Lectio Divina lunes Octava de Pascua, 25 de abril 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 2, 14,22-33; Salmo 15; Mateo 28, 8-15
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
¡NO TENGAN MIEDO MUJERES!
1. Hagamos las LECTURAS
Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: - «Alégrense.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: - «No tengan miedo: vayan a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: - «Digan que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras ustedes dormían. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y los sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hoy nos da pena ver un grupo de mujeres jóvenes y ya no tan jóvenes, que, no sabemos si es por ignorancia o por cortedad de metas, (porque nos negamos a aceptar que sólo sea por el vil dinero) abocadas a mostrar su cuerpo para deleite de los varones. Las mujeres somos punto clave para llevar alegría a este mundo, pero no la alegría efímera que consiste en mirar y desear cuerpos expuestos. Esta alegría verdadera nos la muestra hoy el evangelio con estas palabras de Jesús: No tengan miedo… vayan a comunicar a sus hermanos… Para eso estamos: para quitar miedos y para comunicar que Jesús vive… ¡Qué meta más alta!
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
Jesús sale al encuentro de las mujeres y las saluda. Ellas le responden “acercándose, abrazando sus pies y adorándolo”. Esta es la experiencia de las mujeres (y de la comunidad) de la resurrección de Jesús. Ni el sepulcro vacío, ni la presencia de un ángel son razón suficiente para creer en la resurrección. El verdadero y único argumento es llegar a sentir vivo al resucitado y expresarle en fe la adoración. Pero los dirigentes judíos se obstinan en su mala fe. Ante el informe de los guardias, se reúne de nuevo el Gran Consejo, el Sanedrín. No les interesa lo que realmente sucede, sino la repercusión que pueda tener en el pueblo. Con dinero se habían apoderado de Jesús; con dinero quieren impedir la fe en él. Es increíble el poder corruptor del dios dinero. La resurrección de Jesús no tiene más prueba que la propia experiencia. Esta experiencia, que es también la nuestra, nos libera del miedo y nos compromete en acciones concretas de seguimiento y de anuncio. ¿Qué pruebas damos en nuestra vida de que creemos en el Resucitado?
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Cuando en nuestra vida está a punto de suceder algo importante, algo en lo que nos hemos volcado totalmente, en lo que hemos puesto alma, corazón y vida (el nacimiento de un hijo, los últimos exámenes de la carrera, el alta médica después de una larga enfermedad, la concesión de un crédito para comprar una casa...), se mezclan en nuestro interior dos sentimientos. Vivimos estos momentos con TEMOR, no sabiendo muy bien si es real o no lo que estamos viviendo, y sintiendo la amarga duda de ¿y si al final algo falla y no vemos cumplidas nuestras esperanzas? También los vivimos con ALEGRÍA, invadidos por el gozo de ver próximo, hecho realidad, nuestro anhelo. En esos momentos de tanta emoción es el corazón quien nos guía y quien nos mueve; la razón, la cabeza, quedan en un segundo plano. Sentimos que hay algo fuerte dentro de nosotros y lo expresamos con total naturalidad, sin prejuicios, siendo plenamente nosotros mismos (aunque pasado el momento digamos que "estábamos fuera de nosotros mismos").
Algo así debieron vivir las primeras mujeres que se acercaron al sepulcro y escucharon el anuncio del ángel: no está aquí, ha resucitado como dijo. Ellas, que siempre habían acompañado a Jesús, y habían permanecido al pie de la cruz, fieles hasta el final, ven hecha realidad la promesa de Jesús: resucitaré al tercer día. Y por si esto fuera poco, Jesús mismo sale a su camino y les saluda. Ellas no pueden articular palabra y simplemente le adoran. El Resucitado les tranquiliza y les envía a decir a sus hermanos que vayan a Galilea, que allí le verán. Es decir, el Resucitado se hará presente allí donde comenzó la historia y donde están convocados a continuarla los que siguen creyendo en el Padre y en su sueño para la humanidad.
La alegría del encuentro con el Resucitado nos lleva a volver a la vida cotidiana con el deseo renovado de querer seguir colaborando en el proyecto que Jesús inició, precisamente en Galilea: el Reino. El Resucitado nos invita a salir, a convocar a otros, a vivir siendo Buena Noticia para los demás, a compartir con otros lo que para nosotros es la Vida. Aquí encontramos un criterio para saber si de verdad nos hemos encontrado con el Resucitado: vivir la alegría de sentirnos enviados a la Misión.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Vayan y digan a mis hermanos que vayan a Galilea y que allí me verán.
Jesús, netamente, envía a la misión. Si se da a conocer a algunos, no es para que nos regocijemos de ello... sino para que nos pongamos en camino hacia nuestros hermanos. "Vayan a avisar a mis hermanos." Después de esta meditación, ¿qué voy a hacer? Estoy entre los "amigos" de Jesús si participo en la evangelización.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios nuestro: Nuestro corazón está contento y se regocija y nos sentimos seguros en nuestra fe porque tenemos una persona viva en la que creer: Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Que él nos muestre el verdadero camino de la vida para que vivamos en la alegría de su presencia y que él nos dé la gracia de hacernos sus testigos,
de forma que podamos proclamar con nuestra vida entera que Jesucristo es nuestro Señor, glorioso y resucitado, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
de forma que podamos proclamar con nuestra vida entera que Jesucristo es nuestro Señor, glorioso y resucitado, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: No tengan miedo. Digan a sus hermanos y hermanas que el Señor está vivo y resucitado. Que él esté también vivo en nuestras comunidades, en nuestra alegría, nuestra fe, nuestra disposición para servir y amar. "YO MISMO LO VERÉ"
Seremos nosotros, para siempre, como eres Tú el que fuiste, en nuestra tierra, hijo de la María y de la Muerte , compañero de todos los caminos.
Seremos lo que somos, para siempre, pero gloriosamente restaurados, como son tuyas esas cinco llagas, imprescriptiblemente gloriosas.
Como eres Tú el que fuiste, humano, hermano, exactamente igual al que moriste,
Jesús, el mismo y totalmente otro, así seremos para siempre, exactos, lo que fuimos y somos y seremos, otros del todo, pero tan nosotros! “Pedro Casaldáliga”
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