martes, 19 de abril de 2011


Lectio Divina martes santo 19 de abril 2011, Ciclo – A- Lecturas: Isaías 49,-6; Salmo 70; Juan 13,21-33.36-38

PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

UNO DE USTEDES ME ENTREGARÁ



1. Hagamos las LECTURAS 
Del profeta Isaías 49, 1-6
Escúchenme, islas; atiendan, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra

Del Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38
Jesús, profundamente conmovido, dijo: - «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar.» Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: - «Señor, ¿quién es?» Le contestó Jesús: - «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.» Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: - «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.» Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: - «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con ustedes. Me buscarán, pero lo que dije a los judíos se los digo ahora a ustedes: "Donde yo voy, ustedes no pueden ir."» Simón Pedro le dijo:- «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: - «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.» Pedro replicó: - «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.»  Jesús le contestó:- «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»

VEAMOS NUESTRA REALIDAD –  Lo de nosotros hoy es una triste historia de traiciones. Hasta a nosotros mismos nos traicionamos. Para cada uno de nosotros, que llevamos dentro las tinieblas de Judas, las frágiles corazonadas de Pedro y -esperemos- el amor por cada uno de nosotros, Jesús no cesa de ofrecerse a sí mismo, porque nos ha amado hasta el extremo. Ésta es su gloria: mostrar en el rostro desfigurado por el sufrimiento que el amor de Dios es fiel siempre, que el amor vencerá a la muerte. Es más, ya la ha vencido.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
El evangelio de hoy nos presenta tres personas: La primera es un hombre preocupado por sus propios intereses y necesidades, su satisfacción egoísta. No es una persona libre; no está abierto a Cristo, porque está sirviendo al dinero y a la codicia. Traicionará a Jesús. Este hombre es Judas. Después, hay un segundo hombre, una buena persona, abierto a Cristo, pero débil. Trata de ocultar su fragilidad con valentía impetuosa y autosuficiente.  Pero se raja en la hora de la prueba. Negará a Jesús. Esta persona es Pedro. La tercera persona es Jesús. Él es totalmente desinteresado y generoso, totalmente abierto a Dios y a todo el mundo. Es el perfecto servidor, la persona-para-otros, que viene descrito de nuevo hoy en la Primera Lectura con las palabras del Segundo Canto del Siervo de Dios. Y, porque fue el siervo perfecto, pudo salvarnos a todos.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
¿El amor traiciona? El de nosotros los seres humanos sí, el de Dios, no.  El amor de Dios es fiel, el amor de nosotros es infiel... El amor no es amado, gritaba un siervo de Dios... ¡Qué lástima! Porque nos estamos perdiendo algo inmenso... SERVIR, AMAR... como Dios nos enseña con las obras de Jesús, su Hijo, es llegar a ser LUZ DE LAS NACIONES.  Y esto quiere decir mucho...

Un gran amor implica una gran responsabilidad:  para esto nos prepara el bautismo, para ser sacerdotes, profetas y reyes.  Y esto no para ejercer el poder y mucho menos poder opresor, sino que nos capacita para liberar, y no a unos cuantos, sino “hasta los confines de la tierra”.  Si lo hacemos así “nuestra boca cantará la salvación del Señor” y no “lo entregaremos” traicionando su amor... Tampoco nunca “se hará de noche” en nuestros juicios, ni “cantará el gallo por tercera vez” como sucedió con Judas y Pedro. Vamos a ver hoy cómo, para poder ser “luz de las naciones” tenemos que aprender a ser fieles y no traicionar el amor de Dios...

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-Pues yo decía: «Me he fatigado por nada; en vano e inútilmente he gastado mis fuerzas...»
Traicionado, abandonado, renegado... Jesús pudo tener tales pensamientos. Pensamientos de profundo desaliento. La impresión de que «no se está haciendo nada», que se pierde el tiempo trabajando en la obra de Dios, que se gastan «inútilmente» las propias fuerzas. Tan sólo los «abandonados» pueden adivinar hasta dónde llegó el desamparo de Jesús. Los que no tienen a nadie, los que están desalentados, ¿pueden contar un poco conmigo? Y Jesús, ¿puede contar un poco conmigo?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Tu Hijo, Jesucristo, tuvo que sufrir la humillación de ser negado y traicionado por aquellos a quienes llamaba sus amigos. Pero convirtió su pasión y su muerte en instrumentos de amor y reconciliación. Haznos como él,  “personas-para-los-demás” que aceptemos dificultades,  incluso incomprensiones y traiciones de nuestros mejores amigos,  y que las transformemos en fuentes de vida y alegría para todos los que nos rodean. Guárdanos siempre fieles a ti y los unos a los otros.
por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación: “Señor, porqué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti” decimos nosotros muy seguros de haber hecho lo que teníamos que hacer. Pero el Señor nos responde: “¿Conque darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.” Y es que “acompañar a Jesús” no es solamente estar a su lado y “hacer lo que nosotros creemos que está bien” sino que es asumir su estilo de vida y no traicionarlo  clavando  clavos contra los hermanos… “CLAVOS CONTRA LOS HERMANOS”

Señor, Dios nuestro: Tú eres bueno, eres fiel y misericordioso y justo con todo lo que haces, mientras que nosotros te hemos traicionado y abandonado,  hemos manipulado tu buena noticia  y expoliado tu hacienda.

Delante de todos los hermanos  nos reconocemos pecadores y te pedimos perdón.
Hemos clavado muchos clavos en el cuerpo de nuestros hermanos.

Clavos de soberbia y de orgullo nos creemos superiores. Clavos de envidia: hemos sido mezquinos. Clavos de lujuria: hemos buscado placeres sin medida.

Clavos de avaricia y posesión de riquezas: no hemos compartido lo que tenemos.  Clavos de gula: tenemos el estómago lleno. Clavos de miedo al compromiso: nos hemos refugiado en nosotros mismos.  Clavos de ira: no hemos tenido paciencia ni ternura.  Clavos de cobardía y pereza: hemos olvidado nuestras promesas bautismales.

Nuestros pecados son martillazos que damos, sin piedad, a nuestros hermanos.  Señor, escucha nuestra súplica arrepentida.  Acógenos en tu regazo y danos un corazón nuevo.


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