. YO NO SOY QUIEN
He oído hablar de Ti, Señor ,y ando tras tus pasos hace tiempo porque me seducen tus caminos; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.
Te admiro en secreto, te escucho a distancia, te creo como a nadie he creído; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.
Ya sé que no hay castas ni clases, que todos somos hermanos a pesar de la cultura, de la etnia y el talle; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.
Sé que lo puedes hacer, pues tu poder es más grande que mi querer. Sabes que anhelo abrazarte y conocerte; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.
Agradezco que vengas a verme, que quieras compartir mi techo, costumbres, esperanzas y preocupaciones; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.
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