viernes, 23 de septiembre de 2011

Lectio Divina jueves 22 de septiembre 2011, Tiempo Ordinario, Ciclo – A- Lecturas: Ageo 1,1-8; Salmo 149; Lucas 9, 7-9

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

GANAS DE VER A JESÚS


Pensamiento del día: «Tú eres el Mesías de Dios» El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar; es un derecho natural y una vocación del hombre. Juan Pablo II
 
Cápsula: “Podemos conocer su biografía, todos los datos a que nos es posible acceder hoy en día. Y todavía no habríamos conocido de verdad a Jesús. Lucas 9,-18-22 
 

1. Hagamos las LECTURAS 
El virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: -«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD  - Hoy nosotros al igual que Herodes también nos enteramos de los últimos acontecimientos. Muchos de ellos nos dejan perplejos. Pocos son buena noticia. Ojalá que también nosotros tengamos el mismo deseo que a Herodes. Que tengamos ganas de ver a Cristo. Que lo querramos conocer y estar con El.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Antes de este pasaje encontramos los siguientes acontecimientos, que nombraremos a modo de titulares: la tempestad calmada, el endemoniado de Gerasa, la curación de la hemorroisa. Todos ellos dan cuenta de las acciones del Reino, que son contrarias a las políticas del Imperio Romano, representado por Herodes, símbolo de la muerte, de la corrupción y de la injusticia -como en todo imperio. El capítulo 9 se abre con el envío de los doce, investidos con la autoridad y poder que Jesús ha ido mostrando a lo largo del camino. Es el pueblo quien legitima la autoridad de Jesús, en contraposición al poder del tetrarca Herodes, que se impone al pueblo a la fuerza; con ese poder ellos harán frente al Imperio, que tiene capacidad para asesinar. Herodes, al igual que muchos otros, ha oído hablar de Jesús; pero esta escucha es diferente a la de los discípulos; es meramente informativa y especulativa, de carácter de espionaje, pues los milagros de Jesús recuerdan a Juan Bautista y a Elías; el primero, muerto a manos del mismo Herodes.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Lo menos que nos podemos preguntar es para qué quería Herodes conocer a Jesús. ¿Estaría interesado por su mensaje? La respuesta más posible es que no. Herodes era el que era. Estaba en el poder. Recibió las críticas de Juan Bautista. Hasta se dice que lo apreciaba pero eso no le contuvo a la hora de ordenar que le llevasen su cabeza en una bandeja. Todo por el que dirán. Porque en un momento de juerga, de banquete, quizá de demasiado alcohol, había prometido a su bailarina preferida que le daría cualquier cosa que le pidiera. Era rey. Tenía el poder. Pero no era muy prudente. Ni siquiera era verdaderamente fuerte. No se atrevió a reconocer su error y a desdecirse de aquella barbaridad. Prefirió matar al profeta.
Quizá también era que ni le apreciaba mucho ni atendía sus palabras. Para nada. No era más que un objeto curioso de su corte. Y una vez que lo perdió de aquella manera tan tonta, pensó que necesitaba otro profeta, otro juguete, otro milagrero. 

Pero Jesús nunca se plegó a los deseos del poder. Lo suyo fueron los caminos, los lugares alternativos. No frecuentó ni la corte de Herodes ni el Templo de los Sumos Sacerdotes. Se movió como en su casa entre la gente sencilla y humilde, entre los pecadores, entre los publicanos y las prostitutas. Frecuentó los lugares marginales y oscuros de su mundo. Allí habló del reino de Dios. Para Herodes, como para los representantes oficiales de la religión judía, sólo tuvo palabras de desprecio. Los que pensaban que tenían el poder y la fuerza, los que se creían cerca de Dios por su actitud religiosa, los que se sentían por encima de los demás, son los que se quedan fuera del Reino. 

Mientras tanto, por la puerta grande, entran los pobres, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los enfermos, los que sufren. Ellos acogen en su corazón la buena nueva y se llenan de esperanza. Jesús no es para ellos un juguete de feria ni el enano de la corte que distrae el aburrimiento del soberano. Jesús es vida y salvación, amor y esperanza, luz y reconciliación.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
También Herodes estaba perplejo acerca de este hombre Jesús. Quería ver a este extraño profeta sobre el que corrían tantos rumores. --- ¿Nos dejan perplejos a nosotros también Jesús, el evangelio, la vida y nuestra fe? ¿Estamos nosotros en constante búsqueda del sentido más profundo de nuestra vida cristiana?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Tú viniste para hacer nuevas todas las cosas por medio de Jesucristo, tu Hijo. Que él nos cuestione, pero también cuestionémonos a nosotros mismos si le damos en nuestras vida el lugar que merece. Que él dé sentido a todo lo que somos y hacemos porque él es nuestro Señor resucitado que vive y reina por los siglos de los siglos.  Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación:  ¿Es todo realmente en vano? ¿Que la vida no tiene sentido? En momentos de dudas y cuestiones profundas, nos hacemos quizás esas preguntas. Pero entonces recordamos que somos gente de fe, y que nuestra fe y nuestra vida tienen un profundo sentido. Nuestro mensaje de hoy se llama: POR ENCIMA DE LO NUESTRO

Tú eres el Dios sobre el que todos opinamos, el Dios que todos buscamos, el Dios que todos abandonamos, el Dios con el que todos luchamos. Pero, a la vez, Tú eres el Dios que nos recreas, que nos encuentras aunque no te busquemos, que permaneces fiel cuando te dejamos, que nos vences y convences.

Tú eres el Dios del que todos hablamos, el Dios al que todos usamos, el Dios que todos desfiguramos, el Dios al que todos intentamos comprar. Pero a la vez, Tú eres el Dios que nos habla con amor, que nos respeta y cuida con pasión, que nos da identidad y rostro, que se muestra insobornable en su gratuidad.

Tú eres el Dios que cree en nosotros, el Dios que espera en nosotros, el Dios que ama en nosotros, por encima de nuestros gestos, hechos y palabras.

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