martes, 19 de abril de 2011

HOMILÍA VIERNES SANTO –A- 2011
Viernes 22 de abril del 2011”
« Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu»



Viernes s Santo –A- 2011
Primera: Is 52,13-53.12
Salmo: 30
Segunda: Heb 4,14-16.5,7-9
Evangelio: Juan 18.1-19, 42
Pbro. Walter Marchena C
Hoy celebramos el primer día del Triduo Pascual. Por tanto, es el día de la Cruz victoriosa, desde donde Jesús nos dejó lo mejor de Él mismo: María como madre, el perdón —también de sus verdugos— y la confianza total en Dios Padre.

Lo hemos escuchado en la lectura de la Pasión que nos transmite el testimonio de san Juan, presente en el Calvario con María, la Madre del Señor y las mujeres. Es un relato rico en simbología, donde cada pequeño detalle tiene sentido. Pero también el silencio y la austeridad de la Iglesia, hoy, nos ayudan a vivir en un clima de oración, bien atentos al don que celebramos.

Ante este gran misterio, somos llamados —primero de todo— a ver. La fe cristiana no es la relación reverencial hacia un Dios lejano y abstracto que desconocemos, sino la adhesión a una Persona, verdadero hombre como nosotros y, a la vez, verdadero Dios. El “Invisible” se ha hecho carne de nuestra carne, y ha asumido el ser hombre hasta la muerte y una muerte de cruz. Pero fue una muerte aceptada como rescate por todos, muerte redentora, muerte que nos da vida. Aquellos que estaban ahí y lo vieron, nos transmitieron los hechos y, al mismo tiempo, nos descubren el sentido de aquella muerte.

Ante esto, nos sentimos agradecidos y admirados. Conocemos el precio del amor: «Nadie tiene mayor amor que el de dar la vida por sus amigos» (Jn 15,13). La oración cristiana no es solamente pedir, sino —antes de nada— admirar ser  agradecidos.

Jesús, para nosotros, es modelo que hay que imitar, es decir, reproducir en nosotros sus actitudes. Hemos de ser personas que aman hasta darnos y que confiamos en el Padre en toda adversidad.

Esto contrasta con la atmósfera indiferente de nuestra sociedad; por eso, nuestro testimonio tiene que ser más valiente que nunca, ya que el don es para todos. Como dice Melitón de Sardes, «Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. Él es la Pascua de nuestra salvación».

Hoy es un día de mucha reflexión y de silencio, pero que mejor, que ante la cruz, ante el muerto, le hagamos promesas a Cristo muerto, para vivir fuertemente nuestra misión parroquial, como:

1)      Tú nos has dicho: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio”. Te prometo Señor, no callar tu voz que es tu Palabra, a ella predicaré, convirtiéndome en la familia, en el trabajo esté donde esté en tu vocero de amor y de salvación

2)      Tú le has dicho a Pedro y a Andrés: Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Te prometo Señor, ser pescador, ir a pescar a los alejados de ti en mi familia, en mi trabajo, esté donde esté y sepa que hay un alejado, lo pescaré para ti.

3)      Tú, dijiste a los apóstoles: «Duc in altum!», «Remar mar adentro». Te prometo  mirar hacia adelante, porque hoy me he dado cuenta que debo "remar mar adentro", confiando en tus palabras: Duc in altum!».

4)      Tú te subiste a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra... Dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar». Te prometo Señor, que como un nuevo Pedro no voy a decir desanimado “he insisto mucho a amigos y familiares que se acerquen a la Iglesia, que crean en Dios y no he logrado nada”, porque hoy Señor voy decir en fe: «Por tu palabra, echaré las redes»" porque estoy convencido de la misión de nuestra parroquia de Santa Marta que es tu parroquia

5)      Tú dijiste a los apóstoles: “Como el Padre me amó, así también os he amado Yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos permanecerán en mi amor, como Yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. Te prometo cumplirlo

Hermanas y hermanas, hagámonos estas promesas y muchas más, pero cumplamos con nuestro deber de cristianos, nos urge el amor de Cristo y la mies es mucha y los operarios son pocos, convirtámonos en misioneros y discípulos de este Cristo del cual hemos meditado que murió en esa cruz por el Reino de fraternidad, de amor, de paz y de justicia.

P. Walter Marchena

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