jueves, 5 de mayo de 2011

Lectio Divina  segunda semana de Pascua jueves 5 de mayo2011, Ciclo – A- Lecturas: Hechos 5,27-33; Salmo 33; Juan 3,31-36


PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
EL QUE VIENE DE LO ALTO


1. Hagamos las LECTURAS 
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

VEAMOS NUESTRA REALIDAD – Somos de la tierra y hablamos cosas de la tierra y oímos y hablamos muchas cosas. Pero sólo esta es veraz:
- Jesús ha venido del cielo, es el enviado de Dios, nos trae sus palabras, que son la verdadera sabiduría y las que dan sentido a la vida: son la mejor prueba del amor que Dios tiene a su Hijo y a nosotros;
- el que acoge a Jesús y su palabra es el que acierta: tendrá la vida eterna que Dios le está ofreciendo a través de su Hijo; el que no le quiera aceptar, él mismo se excluye de la vida.

2.  MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
“Dios ha puesto su Palabra en la boca de los hombres para que sea comunicada a otros.  Cuando la Palabra de Dios impacta a una persona, ésta lo comunica a otros. Dios ha querido obligarnos a buscar y encontrar su palabra viva   -hecha vida-  en el testimonio de un hermano o una hermana, en la boca de alguna persona. Por lo tanto, el cristiano necesita de otro cristiano que le transmita la Palabra de Dios” (Dietrich Bonhoeffer, La Vida Juntos). ---  El núcleo de nuestra fe es que le debemos una nueva vida a Jesús, por quien hemos vuelto a nacer. El Espíritu   -que Jesús nos da sin medida-   nos impulsa a dar testimonio del mismo Jesús y de su nueva vida en nosotros.

b. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Dar testimonio no es exactamente ir por la calle con una banderola que diga “soy cristiano” o con una cinta en la frente que diga “Yo amo a Jesús”. Todo eso puede estar bien en un determinado momento. Pero la verdad es que Jesús no se colocó ninguna ropa distintiva. No tenemos ninguna información de nada parecido. Lo mismo de los apóstoles. Y lo mismo durante muchos siglos de historia del cristianismo. 

Es interesante conocer, por ejemplo, la historia del hábito en la vida religiosa. Lo que empezó siendo una obligación auto-impuesta de vestirse al estilo de los más pobres de la sociedad de su tiempo (benedictinos, franciscanos y tantas otras congregaciones religiosas masculinas y femeninas) se fue convirtiendo en un hábito. Y cuando los pobres fueron cambiando su modo de vestir –no a uno más rico sino simplemente a otro diferente– religiosos y religiosas siguieron apegados a aquellas ropas ya convertidas en “hábito”.

El verdadero testimonio no está en la ropa. Ni siquiera está en la forma de hablar. Hay que recordar la anécdota de Francisco de Asís enviando a dos de sus frailes a evangelizar en tierra de musulmanes y diciéndoles aquello de “Evangelicen siempre y hablen sólo en caso de que sea necesario.” Predicar la buena nueva, dar testimonio de Jesús se hace mucho más con la forma de comportarse, con el estilo de vida que con la palabra. A veces será necesaria la palabra pero siempre habrá que comportarse evangélicamente. Ahí está la clave. 

Los apóstoles se sentían testigos ante el pueblo de todo lo que habían visto y oído y procuraban transmitirlo por todos los medios posibles. ¡No había forma de callarlos! Lo intentaron los jefes del pueblo pero no lo consiguieron. Porque el Espíritu de Jesús hervía en su interior y les era imposible no obedecerlo. Gracias a ese testimonio hoy hemos recibido nosotros el tesoro del Evangelio. 

Hoy somos nosotros los testigos. Gracias a la mediación de los apóstoles y de tantos otros a lo largo de la historia cristiana hemos creído en el testimonio de Jesús que nos habla y comunica el amor del Padre. Hoy somos nosotros los que tenemos que dar testimonio de ese amor. Con nuestra forma de vivir, de relacionarnos, de comprometernos con la justicia, de estar cerca de los pobres y oprimidos, de reconciliar, de perdonar, de acoger a los marginados, será como demos a entender a todos que el amor de Dios está en nuestros corazones.

3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
-El que cree en el Hijo tiene la vida eterna.
El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la cólera de Dios. "Creer"... o "rehusar creer"... tal es el dilema radical.
"Vivir"... o "no vivir"... tal es el resultado. Para Juan, para Jesús el no-creyente voluntario no "vive" está muerto. Es verdad que hoy puede uno preguntarse, si un cierto número de los que se afirman no-creyentes han hecho, realmente, tal opción. El mismo Jesús, en la cruz excusaba a sus verdugos diciendo: "no saben lo que hacen". No es cosa nuestra. Nadie en la tierra tiene derecho de juzgar que un tal es creyente o no-creyente. Pero queda en pie la palabra de Jesús: "el que rehúsa creer no verá la vida". Severa invitación a verificar la cualidad de mi propia Fe. La Fe no es una cosa ya hecha. ¿Va creciendo mi Fe?

4.  OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Tu Hijo Jesucristo procedió de ti y dio testimonio de las cosas  que había visto y oído.  Él no podía sino dar testimonio de ti. Te pedimos que nos des el Espíritu de tu Hijo para que sepamos vivir tu palabra y proclamarla, para que mostremos a Jesús, tu Palabra Viva, a los que todavía no le han visto ni oído. Te pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? 
Motivación “Quien cree en el Hijo del Hombre, tiene vida eterna”, dice Jesús.  Sí, creemos en él, pero creemos con una fe activa, una fe que traduce nuestras creencias en acción, en vida. Esa es una manera profunda de dar testimonio de Cristo.  “PON TUS MANOS SOBRE MÍ”
Pon tus manos sobre mí, Jesús, tus manos humanas, curtidas y traspasadas: comunícame tu fuerza y energía, tu anhelo y tu ternura, tu capacidad de servicio y entrega.

Pon tus manos sobre mí, Jesús, y abre en mi ser y vida surcos claros y ventanas ciertas para el Espíritu que vivifica: líbrame del miedo y de la tristeza, de la mediocridad y de la pereza.

Pon tus manos sobre las mías, Jesús, que están sucias y perdidas; dales ese toque de gracia que necesitan: traspásalas, aunque se resistan, hasta que sepan dar y gastarse y hacerse reflejo claro de las tuyas.

Déjame poner mis manos en la tuyas y sentir que somos hermanos, con heridas y llagas vivas y con manos libres, fuertes y tiernas, que abrazan.

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