Lectio Divina tercera semana de Pascua martes 10 de mayo 2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 7,51-8,1; Salmo 30; Juan 6, 30-35
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
DANOS SIEMPRE DE ESE PAN
1. Hagamos las LECTURAS
Dijo la gente a Jesús: « ¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."» Jesús les replicó: - «Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: - «Señor, danos siempre de este pan.» Jesús les contestó: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»
VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Hemos sido hechos para Dios querámoslo o no. Nuestra verdadera hambre, es hambre de Dios... nuestro único y verdadero alimento es el que viene de Dios.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
La gente que iba detrás de Jesús quería ver cosas extraordinarias para poder creer. Según estas personas, nadie había logrado obrar algo tan maravilloso como lo logró Moisés en el desierto, cuando alimentó al pueblo con maná. Sin embargo, y a pesar de ser algo tan extraordinario según su mentalidad, sus antepasados murieron; es decir que ¿acaso lo verdaderamente maravilloso y extraordinario no sería que el maná los hubiera vuelto inmortales? Pues Jesús corrige el error de sus opositores; no fue Moisés, fue el Padre quien les dio el pan del cielo; sin embargo, no era ése el pan definitivo; por eso “murieron”, el que sí da la vida en verdad es el mismo Jesús. El auditorio no entendió muy bien qué era lo que quería decirles Jesús, pues ellos siguieron con la idea de un milagro que los hiciera inmortales. Por eso, muy a la ligera, le piden: “Señor, danos siempre de ese pan”. Y ése es el momento propicio para Jesús, para revelarse como el pan verdadero: “Yo soy el pan de vida”; pan que no hay que consumirlo como el alimento mágico en el que piensan los oyentes de Jesús, sino un pan que hay que asimilarlo viviéndolo e imitándolo.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
El Evangelio, continuando el discurso de ayer, nos presenta a Jesús como verdadero pan venido de Dios. Ahora bien, nos equivocamos si exigimos signos y portentos para aceptarlo y confiar en Él. Jesús es requerido en el Evangelio por el ansia de signos y prodigios que, en lugar de ser motivo para creer, fascinan y entretienen. ¡Cuánta fe nos rodea en lo cotidiano! ¡Cuánta confianza de la que no somos conscientes en nuestro día a día! Esa es la que es preciso descubrir y alentar a la luz de Aquel que es pan de Vida. Desde su sabiduría y su luz nos llama a confiar en Dios y despegarnos de las ataduras. De no requerir grandes portentos que nos despisten o deslumbren, sino de concedernos unos ojos atentos y una mirada profunda, para convertirnos cada día un poco más a su lógica, para encaminarnos tras sus pasos. En definitiva, para hacer de nuestra existencia una verdadera «eucaristía», (acción de gracias) de suerte que vivamos como ofrenda entregada a Dios y a los demás, saboreando de corazón que lo nuestro no son los grandes espectáculos ni los grandes sacrificios, sino un vivir humilde y confiado que aprende con los años a poner corazón en las miserias de los demás.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Los cristianos se sustentan en la vida con el verdadero pan del cielo, Cristo mismo, que parte para ellos el pan de su palabra y el pan de sí mismo, porque él es pan “entregado”, que se sacrifica a sí mismo para dar vida. Cristo es la respuesta a nuestras hambres más profundas. Nosotros también habríamos de “hambrearle” a él y decir: “Danos siempre este pan”.
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro, Padre generoso: Tú nos has dado a tu Hijo Jesús para vivir de nuevo, con él y como él, su pasión y resurrección. Por medio de Jesús, danos el valor
de ponernos en tus manos en las pruebas de la vida y en la misma muerte,
para que un día veamos tu gloria y veamos también, sentado a tu derecha, a tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
de ponernos en tus manos en las pruebas de la vida y en la misma muerte,
para que un día veamos tu gloria y veamos también, sentado a tu derecha, a tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Luchemos por buscarle un sentido a nuestras vidas y por tener hambre de lo bueno, lo bello y lo justo, para que nos encontremos personalmente a Jesús y tengamos: “VIDA VERDADERA”
Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida. Soñando que me la paso bien, creyendo que sé vivir; consumo febrilmente ligeros placeres, no más golosinas, precarias sensaciones arañadas aquí y allá… Y mi hambre y sed no desaparecen. Esto ya no es vida sino simulacro, una vida sin calidad de vida.
Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida. Pero acostumbrado a lo light lo auténtico sólo entra con filtros. Demasiado educado para ser blasfemo. Demasiado tradicional para ir más allá de lo legal. Demasiado cauto para saborear triunfos. Demasiado razonable para correr riesgos. Demasiado acomodado para empezar de nuevo… Y mi hambre y sed o desaparecen. Esto ya no es vida sino simulacro, una vida sin calidad de vida.
Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida. Más sin pedirte mucho, para no desatar tu osadía; amando sólo a sorbos, para no crear lazos; rebajando tu Evangelio, para hacerlo digerible; soñando utopías sin realidades; caminando tras tus huellas sin romper lazos anteriores… Y mi hambre y sed no desaparecen. Esto ya no es vida sino simulacro, una vida sin calidad de vida.
Silba, Señor, tu canción, como buen pastor: que se oiga por lomas u colinas, barrancos y praderas. Despiértanos de esta siesta. Defiéndenos de tanta indolencia. Condúcenos a los pastos de tu tierra. Danos vida verdadera.
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