Lectio Divina quinto martes de cuaresma 12 de abril 2011, Ciclo – A- Lecturas: Números 21,4-9; Salmo 101; Juan 8,21-30
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
MIREN A CRISTO
1. Hagamos las LECTURAS
Del libro de los Números 21,4-9
En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: «Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Del Evangelio según san Juan 8, 21-30
Jesús dijo a los fariseos: - «Yo me voy y me buscarán, y morirán por su pecado. Donde yo voy no pueden venir ustedes.» Y los judíos comentaban: - «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no pueden venir ustedes"?» Y él continuaba: - «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de allá arriba: ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón les he dicho que morirán por sus pecados: pues, si no creen que yo SOY, morirán por sus pecados.» Ellos le decían: -«¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: - «Ante todo, eso mismo que les estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en ustedes; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.» Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levanten al Hijo del hombre, sabrán que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – “El que me envió es veraz” –Qué difícil es para nosotros hoy ser veraces. La mentira es el desayuno, almuerzo y cena en nuestros hogares, instituciones económicas, políticas y hasta religiosas. “Morirán por su pecado” agrega hoy el evangelio. Señor, ayúdanos a ser conscientes de nuestros pecados. Haz que veamos claro; pero que la evidencia de nuestra culpa no nos deje sucumbir en el desaliento.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Es una verdad incontestable que solamente la fe salva. En la historia de los israelitas, ellos mostraron cuánto creían en esta verdad. Mientras iban caminando y vagando por el desierto, se rebelaron contra Dios. El mismo Dios los castigó enviándoles serpientes venenosas. Finalmente se arrepintieron y pidieron a Dios que los liberara. Ellos manifestaron así su fe en el poder de Dios. En esta historia, el remedio se presenta en forma de una serpiente de bronce colocada en un estandarte, de tal manera que quien la miraba quedaba curado. --- En el Evangelio los fariseos tienen que aceptar a Cristo con fe, si quieren salvarse. --- Nosotros también tenemos que mirar la cruz de Cristo con ojos de fe, para llegar a ser personas libres e hijos e hijas de Dios. Y nosotros, la Iglesia , tenemos que convertirnos en verdaderos signos de salvación alzados sobre las naciones
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
El pueblo hebreo, peregrino por el desierto en pos de la libertad y del cumplimiento de las promesas de Dios, no era muy diferente al resto de la humanidad. Cada uno de nosotros, en mayor o menor medida, puede sentirse identificado con él. Como también hoy nos pasa, se cansaba. Habían abandonado una posición dolorosa, en la que eran esclavos, pero en la que los “mínimos” para sobrevivir estaban relativamente asegurados: no les faltaba techo, comida ni vestido. Pero no era suficiente: el ser humano no llega a realizarse plenamente si no puede tomar entre sus manos las riendas de su propio destino. Abrasado por esta sed, escuchó y siguió a Moisés. Pero en el camino hacia esa realización... comienzan a fallar los mínimos y surge la duda: “¿por qué nos has traído a este desierto para morir sin remedio?” Agobiados por la carencia de una satisfacción inmediata de sus deseos, vuelven los ojos atrás y suspiran por las cadenas que les daban de comer. Han cambiado la esperanza por la nostalgia. Y lo peor es que abandonan la esperanza en la Tierra prometida por la nostalgia de una tierra ajena en la que sólo podían aspirar a la dádiva puntual del amo de turno, renunciando a sí mismos si era preciso en aras de una actitud de sumisa complacencia.
No queda más remedio: Dios tiene que intervenir. Las serpientes venenosas muerden más su conciencia que su carne y en el reconocimiento del pecado renacen los motivos que les lanzaron a lo desconocido. Al pueblo se le pedirá algo muy simple para curar de su mal: mirar el estandarte que les recordaba que el poder de Dios es siempre más fuerte que todas las vicisitudes humanas.
El Evangelio evoca esta imagen. Una vez más vemos a Jesús enfrentándose con quienes se niegan a admitir más realidad que aquella que le devuelven sus propios sentidos (sin caer en la cuenta de que abarcan un ámbito pequeñísimo) y les advierte: “cuando levanten en alto al Hijo del Hombre sabrán que yo soy”. Pero declara, al rato, que no está solo. Dios Padre está con él alentando su misión que no es otra que la de revelar su amor por esta misteriosa raza humana que goza de la vida y se mata buscándole un sentido a la par que niega el más obvio y evidente. Aunque un poco duros de mollera algo debieron entender sus coetáneos porque añade el Evangelista que “cuando les exponía esto muchos creyeron en él”.
Casi terminando esta Cuaresma, nos unimos para suplicar, unos por otros, que en los mil caminos que transitamos, siempre buscando, siempre más lejos, nos alumbre la esperanza cierta de unas promesas que se cumplirán. No dejemos que la sombra de la nostalgia del camino que va quedando atrás nos impida trabajar con todo empeño en alcanzar el Reino o, mejor, en instaurar el Reino construido con nuestros pasos sostenidos por la fe. Que sepamos aceptar el riesgo de lo desconocido donde Dios nos espera, donde se harán experiencia “los cielos y la tierra nuevos” en que habite la justicia.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Durante su marcha a través del desierto, el pueblo de Israel se desanimó... habló contra Dios y contra Moisés.
A lo largo de toda la Biblia , el desierto es el lugar de la tentación y de las pruebas. La gran prueba es la de dudar de Dios mismo. Ese estado de duda en nuestras relaciones con Dios suele aparecer cuando nos sentimos excesivamente aplastados por el peso de nuestras preocupaciones. Y esto sucede, en verdad, también a los cristianos más generosos y a los apóstoles más ardientes. Con mayor razón esto puede explicar en parte el ateísmo y la incredulidad: ¡con el desánimo a cuestas, se acusa a Dios! Pienso en la gran masa de nuestros contemporáneos que prescinden de Dios y ruego por ellos... ¡Ten piedad, Señor! ¡Alivia la carga que pesa sobre ellos!
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios nuestro, misericordioso y salvador: Recorriendo y vagando por nuestros desiertos de injusticia y falta de amor, clamamos a ti a voz en grito, pero con temor o quizás nos quedamos pasmados en silencio, y algunos en duda y desesperación. Danos bastante fe y confianza para mirarle a aquel que cargó sobre sí nuestras dudas y nuestra maldad, sufrió por ellas en la cruz y resucitó desde ellas a una vida nueva:
Jesucristo, a quien aclamamos como nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos. Amén.
Jesucristo, a quien aclamamos como nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Dolor, sufrimiento, muerte, permanecerán siempre como escándalo y misterio, como algo difícil de soportar. Sin embargo, ahí está Jesús, que aceptó la cruz para salvarnos. Somos discípulos de quien murió en la cruz. Por más duro y difícil que sea, aprendamos a llevar la cruz cuando venga a nosotros en las mil circunstancias de la vida. “TÚ NOS SALVAS”
No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías, sino a buscar a quien anda extraviado, defender a quien está aprisionado, curar a quien está herido, acoger a quien está desamparado, lavar a quien está manchado, sanar a quien está enfermo, levantar a quien ha caído, salvar a quien se siente culpable, devolver la dignidad a quien la ha perdido.
Tú que crees en nosotros, Tú que esperas de nosotros, Tú que nos amas más que nosotros mismos, Tú que eres mayor que todos nuestros pecados, recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.
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