Lectio Divina Martes Octava de Pascua, 26 de abril 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 2, 36-41; Salmo 32; Juan 20, 11-18
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
¡MUJER! ¿A QUIEN BUSCAS?
1. Hagamos las LECTURAS
Del libro de los Hechos de los apóstoles 2,36-41
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.» Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Conviértanse y bautícense todos en nombre de Jesucristo para que se se les perdonen los pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para ustedes y para sus hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: «Escapen de esta generación perversa.» Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
Del Evangelio según san Juan 20, 11-18
Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan:- «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice:- «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes."» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: - «He visto al Señor y ha dicho esto.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Y continuamos hoy con las mujeres… Hoy se nos pregunta: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Lloramos por tantas cosas y buscamos tantas otras. Y ojalá podemos reflexionar y responder como en la lectura de Hechos: ¿Qué tenemos que hacer? Ojalá entendamos como María la de Mágdala y podemos responder con toda propiedad: He visto al Señor y ha dicho esto. Sólo para los que aman de verdad tiene sentido pleno la resurrección. Sólo se resucita en la medida en que se ama.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
No siempre es fácil reconocer al Señor Resucitado. Esa fue la experiencia de María Magdalena. --- A nosotros también se nos pregunta: “¿A quién buscan ustedes?” ¿Estamos buscando realmente al Señor Jesús? Y ¿le reconocemos, no solamente en nuestros momentos de oración y en la Eucaristía sino también cuando él camina a nuestro lado en nuestras alegrías y sufrimientos, en la gente que nos rodea, en las circunstancias y acontecimientos ordinarios de la vida? Jesús es ciertamente nuestro Señor y Mesías. --- María Magdalena le reconoció cuando oyó su voz. ¿Le amamos nosotros tanto y estamos tan en sintonía con él que, al oírle, decimos: “Tú eres, Señor, quien me habla”?
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Cuando los judíos oyen hablar a Pedro sobre la muerte y la resurrección de Jesús experimentan un doble movimiento:
Hacia dentro: Estas palabras les traspasaron el corazón.
Hacia fuera: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
No sé si durante estos días hemos experimentado algo parecido. ¿Ha habido alguna palabra que nos haya traspasado el corazón, que haya roto la barrera de la rutina? ¿Hemos sentido alguna llamada a “hacer algo”, a salir de nuestra comodidad?
El evangelio de este Martes de Pascua nos regala nuevas palabras del Resucitado para iluminar el camino de nuestra vida:
¿Por qué lloras? ¿Podemos poner nombre a lo que nos hace sufrir? ¿Por qué a veces la vida nos parece tan dura? ¿Por qué la alegría dura tan poco? ¿Por qué nos cansamos de hacer el bien? ¿Por qué nos duele tanto el mal de este mundo ante el que nos sentimos impotentes?
¿A quién buscas? ¿Qué anhelamos, en el fondo, cuando esperamos una llamada telefónica, cuando mendigamos una sonrisa, cuando queremos que todas las piezas de nuestro mosaico encajen, cuando hacemos un favor a otra persona? ¿Qué se esconde detrás de nuestro desasosiego, de nuestros sinsabores, de esa sensación de que las cosas no resultan como habíamos imaginado?
¿A quién buscas? ¿Qué anhelamos, en el fondo, cuando esperamos una llamada telefónica, cuando mendigamos una sonrisa, cuando queremos que todas las piezas de nuestro mosaico encajen, cuando hacemos un favor a otra persona? ¿Qué se esconde detrás de nuestro desasosiego, de nuestros sinsabores, de esa sensación de que las cosas no resultan como habíamos imaginado?
Suéltame. Quisiéramos que Jesús fuera como una varita mágica, siempre al alcance de la mano, para ir cambiando las cosas a nuestro antojo. Y, sin embargo, el Resucitado es un amigo insumiso, que siempre está a nuestro lado, pero que no se deja dominar. Lo tenemos sin poseerlo. Lo tocamos sin apresarlo. Lo confesamos sin verlo.
Ve a mis hermanos y diles. Otra vez la llamada a salir de nosotros mismos y ponernos en camino. No es que comuniquemos lo que tenemos perfectamente claro, sino que, comunicando la buena noticia, se va aclarando el misterio de su presencia. ¡La paradoja que nunca acabamos de domesticar!
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
CONVERTIRSE quiere decir DESPERTARSE y no perderse la vida. Es vivenciar el presente. Y estar despiertos es responder a Dios con el corazón. Es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la Verdad. Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, no como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación. Justo lo que sucede con María en el evangelio de hoy. María estaba equivocada, buscando entre los muertos al que estaba vivo. Estaba dormida. Por eso su llanto se cambiará inesperadamente en gozo cuando Jesús la llame por su nombre. Aquel a quien ella tomaba por el jardinero era Jesús en persona. Oír su propio nombre de sus labios le DESPERTÓ el sentido. Gracias a su amor, a través de sus lágrimas consiguió ver al Señor, a quien tanto quería. El Espíritu de Cristo resucitado le iluminó los ojos y la vida, porque el lugar donde Dios habita es siempre el corazón que ama.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Oh Dios de vida: Profesamos nuestra fe en Jesús y le reconocemos como nuestro Señor y Salvador. Haz que le escuchemos cuando nos anuncia su Buena Nueva de salvación como un mensaje de vida. Que nosotros también sepamos oír su voz cuando clama a nosotros en los hermanos necesitados, o cuando nos habla sencillamente en hermanos que nos confidencian sus alegrías y esperanzas, su fe y su amor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Jesús nos dice como a María Magdalena: Déjame, suéltame… No intentemos poseer a Jesús para nosotros solos, en exclusiva. Vayamos a nuestros hermanos y hermanas y compartamos con ellos a Jesús, como el Señor de vida que nos alza por encima de nosotros mismos haciéndonos con él hombres y mujeres “para-los-demás”.
"Es tarde, pero es nuestra hora. Es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer futuro. Es tarde, pero somos nosotros esta hora tardía. Es tarde, pero es madrugada si insistimos un poco". Mons. Pedro Casaldáliga